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Opinión

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Los últimos serán los primeros

Los últimos serán los primeros

  


Por Waldemar Oscar von Hof (*)

 

La agenda para los temas de las misas y las celebraciones culticas de cada domingo en nuestras iglesias protestantes, como en la católica, tienen una antigua tradición. En la reforma y durante los procesos conciliares de nuestras iglesias la liturgia dominical es la que menos sufrió cambios. Tenemos establecidos una agenda que tiene muchos años de tradición. Los Salmos al inicio de las misas, las heredamos de la tradición judía que tiene a su vez milenios de práctica. A su vez leemos tres lecturas, un texto del Antiguo Testamento, por lo general alguno de los Profetas, una Epístola, parte cartas que escribieron los fieles de las primeras comunidades y el Evangelio.

A partir de estos pasajes, se va estableciendo el tema sobre el cual se reflexiona, se charla se discute y se profundiza. Algunos domingos están marcadas por celebraciones especiales donde los textos acompañan con la temática. Como ejemplo el Domingo de Pascuas o la celebración de la Navidad.

El domingo 20 de septiembre los textos nos permiten reflexionar sobre nuestra realidad y las relaciones que de ella se desprenden. Relaciones sociales, laborales y de gobierno con una gestión traspasada por los intereses, pero también por las consideraciones.

Leemos en el Evangelio según San Mateo capítulo 20, versículo 1 al 21 una parábola que cuenta Jesús. Un viñatero, que en nuestro caso podría ser un quintero o un agricultor, tiene que levantar su cosecha. Los que estamos ligados al campo sabemos cómo es esto, cuando la cosecha está a punto hay que meterle máquina, gente y lo que hiciera falta para llevar las frutas o el grano lo más rápido posible a un lugar seguro. El tiempo, el clima, el precio o las plagas son tan solo algunas de las amenazas que están al salto para arruinar cualquier cosecha en la que se ha invertido capital, trabajo y todo un año de espera.

Este pequeño emprendedor va en busca de mano de obra, sale temprano a contratar gente, pero viendo la necesidad de más mano, sale nuevamente en su búsqueda, a las nueve, a las doce y a las tres de la tarde. Viendo que había gente desocupada en la plaza, la contrata, para que su cosecha llegue a buen resguardo. Al momento de la paga, el patrón, contento de haber asegurado su cosecha, paga a todos un jornal completo, tanto a los que comenzaron a trabajar a las cinco de la tarde como los que comenzaron temprano en la mañana.  Esta paga seguramente estuvo motivada por la alegría de haber tenido una buena cosecha.

La historia nos cuenta de un emprendedor interesado en llevar adelante su producción e interesado a que los cosechadores se vayan conformes y vuelvan en su próxima cosecha. Este interés se ve complementado también en una consideración. Al pagar a todos el jornal completo estuvo teniendo en cuenta las necesidades básicas de sus trabajadores. Es un tomador de mano de obra que paga lo acordado y lo necesario. Paga teniendo un interés en su proyecto, pero con una consideración a los que son partícipes necesarios en la realización. Debemos acotar que en aquellos tiempos el jornal era el monto mínimo necesario para cubrir los gastos de una familia tipo, en el fondo el monto que tratamos de acordar y ajustar todos los años en las paritarias.

Pero la historia no termina allí, entre los trabajadores se levanta la murmuración, y el reclamo. Los que trabajaron todo el día consideran que deberían cobrar más, que los que trabajaron solamente unas horas. A este reclamo el patrón contesta con el conocido dicho: “Los últimos serán los primeros”. La diferencia no la hace el patrón, si no que la hacen los mismos trabajadores, que motivados por la mirada mezquina y egoísta no comprendieron su manera de actuar. Los que trabajaron todo el día cobraron lo acordado, tal como lo cobraron los que trabajaron tan solo unas horas. Los primeros no querían estar en la misma categoría que los últimos, querían seguir siendo los primeros. El patrón fue movido por el interés y la consideración. Los que comenzaron a trabajar por la mañana temprano tuvieron en vista tan solo su interés.

El Reino de Dios es la utopía de construir una relación, un sistema laboral y por qué no, una sociedad, basada en el equilibrio entre los intereses y las consideraciones. Un escenario que parta del hecho de que no haya ni primeros ni últimos. El sistema democrático es un régimen que propugna este equilibrio donde los intereses de unos cuentan con las consideraciones del otro, regulado por un sistema Judicial, Legislativo y Ejecutivo. Donde priman los intereses de algunos se corrompen las consideraciones y muchos quedan últimos.

 

(*) Waldemar Oscar von Hof es pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata.

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