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Opinión

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La memoria compartida se cuenta con el corazón: “El vendedor de pasteles”

La memoria compartida se cuenta con el corazón: “El vendedor de pasteles”

Por Amalia Doello Verme (*) EL ARGENTINO


 

Dos canastas repletas de pasteles llegaban a la puerta del frigorífico pendiendo de los brazos de “Don Godo”.

Godofredo Damiolini tal era su nombre, cuyo oficio era pastelero, de contextura delgada y mediana estatura, cuyo caminar dejaba entrever que estaba apurado. Su esposa Doña María en cambio era de baja estatura y regordeta. Con ella formaron una familia numerosa, me acuerdo de algunos nombres: Fernanda, Elsa, Luigi, Daniel, Nilda (que fuera mi madrina de bautismo), Cata, Toto, Zeta, Zron y Negro. El patio de mi casa lindaba con el patio de esta familia donde todos los miembros participaban de esta pequeña empresa que les permitía sustentarse.

En esa casa todo el día había trabajo. Los muchachos más grandes hacían los mandados para traer la materia prima, que luego Godo y María transformarían en dorados, crujientes y almibarados pasteles que se venderían entre los jornaleros del frigorífico, también los domingos entre los asistentes a las hípicas y en los horarios de la llegada del tren o el coche motor, estaba Don Godo o alguno de los gurises con los pasteles de elaboración artesanal.

En una larga mesa María amasaba mientras las chicas mayores atendían la olla del almíbar, la olla de la grasa y también debían mantener el fuego para la fritura de los pasteles.

El fogón se encontraba al final de una larga galería a ras del suelo con unos hierros atravesados para sostener las ollas.

Por entonces, hablo de 1960, no contábamos en el barrio con ningún servicio aun, ni aguan, ni cloaca, asfalto y la calle Constitución era empedrada. Imagínense que cuando llovía se hacían verdaderos fangales y aun así María y Godo y su familia no suspendían la elaboración y cumplían con la clientela.

Me he transportado a mi niñez, escudriñando entre los miles de recuerdos, me encontré de pronto con imágenes, con olores, con sabores, risas y llantos y con faroles de querosene que pendían del techo, con cordeles atestados de ropa lavada a mano y tabla. Yo creo que María y Godo fueron pioneros en la pastelería y venta ambulante. Me pregunto: ¿En qué momento descansaban si a toda hora elaboraban?

Para mantener viva la memoria colectiva creí que era el momento de homenajear a Godo y María y a ese puñado de hijos ejemplos de esfuerzo y sacrificio.

 

El peor día de la familia Damiolini

 

Habíamos almorzado, comenzaban los juegos en el patio…

Mis hermanas mayores se ocupaban de la limpieza, mientras mi madre descansaba un rato y aprovechaba a leer el diario que Don Coco Leiva (icono de la ciudad) había dejado en la mañana.

Era la rutina familiar, la hora de la siesta, sagrada para mi padre.

Gritos desesperados pidiendo ayuda provenían de “lo Godo”, como le decíamos los vecinos, rompieron la rutina.

Mi mamá y los mayores saltaron el alambradito, otros vecinos hicieron los mismo y luego se supo qué pasaba en hogar de María.

Una olla con grasa caliente se había deslizado en el fogón y cayó sobre la panza y piernas de Doña María… uno de los muchachos corrió para el hospital a dar aviso y solicitar ayuda (veinte cuadras aproximadamente).

 Las vecinas le quitaron la ropa y como primeros auxilios atinaron a batir claras de huevo y colocarle en las zonas quemadas. Los gritos de dolor incontenibles de María hicieron que todo el barrio se envolviera en una silenciosa tristeza y compasión.

No recuerdo como fue el traslado al hospital, la familia quedo devastada. Doña María quedaría mucho tiempo hospitalizada.

Los hijos buscaron nuevas formas de subsistir, radicándose algunos en Buenos Aires y poco a poco desaparecieron y se acabó la pastelería.

 

(*) Amalia Doello Verme decidió en esta pandemia traer e la memoria “muchas de las historias vividas, y me pareció que sería bueno compartirlas con los vecinos que fueron protagonistas de estos relatos”, sostiene la autora y agrega: “Mi intención es sacarles una sonrisa y hacerlos viajar en el tiempo para revivir de alguna manera momentos dramáticos y otros humorísticos”.

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