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Diario El Argentinojueves 18 de abril de 2024
Opinión

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Escuela Pablo Haedo: una historia de postergación y abandono

Escuela Pablo Haedo: una historia de postergación y abandono

* Por Juan Ignacio Olano


 

Lágrimas de tiza. La metáfora podría resumir el largo peregrinar de toda una comunidad educativa y la indiferencia asociada a ella. Hoy, sin margen para especulaciones o individualismos, la acuciante situación edilicia de la Escuela Pablo Haedo nos plantea una serie de reflexiones respecto de la importancia de la educación y del papel del Estado.

 

La educación es uno de los factores que más influye en el crecimiento de las personas y de las sociedades. Además de proveer conocimientos, enriquece la cultura, el espíritu y los valores humanos. La educación es necesaria en todos los sentidos: para alcanzar mejores niveles de bienestar social, para equilibrar las desigualdades económicas y sociales, refuerza las raíces culturales, amplía las oportunidades de los jóvenes, fortalece la democracia y el estado de derecho y es vital para el impulso de la ciencia, la tecnología y la innovación, entre otros beneficios.

Si hay una imagen que expresa de manera indubitable el deterioro de un Estado ausente, esa es la que refleja el abandono de la escuela pública, tantas veces realzada desde los discursos, pero ninguneada desde la acción.

Y cuando se habla de la calidad educativa, no puede minimizarse la problemática de la infraestructura, ya que necesita ámbitos cuidados, confortables y adecuadamente equipados. Lo contrario marca una degradación que, tarde o temprano, impregna otros eslabones del proceso educativo.

Lo que está fuera de dudas es que la responsabilidad principal en el mantenimiento de los edificios escolares públicos le corresponde al Estado provincial. Con esto se está hablando de falencias muy graves, que no sólo ponen en riesgo al ciclo lectivo sino, en algunos casos, la integridad física de alumnos, docentes y personal auxiliar.

Si bien en la última década se han mejorado unos pocos establecimientos, suena a ínfimo. Es más, la gran mayoría de escuelas y colegios enfrentan serios problemas de infraestructura y todas, de no ser por las cooperadoras escolares, no podrían funcionar, aún las recientemente restauradas.

En el caso puntual de la Escuela Pablo Haedo, la situación no da para más. ¿Qué debe pasar para que el Gobernador reaccione? ¿El Intendente, como representante de los vecinos, se pondrá alguna vez al frente de estos genuinos reclamos? Este caso es uno de muchos, pero viene emergiendo con la fuerza necesaria para ser escuchado y visibilizado. Detrás existe toda una comunidad educativa que pide por escuelas seguras y condiciones dignas de enseñar y aprender. Es más que un reclamo, es un llamado de auxilio que no puede ser ignorado.

Lamentablemente las promesas y la dilación de las respuestas hermanan a esta escuela -por ejemplo- con la E.E.T. N° 2 y tal vez el hecho de que un establecimiento educativo no sea una obra de impacto electoral hace que los resortes del estado no se muevan con rapidez.

Existe otro aspecto que hace aún más angustiante todo: si se decidiera volver a clases en 2020 con la grave realidad edilicia, pandemia de por medio. ¿Cómo se va a cuidar a los chicos y a los trabajadores de la escuela? ¿Estudiando en aulas improvisadas en galerías que los mismos docentes pagaron de su bolsillo? ¿Dónde se irán a higienizar para cumplir con los diversos protocolos? Si hay un solo baño que da pena y que comparten docentes con más de 400 alumnos. Ni hablar de pensar un baño para personas con movilidad reducida.

 

Todos los elementos expuestos casi que nos eximen de agregados, sólo resta esperar que quienes tienen la obligación de atender esta problemática dejen a un lado los discursos grandilocuentes y pongan manos a la obra. Simplemente. Como debe ser.

(*) Juan Ignacio Olano es concejal de Juntos por el Cambio.

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