Secciones
Diario El Argentino
Secciones
Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
Opinión

.

La ventana indiscreta

La ventana indiscreta

Por Jorge Pedro Jurado (*)  Colaboración


Vivencias de un adulto mayor luego de 160 días de encierro por cuarentena.

 

Domingo mediodía. Afuera silencio. Me siento a escribir este editorial que a algunos les recordará una vieja película de Hitchcock que protagonizaran James Stewart y Grace Kelly “La ventana indiscreta” que recomiendo volver a ver. Nada más alejado de la realidad, por ahora y esperemos que nada suceda en el barrio. Que no me fracture mi pierna y que no suceda ningún crimen.

Resulta que todos los días a la tardecita miro por la ventana   del departamento en el séptimo piso del edificio donde vivo en Buenos Aires. Allí cuando ya el sol ya se escondió tras una torre de pisos más alta, cuando el escaso frío de fines de agosto anuncia que Santa Rosa se avecina rápidamente, ese es un buen momento para salir a tomar un poco de aire y sobrellevar esta interminable cuarentena, voluntaria por mi edad y obligatoria por mandato presidencial de la manera y en la forma más apacible.

Reconozco y descuento a muchos les sucederá lo mismo, que los días se hacen largos y las noches también. Pero debo confesarles que comparado con otros argentinos no la estoy pasando mal. Claro, mejor si tuviera un jardín pero no lo tengo, solo un balcón para gozar un poco de sol y de aire. Veo tele como todos ustedes. Noticias y series. Series y noticias. Ya no hay serie que no haya visto e incluso muchas las he olvidado por el escaso nivel de las mismas. Trato de no intoxicarme con estadísticas y opiniones acerca del virus. Ya hemos tenido bastante con otros hechos sucedidos donde esos opinólogos y funcionarios se pasean por los canales diciendo siempre lo mismo o cambiando su visión como de ropa interior. Que el pico venía en abril, luego fue mayo, tal vez junio, quizá julio, agosto parecería que lo fuera. Que los únicos posibles afectados serían los adultos mayores, pero he entendido que el virus no reconoce edad. Que el calor, que el frío, que solo la saliva, que dos metros de distancia es suficiente, que vuela por el aire, que esto que lo otro. Basta, esperemos las vacunas y que sean exitosas y pronto. En cambio, leo los diarios por internet y varios libros al unísono. Escribo mucho para El Censor y me cuido en las comidas para no ganar kilos. Charlo con mi esposa, hablo por teléfono con mis hijos y nietos cuando no están ocupados para oír el consabido “cuidate papá o cuidate viejo” y a veces me siento muy útil ayudándolos en la tarea del cole. Whatsapp con mis amigos y les envío y recibo chistes. Asumo que la gran mayoría de ustedes hace casi lo mismo. Esa es nuestra rutina, la de los que no podemos o no nos conviene salir y menos en mi querido Gualeguaychú que han vuelto a Fase 1 por la cantidad de casos debido a la transmisión comunitaria.

Ya no se escuchan más los aplausos a los médicos, enfermeras y servidores públicos y si advertí mucha gente el día de la marcha del 17A. Luego me quedo unos minutos mirando desde mi ventana y como apago la luz supongo nadie me vé o solo pueden apreciar mi silueta. Permanezco allí un rato para contemplar el diario, fijo y repetitivo paisaje. Algunos negocios de la cuadra cerrados, ya con cartelería de venta o alquiler. Señal de pequeños comerciantes irremediablemente fundidos. Autos estacionados con cubiertas desinfladas señal que hace meses no se mueven.

Justo enfrente tengo un edificio de muchos pisos así que puedo ver casi todos los moradores, desde la planta baja hasta casi el octavo piso. Cada departamento es una historia diferente. Algunos salen al balcón como yo, en cambio otros ni siquiera se asoman. ¿Qué les sucederá? Miedo, hastío, depresión. No lo sé, pongámosle un porcentaje igual a cada situación. Desearía hubiera menos indiferencia y más solidaridad. Mejor panorama de lo que se vendrá y no tanta incertidumbre y temor.

