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Conflicto en el barrio Munilla. Continuaron las protestas de vecinos y se requiere de un abordaje integral

Conflicto en el barrio Munilla. Continuaron las protestas de vecinos y se requiere de un abordaje integral

En el conflicto familiar del barrio Munilla, los adultos mayores exponen en la primera línea de las agresiones a sus hijos menores de edad. Este conflicto debe ser abordado de manera integral por un equipo interdisciplinario entre organismos municipales y provinciales, con la colaboración de la Policía y la Justicia. (Fotos Ricardo Santellán)


Un conflicto entre varias familias del barrio Munilla (en inmediaciones de calles Buenos Aires y Concordia) cuyo origen se ha perdido en la transmisión generacional, ayer volvió a generar situaciones de protestas sociales que requirieron de la presencia policial; pero cuya solución recién se podrá madurar si interviene el Estado con diferentes organismos especializados, especialmente los que velan por la seguridad de los menores y adolescentes.

 

En diálogo con EL ARGENTINO, el jefe de la Departamental de Policía, comisario mayor Cristian Alejandro Hormachea, contextualizó este conflicto tomando los incidentes de las últimas jornadas, pero aclaró que las diferencias entre las familias tienen varias décadas.

El fin de semana pasado hubo escaramuzas entre las familias en conflicto y el lunes por tarde dos jóvenes se desafiaron a pelear.

“Lejos de contener esa violencia, ambos lados animaron la pelea y así se fueron sumando otras personas hasta que se generó una gresca casi generalizada, que incluyeron piedrazos, golpes con palos y botellas de ambos lados”, refirió Hormachea para dar cuenta también que esa situación son una constante en el vecindario.

“En ese tumulto un nene de diez años terminó herido en el antebrazo izquierdo, a raíz de una herida cortante, seguramente como consecuencia de un botellazo”, indicó el jefe de la Departamental de Policía.

El lunes alrededor de las 18, la espiral de violencia creció hasta el punto que un grupo de vecinos incendiaron cubiertas, interrumpieron el tránsito y constantemente amenazaban con “realizar una pueblada”.

El barrio Munilla se convirtió en un escenario violento generado por batallas campales entre vecinos.

Con la llegada de la Policía los ánimos se aplacaron un poco, pero las amenazas e insultos fueron una constante, además de denuncias cruzadas entre las familias por supuestos actos delictivos que unos y otros cometerían.

“Es cierto que hay familiares que están cumpliendo condenas por haber cometido delitos contra la intimidad y otros que han estado hasta junio-julio bajo prisión preventiva domiciliaria. Pero, nada justifica este desborde”, indicó una fuente judicial a EL ARGENTINO.

No obstante, los vecinos se acusan mutuamente de regentear kioscos de venta de drogas, de prestar las viviendas “para aguantadero” de otros delincuentes y de esconder “las cosas robadas”.

El lunes por la noche, a instancia del propio jefe de Policía, se abrió una suerte de espacio de diálogo para aplacar los ánimos e incluso una delegación de vecinos (que representan a las familias enfrentadas) se reunieron con los fiscales Mauricio Guerrero y Carolina Costa, y pudieron expresar no solo el malestar de la convivencia sino también justificar sus señalamientos.

Bien entrada la noche del lunes, Hormachea ordenó que un móvil quedara apostado en el vecindario como una presencia disuasiva y preventiva, para evitar una nueva escalada del conflicto.

 

Nuevos incidentes

 

Un poco envalentonados por la ampliación mediática del conflicto; pero también en busca de una permanente venganza o revancha, la siesta de ayer fue interrumpida por nuevos conflictos.

Esta vez no hubo un hecho puntual. Es más, se avisó con antelación a los medios de comunicación que se iba a generar nuevamente una gresca social, como si fuera una agresión acordada entre las partes con hora y lugar preestablecidos.

Nuevamente las acusaciones cruzadas, los señalamientos. Y lo que más llamó la atención y que las autoridades no pueden mirar para otro lado: los adultos mayores expusieron en la primera línea de la violencia a sus hijos menores.

Esto es un despropósito por donde se lo analice, una irresponsabilidad difícil o imposible de justificar y que amerita que las autoridades del Consejo Provincial del Niño, Adolescente y Familia (Copnaf) como el área Municipal de Salud, Niñez, Adolescencia y Familia e incluso las defensorías pupilares del Ministerio Público de la Defensa –junto a otros organismos públicos- deberían abrir una mesa de diálogo que permitiera contener esta situación. No es posible que, en una batalla campal entre familias, los adultos mayores pongan como “una infantería” o primera línea de ataque a los hijos de ambos sexos menores de edad.

El espíritu de esta perspectiva fue compartido incluso por el jefe de la Departamental de Policía, quien fue muy categórico: “Esto no se soluciona desde la Policía, sino con una intervención elogiosa del Estado con todos los organismos de contención que sean necesarios”.

Incluso, Hormachea también dijo que los vecinos organizados a través de sus comisiones barriales podrían colaborar en materia de contención, “porque entiendo que a un clima de diálogo lo debemos aportar entre todos, sin excepción”.

“Está claro que este conflicto no puede seguir escalando; que los menores no pueden ser expuestos por los adultos responsables y ser colocados en un frente para una batalla campal; y que se necesita un abordaje integral y para ello nada mejor que los equipos interdisciplinarios del Estado tanto municipal como provincial, sumando a la Policía y a la Justicia”, propuso.

Por último, Hormachea enfatizó que hay que evitar todo mensaje generalizado sobre el barrio Munilla, porque la mayoría de sus vecinos son familias de bien, trabajadoras, solidarias y conviven en paz unos con otros. “No hay que confundir que esto es todo el barrio. Son unas familias puntuales, en una zona específica y que necesita de otra clase de contención para que el conflicto no siga escalando en violencia”, resaltó.

La convivencia en este vecindario está debilitada: porque al conflicto entre las familias, las agresiones impiden vivir en paz al resto de los vecinos. Sin un abordaje integral, la violencia crecerá en espiral.

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