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Diario El Argentinoviernes 19 de abril de 2024
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Veraneando en Goa

Veraneando en Goa

Las iglesias cristianas y las paradisíacas playas con palmeras, son los símbolos que representan a Goa, el estado más pequeño y más católico de la India.


POR MARTIN DAVICO

(Colaboración)

 

Ubicada junto al Mar de Arabia, Goa fue antaño el principal centro de evangelización bajo el auspicio de los jesuitas. Es en la actualidad un concurrido centro de veraneo para turistas que vienen de todo el mundo. Una región próspera, en donde los innumerables conventos e iglesias fueron catalogados como Patrimonio de la Humanidad.

Llego en tren a la estación de Anjuna, y un pequeño autobús me deja lejos del hostal en donde tengo reserva. Tengo la suerte de que una mujer holandesa, radicada en India hace 25 años, se apiada de mí y se ofrece para llevarme en su moto hasta el destino. Antes de irse, me recomienda algunos lugares y me sugiere las playas de Agonda y Palolem.

 Es martes y es día de mercado en Anjuna. Hay puestos de ropa hindú, artesanías y comida. En un bar al aire libre un grupo de música toca clásicos de rocanrol. Mientras hacen una versión de los Rolling Stones, tres parejas de ingleses que rondan los setenta, bailan con un estilo que se lleva por encima el paso de los años.

Una hippie risueña se acerca para venderme unos dulces artesanales. Me envuelve con palabras hasta que menciona el desorbitado precio de su producto. Su sonrisa desaparece cuando le digo que tal vez le compré algo más tarde. El tono de su voz se endurece y me dice: “Si vas a comprar compra ahora. Luego se acabarán. No digas ‘tal vez más tarde’ cuando tu verdadera respuesta es ‘no’. Así no se trata a la gente”. “No me lo imaginaba” le contesto “al final resultaste ser una hippie comercial”. Me mira con desprecio, da media vuelta, y se va en busca de una nueva presa.

Viajo en bus hasta la antigua capital de Goa para visitar la Basílica del Buen Jesús, uno de los principales centros de peregrinación en India. En una parada, suben dos señoras mayores de Ucrania y se sientan junto a mí. El recuerdo de una sesentona que días atrás me hizo sospechosas insinuaciones me pone en alerta. Me hablan en su ininteligible lengua y el diálogo se transforma en un juego de adivinanzas. Al llegar, recorremos juntos la iglesia y me toman como su fotógrafo personal. “Picture please” me dicen mientras posan como modelos junto al féretro de San Francisco Javier, ‘el apóstol de las Indias’, el jesuita evangelizador que llevó el cristianismo a la India, Japón y China…Me despido de mis fugaces amigas y nos intercambiamos el número de teléfono. Sabemos que probablemente nunca más nos volveremos a ver. Somos otro caso de amistad espontánea. Un fenómeno tan típico entre los que estamos de viaje.

Me tomo cuatros autobuses para llegar a Palolem y me reencuentro con Judith y Martín, unos amigos que conocí en Camboya. Llevan un año viajando con un estricto control del dinero que  gastan. Cada compra que hacen es registrada en una libreta. “Hasta ahora los números cierran a la perfección” dice Martín, a quien le sugiero que estudie economía.

 “Cuando nos pasamos del presupuesto, achicamos gastos por todas partes”, y cita como ejemplo: “En vez de pedir una cerveza me tomo un té. Si alguna noche cenamos afuera, las dos siguientes comemos arroz con huevo para compensar el desbalance ¿Pero quién nos quita lo bailado?”

Camino por las calles de Palolem y los idiomas que más se escuchan son el hebreo, el ruso y el inglés. Las licorerías, libres de impuestos en Goa, venden cerveza y bebidas blancas como si fuesen pan caliente. Voy a la playa y conozco a un grupo de israelitas que están de vacaciones. Saben varias palabras en castellano que aprendieron mirando ‘Rebelde Way’ y ‘Muñeca Brava’. “Las mirábamos con subtítulos en hebreo. En Israel esas series fueron un éxito de masas” dice alguien del grupo. Me cuentan de los países musulmanes en los que tienen vetado el ingreso. “El pueblo es el que siempre paga los platos rotos, gobierne quien gobierne” concluye uno de ellos. Seguimos hablando y me explican: “En Israel el servicio militar es obligatorio para todos. A los hombres les toca tres años y a las mujeres dos. Luego de finalizarlo es costumbre que hagamos largos viajes de esparcimiento. Actualmente hay más de 100.000 israelitas viajando por el mundo…”.

 Sin planificación familiar, cumplo 42 años en la India. La vida es larga y corta a la vez. Judith y Martín me sorprenden con una torta y una vela. Me cantan el feliz cumpleaños y pido el protocolar deseo. Sigo sin poder entender por qué perseguimos lo que no tenemos. Quizás algún macabro licenciado en publicidad lo sepa. “Ya no soy lo suficientemente joven como para saberlo todo” dijo Oscar Wilde cuando le preguntaron la edad que tenía. Será normal  entonces, pensaba yo, lo que se preguntaba Pappo cuando cantaba una vieja canción: “¿Para qué tantos años de experiencia? Si justo ahora me doy cuenta que no tengo”.

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