En el tercer piso a la derecha una parejita de jóvenes quizá recién casados o en pareja charlan y charlan. El resto de las horas se lo ve a él trabajando con su PC y ella con las tareas de la casa. Limpia y limpia. Limpia sobre lo limpio y cuando pasa cerca de él le acaricia la cabeza. Buena señal que en ese hogar hay amor. En el de abajo, dos personas adultas religiosamente desayunan y meriendan en su balcón al sol. El permanece luego leyendo quien sabe qué libro. Ella no sale más.

Los del quinto taciturnos, mudos, se los vé sin cruzar palabra. Como afirma el dicho, no hay peor soledad que la de dos en compañía.

En la Planta Baja contrafrente hay dos unidades. Una vacía, sin plantas en el patio. Imagino no hay nadie. En cambio en el otro, diariamente una joven madre barre y limpia lo que su pequeño Beagle hace. Veo una jovencita hablando y hablando con su móvil. Quizá tareas de la universidad, charlas con amigas del viejo secundario y noviecito que con desesperación no puede ni ver ni abrazar. No hay batería ni plan de llamadas que alcance para ella. En el segundo se vé un señor muy mayor que apenas arrastra los pies. Supongo vive solo. Asumo sus hijos no pueden o directamente no lo visitan. De pronto veo a la señora del tercero que le trae una bolsa llena de cosas del supermercado. Genia, solidaria, ejemplo. Ahora me doy cuenta porque parte de la tarde esa mujer desaparecía de la escena. Perdón señora por prejuzgarla. Yo debo aplaudirla por su solidaridad.

De lejos oigo música algo moderna que no es de mi gusto. Algún grito de jóvenes y un adulto exacerbado exclamando: “Basta, no aguanto más”. Le diría, calma, calma que aún falta mucho. La curva recién parece que estaría llegando al cenit y seguramente la cuarentena se extenderá aún más.

Gritos en el 2° B. Un matrimonio de mediana edad creo. Me pregunto si será por motivo de la cuarentena y no trastornos de la edad o tal vez desavenencias conyugales que explotan al estar juntos las 24 horas del día hace más de cinco meses. Ella grita más fuerte. Ignoro los motivos. El encierro, problemas de pareja, falta de plata. Es verdad puede ser cualesquiera de esos motivos. El virus atacó a todos en forma vertical y transversal. En lo social y en lo económico. Cambió los paradigmas de las personas y mascotas. Mi perrita no puede entender que esté acompañada todo el día. Si hablara me lo diría, pero se la vé agradecida. Cosas de la vida.

Colas en el super para los que pueden comprar. Me entero qué las manzanas verdes las venden a $ 500/kg, las rojas a $280, zanahorias $250 kg, un ajo $ 20, un choclo $ 90, naranjas $170 y el kg de peceto $ 1.000. Excesos, costo de oportunidad. No lo sé. Además, hay pocos pesos en la calle. Se hizo realidad la frase de Evita que volvió y fue millones pero de billetes. Difícil está la situación para todos. Que harán los que viven de su trabajo como los monotributistas, médicos, dentistas, fonoaudiólogas, corredores inmobiliarios, miles y miles que debieron cerrar sus negocios en fin, muchos otros. Que harán ellos si no tienen como presupongo, un pequeño ahorro para sobrevivir. Como aguantará esto el gobierno, préstamos baratos, diferimiento de tarjetas con un costo que se hace impagable, impuestos que siguen sin bajar, más emisión, congelamientos de tarifas que deteriorará el servicio. Es difícil, muy difícil la situación.

El gobierno empecinado en una reforma de la justicia que solo favorece a ellos y no beneficia al pueblo, peleándose con la desunida oposición. La inseguridad que avanza y nadie hace nada. El panorama es feo, desalentador e impredecible.

Les aseguro que para mi visión desde mi indiscreta ventana, es solo una película de terror que ya le cambié el nombre. Ahora se llama: “Apocalypsis Now”.

 

(*) El autor de este artículo es escritor, poeta, abogado y director de El Censor Online.

    ComentariosDebés iniciar sesión para poder comentar