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Opinión

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Las víctimas ocultas del coronavirus

Las víctimas ocultas del coronavirus

Por Luisa Brumana


Desde que el coronavirus fue declarado pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la vida de millones de personas en el mundo se encuentra afectada en maneras que solo unas pocas semanas atrás nadie hubiese podido prever.

 

Los niños y las niñas son las víctimas ocultas de esta pandemia. El COVID-19 no solo puede enfermarlos: también tiene efectos secundarios como el aislamiento social, el cierre de escuelas, la convivencia en entornos que no siempre son seguros. Todas estas situaciones afectan su educación, los expone a la violencia e impacta en su salud mental. Nos preocupa, en particular, la situación de las familias más vulnerables que viven hacinadas, las que no cuentan con agua y jabón para lavarse las manos, las chicas y los chicos institucionalizados.

En Argentina, la rutina diaria de millones de familias está alterada por la cuarentena obligatoria, una medida necesaria decretada por el Gobierno Nacional -con el apoyo de la Organización Mundial de la Salud- para contener la curva de crecimiento del virus. La mayoría de la población se encuentra en sus casas y si bien muchos pueden trabajar, estudiar hacer actividades recreativas de manera remota, el miedo, la ansiedad y la incertidumbre nos llevan a consumir un exceso de información que impacta en nuestra salud mental. Esta situación es difícil para los adultos y mucho más para los niños y niñas, que aún no han adquirido la madureznecesaria para comprender la magnitud de esta pandemia.

Estamos frente a un escenario en que el rol de las familias y cuidadores es fundamental. Los chicos y chicas pueden tener preguntas que los adultos no sepamos responder. Lo importante es alentarlos a que nos cuenten qué les está pasando, qué piensan, cómo se sienten, escucharlos y abordar estas conversaciones con un lenguaje que les sea comprensible. Darles información suficiente pero que no sea excesiva, y no faltar a la verdad.

Es importante detectar los malentendidos que puede haber generado la sobreexposición a la información y que pueden estar afectando su percepción de lo que está pasando. Los chicos y chicas más pequeños no tienen todavía la capacidad de reflexión necesaria para identificar las informaciones falsas que circulan, por lo que debemos evitar que participen de charlas de adultos o que nos escuchen hacer chistes sobre el tema que no saben interpretar.

Los y las adolescentes no son parte del problema: son parte de la solución. El desafío de las personas adultas es contenerlos y alentarlos a expresarse y a pensar con nosotras estrategias para protegerse y transitar este momento. La adolescencia es una etapa de rebeldía, negación de las normas y protesta: tenemos que escuchar sus preocupaciones y ayudarlos a entender lo importante que es cumplir con el aislamiento social, para que se reduzca la tasa de contagio. En todos los casos, debemos mostrarnos tranquilos y abiertos al diálogo.

Además de extremar las medidas sanitarias – lavado de manos,toser y estornudar en el pliegue del codo, limpieza regular de superficies y aparatos electrónicos de uso frecuente - es importante alentar a las niñas, niños y adolescentes a que continúen con sus estudios en casa. La suspensión temporal de clases presenciales no implica dejar de estudiar y aprender. Hoy contamos con herramientas que permiten la educación a distancia: es fundamental acompañar el proceso educativo y establecer rutinas y dinámicas en el hogar que lo faciliten.

Estamos en un momento histórico. Aprovechemos el tiempo que nos da la cuarentena para jugar con nuestros hijos e hijas, para escucharlos, acompañarlos en sus estudios y, por sobre todas las cosas, contenerlos emocionalmente.

 

La autora es representante de UNICEF Argentina.

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