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Diario El Argentinomiércoles 24 de abril de 2024
Opinión

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No sé...

No sé...

Me voy a sincerar con usted, lector frecuente. Tal vez a usted también le ocurra, pero el alivio que me invade cuando debo manifestar “no sé” a una pregunta que me formulan y cuya respuesta desconozco me hace sentir un poco mejor conmigo.


Por José Carlos Elinson (*)

 

Nadie, por ninguna razón, salvo lógicas excepciones, está obligado a saber todo de todo y hasta ahí nomás. Entonces no entiendo dos cosas: la insistencia del preguntón para obtener una respuesta y las fantasías del interrogado vendiendo, como dicen en el barrio, cualquier verdura.

¿Qué me trajo a esto? Diría que es un tentáculo más del coronavirus.

En una de sus primeras apariciones transmitidas para todo el país, el por entonces flamante presidente (Alberto) Fernández, reconoció la importancia del asesoramiento de caracterizados científicos ya que él es –dijo- un simple abogado.

Ese es el “no sé” que lejos de condenarlo lo nutre de un perfil de honestidad intelectual esperable de quien carga con la responsabilidad de conducir un país y no sólo eso sino rescatarlo del duro trance por el que nos toca atravesar.

No tengo dudas de que seríamos un pueblo más justo, más ordenado y más cercano a la verdad si nos condujésemos sin ambages en temas cruciales o en poner sobre la mesa productos de nuestro propio almácigo sin demasiada experiencia en su cultivo.

Respetado lector, decir “no sé” no es una confesión de ignorancia sino de sabiduría, esa que nos lleva a asumirnos libres en el decir y en el hacer.

Me voy a permitir reportarme al gran Roberto Fontanarrosa cuando en una interpretación ampliada de “Con la verdad no ofendo ni temo” de su insigne compatriota José Gervasio de Artigas, escribió: “con la verdad no ofendo ni temo, con la mentira zafo y sobrevivo”.

Sin dudas la literatura de Fontanarrosa no es para leerla a través de una vidriera ni recurriendo a esas especies de Resúmenes Lerú que tanto se dan (o daban, no sé) en los textos de asignaturas del secundario y a los que muchos hemos recurrido en más de una oportunidad.

La herencia escrita por Fontanarrosa te sumerge en los apasionantes territorios del pensamiento, pero como ya nos lo habían advertido Bernardo Palombo y Damián Sánchez en su Canción para el fusil y la flor: “el peligro de pensar es que podemos comprender”.

Por eso, caro lector, no tema decir “no sé”, al hacerlo estará poniendo su honestidad por delante y lo que falta, si usted lo considera así, será porque en el Aconquija o a la vuelta de su casa, viene clareando, como nos dejó dicho el maestro Atahualpa Yupanqui.

 

(*) Esta columna de Opinión de José Carlos Elinson se publicó originalmente en Análisis Digital.

 

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