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Opinión

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La mujer como sujeto de la historia

La mujer como sujeto de la historia

    


Por Waldemar Oscar von Hof (*)

 

Octubre siempre tiene esa emoción particular ya que celebramos el día de la madre. El tercer domingo ha quedado marcado en nuestro calendario con emociones, con recuerdos de alegrías y de tristezas. Vuelve a la memoria la primera tarjeta pintada a mano bajo las directivas de la maestra para hacerse presente el domingo ante mamá.

Tengo presente a mujeres que han marcado mi vida. En primer lugar, mi madre, siempre en casa asumiendo las tareas y las directivas del hogar, ya que papá, por trabajos en distintas changas pasaba muchos días fuera casa. A mi abuela, mujer sabia y de muchas historias que supo mimarnos algunos días en las vacaciones. Y en tercer lugar mi bisabuela, que con su mirada compasiva cuando la visitábamos con todos sus bisnietos, nos servía un gran plato de tortas alemanas y velaba, para que ninguno de nosotros quedara sin su pedazo de dulce. Tuve muchas hermanas y a partir de ellas el aprendizaje de que las mujeres son sujetos, es decir hacedoras, participes y realizadoras de la historia. Hacían y deshacían todo en casa, pero por otra parte me hacían participar de las tareas, sin hacer esta diferenciación sexista de los trabajos hogareños.

Cualquiera de nosotros, mirando atrás en su historia, puede reconocer que las mujeres, madres, hermanas, tías y abuelas han jugado un papel preponderante en la educación, en el desarrollo y en gran medida en la formación. Un reconocimiento que no siempre ha sido tomado en serio por nosotros los hombres.

La mujer es la gestadora, la que carga la vida durante siete meses, cuestión que los hombres muchas veces ignoramos, ya que nuestra mirada sobre la sexualidad y la gestación es poco participativa y se reduce a una contribución placentera y poco comprometida. El hecho que las mujeres sean las que llevan adelante las tareas del hogar no es menor. Todavía está instalado en nuestro inconsciente masculino la imagen de que una mujer, para ser compañera, debe saber cocinar. El dicho de que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer, es un hecho, ya que hay una madre y muchas veces una compañera que acompaña la gesta, el camino y el proceso de grandeza.

Apropósito del mes de octubre, me puse a revisar algunas fotos de la histórica ocupación de la Plaza de Mayo por los obreros. En ellas se observan a muchas mujeres. Ignoramos que fue una gesta donde las mujeres salieron a reclamar sus derechos al trabajo digno, al salario justo y a ser reconocidas como trabajadoras que soportan un país y lo sacan adelante con su producción y su trabajo. No sé si los hombres solos lo hubieran logrado.

El 31 de octubre los evangélicos celebramos el día de la reforma protestante. Uno de los grandes logros ha sido el derecho de la mujer a tener la opción de hacer votos monásticos y no vivirlo como una imposición. Muchas mujeres han dejado los claustros monacales para asumir su rol de esposas, amas de casa y madres. Muchas se han dedicado a la actividad cultural como la música y la escritura e incluso a la proclamación de la palabra, espacios exclusivos de hombres.

En la biblia cuando se nos cuentan dos versiones del origen del ser humano. La primera, en que el hombre y la mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios, como una unidad entre ellos y la dimensión divina. La segunda nos cuenta la historia de que la mujer fue creada a partir de una costilla de Adán (ver Génesis 1:27 y Génesis 2:21-25). Dios crea a Eva para que sea compañera de camino, de historia y de creación. Una unidad que habla de iguales derechos como también de iguales obligaciones.

En nuestro país, hace muy poco, tuvimos que promulgar una ley que establezca el mismo derecho a la mujer para el acceso a cargos y funciones que el hombre porque esto no se daba naturalmente.

Por otra parte, también tuvimos que darnos leyes que protejan a las mujeres de las situaciones de violencia. Sorprende y es preocupante la estadística de casos de femicidios que son tapa de diario en nuestro día a día. Más sorprendente es escuchar historias de madres que trabajan y que para amamantar a un hijo deben recurrir a artilugios legales o a artimañas coercitivas para ejercer su derecho.

Creo que como sociedad, que repetimos esquemas educativos establecidos, nos debemos una reflexión profunda sobre el ser y el rol de la mujer en nuestras vidas y en la humanidad toda. Nos debemos un profundo replanteamiento de ver a la mujer con sus derechos y sus obligaciones en su rol de sujeto de la historia como siempre lo ha sido, pero que nuestra visión masculina del ser humano y de la sociedad no nos permite ver.

Vaya un fuerte abrazo a mi madre y en ella a todas las mujeres.

 

(*) Waldemar Oscar von Hof es pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata.

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