Secciones
Diario El Argentino
Secciones
Diario El Argentinojueves 28 de marzo de 2024
Información General

Notre Dame

Notre Dame

Estimado lector, hoy le quiero hablar de la restauración de la catedral, que como Ud. sabe soportó un incendio voraz hace unos meses. Dinero no falta, porque todos los millonarios de Francia y del mundo, se volvieron “piadosos” y donaron dinero a paladas. El detalle de la eximición de impuestos es irrelevante; lo importante es la fe de los donantes y su deseo ferviente de ganar el cielo. ¡Jajaja! El problema que se viene es cómo la van a arreglar.

Eso es un tema que puede consumir la materia gris de los más importantes arquitectos del planeta. ¿Volverla a hacer exactamente igual que como estaba el día antes del siniestro?

¿dejarla así, para que quede constancia de que hay que respetar el aviso de no fumar? (suponiendo que sea verdad que alguien dejó caer un cigarrillo encendido al piso)

¿terminar de demolerla y hacer otra cosa? ¿aprovechar para darle una nueva dimensión artística a la vieja mole medioeval?... Hay quién propone que toda la azotea sea una enorme piscina pública para que los parisinos disfruten del verano. También un proyecto de un techo con la torre-aguja incluída, pero de cristal. Eso no es bueno para los pájaros que se harían trizas contra los vidrios.

Una granja ecológica en las alturas, cubierta por una esfera transparente, con gastronomía y espacios verdes; una gigantesca llama de metal dorado que cubra el perdido techo, con algunas lenguas de fuego de gran altura, emulando la torre, para recordar eternamente el incendio que hizo llorar a los que lo presenciaron. El delirio asume perfiles inusitados cuando un arquitecto propone volver a construir la torre- aguja pero transformada en un criadero de abejas.

La opinión general es restaurarla, como era antes del incendio. El arquitecto ruso Álex Nerovnya piensa que por más que la restauren perfectamente, nunca se volverá al estado anterior. Notre Dame ya pasó por otros incendios y recibió arreglos, que la cambiaron bastante y la alejaron de su primitiva estampa medioeval. Si se siguiera la tradición, habría que repararla con un enfoque contemporáneo, usando materiales de hoy, para que ofrezca un nuevo aspecto con vestigios antiguos pero acorde con estos tiempos. Seguramente triunfará la nostalgia y volverán a dejarla igual a como todos la conocían. Hay que tener en cuenta el tema económico. La catedral recibe una afluencia turística impresionante. Si le hicieran una transformación controvertida, se doblaría el interés por visitarla: los que nunca fueron para verla y los que ya la visitaron para comparar. Será difícil en la Francia de hoy conseguir madera para repetir el techo. La leyenda dice que se talaron cientos de hectáreas para obtener el precioso material que hoy escasea y está protegido, sobre todo las especies duras, de lento crecimiento. Por algo, en los primeros tiempos a la catedral diseñada por Viollet-le-Duc la apodaban “el bosque”. El nombre contemplaba las complejas formas entrelazadas del techo y las toneladas de madera usadas. Y aquí viene mi reflexión, querido lector: las grandes obras del pasado remoto fueron construidas con una mística; llevan la energía de artistas y artesanos de una cultura y una ética diferente. Repetir simplemente en forma industrial esos maravillosos techos quemados, esa gigantesca aguja que en su tiempo dejaba atónitos a los que la contemplaban, no va a conseguir la recuperación del valor perdido. No es como bucear en el mar y sacar a la superficie una estatua griega clásica que se hundió hace dos mil años. Es más bien como hacer una copia de un invaluable jarrón chino del imperio Ming y convencerse de que no hay diferencia con el original. Será necesario reproducir con materiales de hoy, una enorme estructura para ensamblarla a las piedras antiguas, intentando que el edificio cierre como un “todo” armónico. Me cuesta creer que eso se logre. Lo que enriquecía al que miraba para arriba, era la contemplación de un universo tallado y encastrado por genios, cientos de años atrás. Lo quemado es irrecuperable.

Opinan que un techo transparente levantaría la luz interior de la catedral, dándole nueva vida y destacando las maravillas que se salvaron del incendio. Error. Los vitrales daban la luz necesaria para que todo lo existente en la nave cobrara belleza. Es más, hay esculturas pensadas para ser vistas en la penumbra, zonas doradas en los altares, que realzan ciertos contornos. Los haces de luz que el sol fabrica cuando traspasa las zonas más transparentes de los vitrales, van cambiando de posición, bailando una danza mágica. Iluminar todo eso como si fuera un “shopping” con techo de vidrio, daría al conjunto un ambiente de quirófano que sería nefasto para la población de ornamentos, delatándolos groseramente, quitándoles su atmósfera original. Tenemos un problema, estimado lector. No será fácil resolverlo.

Me despido comentándole que hay toda una movida que clama por dejar la iglesia quemada y ocupar el dinero en nutrir a los niños de los países pobres. Muy loable idea, pero improbable. El mundo se maneja en realidades paralelas, incomunicadas entre sí. Salir de un contexto para hacer un aterrizaje forzoso en otro es muy complejo. En un mundo justo, tendrían que resolverse los dos problemas. Saludos. Pipo Fischer

    ComentariosDebés iniciar sesión para poder comentar