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Diario El Argentinosábado 20 de abril de 2024
Policiales

Caso Gill: “La gravedad del caso justifica que sigamos trabajando”, aseveró el juez

Caso Gill: “La gravedad del caso justifica  que sigamos trabajando”, aseveró el juez

El misterio en torno al destino que tuvo la familia Gill, cuyo rastro se perdió en el verano de 2002, sigue sin poder resolverse.


El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que a comienzos de 2019 tomó en sus manos el caso en procura de dar con los restos de la familia, dio por concluida su tarea en el campo La Candelaria, en Crucesitas Séptima, Departamento Nogoyá, con resultado negativo.

“El resultado de la excavación fue negativo”, confirmó el juez de Garantías de Nogoyá, Gustavo Acosta al portal Entre Ríos Ahora. El magistrado tiene en sus manos desde 2015 el expediente de la familia Gill, con la misma carátula: “Averiguación de paradero”.

“Vamos a seguir buscando nuevas entrevistas, testimonios o cualquier otra medida que nos nutra de datos”, señaló y aclaró: “La causa no se cierra, continúa. Pero la gente del Equipo de Antropología Forense se va a encarar otra tarea”.

Rubén Mencho Gill, de 55 años; su esposa Margarita Norma Gallegos, de 26; y sus hijos María Ofelia de 12; Osvaldo José de 9; Sofía Margarita de 6 y Carlos Daniel de 2; fueron vistos por última vez en el velorio de un amigo de la familia, el 13 de enero de 2002, en Viale, a 30 kilómetros de La Candelaria, el campo en el que vivían y donde el hombre trabajaba como peón. Han pasado 17 años de esa desaparición familiar y no se volvió a tener noticias de ninguno de ellos.

La última pista que sigue la Justicia la aportó un contratista rural que conoció en vida a Rubén Gill. En febrero de 2018, el juez Acosta, encabezó un operativo en la estancia La Candelaria, en Crucesitas Séptima. Fue a partir de los datos aportado por Armando Nanni, un testigos que apareció tras la muerte del dueño del campo, Francisco Goette, en 2016, y que está convencido de que los Gill están muertos y enterrados en el mismo lugar donde vivieron, la estancia de Crucesitas Séptima.

En declaraciones realizadas al programa “A Quien Corresponda” (Radio De la Plaza de Paraná), el juez Acosta confirmó que las excavaciones “dieron resultado negativo” y admitió que “es una medida en la cual teníamos alguna moderada expectativa en razón de que la testimonial que nos aportó la información nos pareció bastante creíble y fundada”.

De todos modos, señaló que “esto es una búsqueda, y como toda búsqueda tiene que continuar y se sigue trabajando en la causa”.

Sobre el trabajo del EAAF, explicitó: “Respecto de este punto (a la vera del arroyo) ya quedó agotado pero el Equipo de Antropología Forense seguirá trabajando con nosotros y en ese sentido vamos a continuar el desarrollo del expediente, entrevistando gente como se venía haciendo y buscando información o datos que nos puedan servir para orientar la causa”.

En cuanto a la continuidad de la investigación, apuntó que “en principio las entrevistas o re-entrevistas se hacen con personas que ya pueden haber aportado a la causa y con otras nuevas, no tenemos un criterio restrictivo. Y si creemos que hay algún dato que no cierra o que se puede aportar algo más, entrevistamos de nuevo a las personas y no es una testimonial formal sino con visitas más bien informales y si hay algún dato nuevo se realiza la testimonial formal”.

Consultado puntualmente por el testimonio de Jacinto Aller, un gomero de La Picada que hace 17 años dijo haber visto a la familia yéndose de viaje, Acosta recordó que “respecto a ese dato, el Juzgado trabajó la hipótesis de que se hubieran ido de la provincia, pero también los resultados fueron negativos y se dio por agotado ese testimonio”.

Lejos de dar por concluida la investigación, Acosta aseveró que “es una búsqueda en la que seguramente vamos a tener más resultados negativos que positivos, pero la gravedad del caso justifica que sigamos trabajando y buscando información, para que toda persona que sepa algo pueda llegar a aportar al Juzgado, donde garantizamos la confidencialidad y si no quieren dar identidad también puede ser anónimo”.

Teniendo en cuenta que, al momento de la desaparición en 2002, la hija mayor del matrimonio Gill tenía 14 años –con lo cual hoy tendría 31- y el más pequeño tenía dos años –es decir, que hoy tendría entre 19 y 20 años-, el magistrado evaluó que “suponiendo que se hayan ido, los chicos hoy en redes sociales habrían dado algún indicio, se podrían haber comunicado con sus amigos de la infancia o con alguna persona de la zona”.

“Es una hipótesis que no descartamos y permanentemente trabajamos y si tenemos algún dato rápidamente nos trasladamos hasta ese lugar”, reiteró.

Consultado por la búsqueda de la familia en la República Oriental del Uruguay, sostuvo: “Tengo entendido que en aquel momento el personal afectado realizó diversas incursiones en diversos lugares del país, no recuerdo si buscaron en Uruguay, pero dentro del país se recorrieron diversas provincias y permanentemente sigue habiendo oficios a diversos organismos, como Migraciones o Gendarmería Nacional, pero lamentablemente han dado resultados negativos”.

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