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Tarjeta Alimentar: organismos provinciales trabajaron en conjunto

Tarjeta Alimentar: organismos  provinciales trabajaron en conjunto

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estimó que se pierden a nivel mundial alrededor de un 14 por ciento de alimentos desde la postcosecha hasta el nivel minorista sin incluir este último, de lo que se desprende que aún es necesario medir la pérdida y el desperdicio a nivel hogareño. 


El desperdicio se origina desde el comienzo de la cadena productiva y en cada fase se torna más voluminoso. Entre las cusas más importantes de pérdidas en las explotaciones agrícolas se incluyen el momento inapropiado de recolección, las condiciones climáticas, las prácticas utilizadas en la recolección, manipulación y distribución.

Una buena infraestructura y una logística comercial eficaz son fundamentales para evitar las pérdidas. La elaboración y el envasado son determinantes en la conservación ya que las pérdidas suelen deberse a instalaciones obsoletas, mal funcionamiento técnico y errores humanos.

 Además se producen pérdidas significativas a causa de un almacenamiento inadecuado así como por decisiones tomadas en etapas tempranas de la cadena de suministro, afirma el informe de referencia.

Las causas del desperdicio de alimentos en los comercios minoristas están relacionadas con su vida útil limitada, con la necesidad de que los productos alimenticios cumplan las normas estéticas en términos de color, forma y tamaño, y la variabilidad de la demanda.

El desperdicio a nivel del consumidor se debe a menudo a una mala planificación y exceso de las compras (influido por porciones y tamaños de envases demasiado grandes y las capciosas ofertas de lleve 3 y pague 2 generando un exceso innecesario en la demanda), confusión sobre las etiquetas (fechas de consumo preferente y de caducidad) y un almacenamiento inadecuado, presentándose en este punto variaciones importantes entre países industrializados y los en vía de desarrollo, en este último grupo un alto porcentaje de las pérdidas se generan en la etapa productiva y de procesamiento; en gran medida “esto también tiene un componente cultural, ya que es común que se considere más económico y factible el descarte que el desarrollo y la implementación de tecnologías de aprovechamiento de subproductos. Otras cuestiones como la falta de un mercado para productos sub-estándar (por ejemplo, con defectos cosméticos, de forma o tamaño) también contribuyen al problema”.

El Programa para la Acción de Residuos y Recursos del Reino Unido asegura que las personas que planifican, hacen listas de compras y controlan la comida de la que disponen, desperdician menos alimentos que los compradores espontáneos.

 

Alertas impostergables

La Revista de Investigaciones Agropecuarias (RIA) del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en su Volumen 39, N° 3 de Diciembre de 2013 afirma que “Las pérdidas y desperdicios en la producción y el consumo de alimentos se han transformado en un tema de gran preocupación a nivel mundial.

Si bien en nuestro país existen escasos datos al respecto, se estima que en América Latina las pérdidas y desperdicios llegan en promedio a valores de alrededor de 220 kg/año/persona”. El costo ambiental por estas pérdidas, además de repercutir en la disminución de la calidad de las tierras cultivables y en el volumen de los caudales de agua, ocasiona contaminación por el descarte y por la falta de estrategias de producciones secundarias.

El informe anual de la ONU titulado “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo” (2018) señala que la variabilidad climática que afecta a los patrones de lluvia y las temporadas agrícolas, y los fenómenos meteorológicos extremos como sequías e inundaciones, se encuentran entre los principales factores detrás del aumento del hambre, junto con los conflictos y las crisis económicas, todos factores que aumentan la alarmante cifra de desperdicios y pérdidas de alimentos.

 

¿Qué alimentos se pierden?

Alrededor de un 50 por ciento del total desperdiciado se compone de frutas, hortalizas, raíces y tubérculos, mientras que un 12 por ciento de productos de origen animal. Más atrás vienen los cereales y las legumbres.

Se estima que un 21 por ciento de todo el alimento perdido sucede en la región de Asia Central y Meridional, un 14 por ciento en África Subsahariana, luego América Septentrional y Europa, América Latina y el Caribe.

Mientras el mundo se preocupa por incrementar la productividad de la agricultura y generar alimentos para la población creciente, un tercio de lo producido con ese propósito se desecha y eso genera una presión innecesaria sobre los recursos naturales.

Anualmente se utilizaron casi 1000 millones de hectáreas de tierras para producir alimentos que no se consumirán, lo que genera una degradación de los suelos cultivados.

Las proyecciones muestran que para alimentar una población mundial de 9.100 millones de personas, en 2050, sería necesario aumentar la producción de alimentos en un 70 por ciento. Pero, si se tiene en cuenta que cada año el mundo pierde un tercio de lo que produce (unas 1.300 millones de toneladas anuales) se abre un nuevo debate entre los especialistas:  ¿Debemos producir más o desperdiciar menos?

La reducción de pérdidas y desperdicios de alimentos es un paso fundamental para la lucha contra el hambre y para la preservación del medio ambiente.

Los últimos datos indican que el número de personas que padecen hambre en el mundo continúa en aumento, alcanzando los 821 millones en 2017, uno por cada nueve habitantes del planeta. Al mismo tiempo la subalimentación y la obesidad coexisten en muchos países e incluso pueden darse juntas dentro del mismo hogar. La falta de acceso a alimentos nutritivos debido a su mayor costo, el estrés de vivir con inseguridad alimentaria y las adaptaciones fisiológicas a la privación de alimentos ayudan a explicar por qué las familias con inseguridad alimentaria pueden tener un mayor riesgo de sobrepeso y obesidad.

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