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“La visión de un mundo amplio y cercano” 

“La visión de un mundo amplio y cercano” 

El profesor Rodolfo García recibió en 1997 el premio Santa Clara de Asís.


Hace más de 23 años, el 17 de octubre de 1998 fallecía el autor, profesor de tres generaciones, ciudadano ilustre y premio Santa Clara de Asís 1997, Rodolfo García y colaborador de EL ARGENTINO. En uno de sus últimos artículos invitaba a los ciudadanos a reflexionar.

 

Asistimos a espectáculos impresionantes. Todos los días, los medios de comunicación, diarios, revistas, televisión, nos bombardean con noticias truculentas y algunas gratas, que pasan inadvertidas. Se hace derroche de una técnica, estrategia, metodología, que asombra y mete miedo. Maquiavelo se quedaría anonadado si las escuchara o las leyera. No se trata de aquello de “difamar que algo queda” sino de algo más sutil y feroz.

Fue aplicado en la era agrícola, cuando el hombre después de tanto guerrear, dijo: ¡Basta! Impulsado por una decisión de las mujeres, las que amenazaron con abandonarlos, si continuaban las guerras.

Entonces el hombre bárbaro y confrontador doblo la espada e invento la hoz y se puso a trabajar la tierra. La técnica de la desclasificación se acentuó en la era industrial, cuando grandes contingentes se desplazaron del campo hacia las ciudades. Formaron ese cinturón humano, desafiante y empobrecido, que ciñe peligrosamente la jungla del cemento, la que también crece incesantemente, enriquecida y enrejada. Y llegamos a nuestros días con la economía de mercado victoriosa y al frente doscientos gerentes, dueños del mundo, los que mandan y capitanean la época más materialista de la historia, mientras se debilita el Estado, en otro tiempo paternalista y cuidadoso de sus ciudadanos.  

Esta época que endiosa el conocimiento, como más democrático, posibilidad para todos, endulza con suculentos honorarios a los intelectuales, para perfeccionar una tecnología que regalará una producción mayor y de calidad, con menos gastos y deja a la intemperie a un ejército de desocupados, dos millones  mal nutridos, con escasa expectativa de vida sana y educada, como nunca se vio en la historia del hombre, se ha dedicado a descalificar las ideologías, las utopías, el pasado, los grandes valores, las religiones, la cultura y la educación.            

Los líderes de este movimiento triunfante de la tercera era practican la desclasificación como arma poderosísima, aprovechando la difusión de los medios de comunicación y haciendo suya la premisa de lo que no se ve, no existe, aparecen en cuanto medio lo permite, hablando de la bondad del producto y torpedeando a los que se oponen, de una manera despampanante.

Si alguien desafiante destaca la reinante corrupción, replican con toda la voz, que ninguno la ha combatidos como ellos. Se someten a la justicia cuando los fallos son favorables, en caso contrario los descalifican y recurren a maniobras terribles para sacarse de encima a jueces incorruptibles: ascendiendo, trasladando o sobornando. Si uno insinúa algunas fallas del sistema, atropellan al pasado que según estos descalificadores modernos nos ha hecho tanto mal.

Solamente es bueno lo que ellos realizan. Si la estantería cruje por todos lados, los atropellan descalificándolos, como los agoreros de siempre avizorando catástrofes. Si vamos mal, prometen estar mejor mañana. Se los califica de ladrones, no se defienden de la acusación si no que desprestigian al  censor,  atribuyéndole tantos errores, que logran derivar las quejas hacia otros territorios. Usan los medios de comunicación a troche y moche, por aquello de lo que no se ve, no existe.

Y en medio de tanto jolgorio, crece la desocupación, aumentan los marginados y no hay interés en capacitarlos porque los puestos de trabajo han disminuido. Y cuando no quedan argumentos para acallar los reclamos, declaran que es el sacrificio lógico para que triunfe el modelo y que ayudar a los desplazados y pobres es una estupidez                                     

Más que un movimiento que quiere hacer las cosas bien, parece algo infernal inventado para vengarse de algo o satisfacer apetencias apocalípticas.

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El artículo fue extraído del libro “Obras en la vida del profesor Rodolfo García”  que contó con las palabras preliminares del Pbro. Luis Jeannot Sueyro y Prólogo del doctor Pedro Barcia.

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