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Diario El Argentinoviernes 19 de abril de 2024
Opinión

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Políticas de infancia para la pandemia y la pospandemia

Políticas de infancia para la pandemia y la pospandemia

      


En América Latina, la región más desigual del mundo, la crisis económica provocada por la COVID-19 hará que muchos niños vivan sus primeros años en la pobreza o en la extrema pobreza.

 

Por Florencia López-Boo

 

Al principio de la pandemia del coronavirus, la necesidad de contener los contagios y de atender a los hospitalizados monopolizó la atención de varios de los gobiernos de la región que veían, con alivio, que el virus parecía no afectar tanto a los niños. Esto puso a la primera infancia en una peligrosísima invisibilidad por los efectos devastadores que puede tener en ella esta crisis, especialmente en los menores de cinco años, que están en un momento clave para su desarrollo y construyendo las bases de su capital humano. En los primeros años de vida los cerebros de los niños desarrollan y multiplican las conexiones neuronales con una intensidad irrepetible.

En América Latina, la región más desigual del mundo, la crisis económica provocada por la COVID-19 hará que muchos niños vivan sus primeros años en la pobreza o en la extrema pobreza, lo cual tendrá un efecto muy adverso a lo largo de sus vidas y los situará en una situación aún más precaria, ya que, en general han sido el grupo etario que recibe menor inversión pública. A esto se suma que ya se observaban, antes de la pandemia, gradientes socioeconómicos en el desarrollo infantil y en las prácticas de crianza en toda la región, sin siquiera hablar de las brechas en acceso a servicios de salud, educativos, y la brecha digital. Ya hay indicios claros de que, con la pandemia, estas brechas se están ampliando, junto con aumentos en la inseguridad alimentaria, incumplimiento con los calendarios de vacunación y otros chequeos de salud, y un riesgo de mayor abuso y violencia en el hogar.

El cierre de servicios de primera infancia y las nuevas dinámicas familiares de cuidado afectarán de manera desproporcionada a los niños de hogares vulnerables. Si no hay políticas de infancia hoy que respondan a esta “catástrofe generacional” (como la llamó el Secretario General de la ONU), corremos el riesgo de que nuestros chicos formen parte de una “generación perdida”, con menor educación, salud, ingresos y productividad en el futuro. Y a estas pérdidas individuales hay que añadir los tremendos costos en términos de capital humano para la economía de sus países. Diferentes investigaciones que siguieron a niños concebidos o que crecieron durante pandemias, desastres naturales y hambrunas pasadas han demostrado las agudas consecuencias de tales sucesos de por vida.

En el libro Pospandemia: 53 políticas para el mundo que viene, editado por el Centro de Evaluación de Políticas basadas en la Evidencia (CEPE) de la Universidad Torcuato Di Tella, se exponen cinco estrategias para llegar a los hogares con herramientas para los padres que les permitan, por un lado, estimular efectivamente a sus hijos y, por otro, sentirse empoderados y apoyados en esta tarea. En primer lugar, es necesario diseñar contenidos pedagógicos y mensajes sobre buenas prácticas de crianza, así como generar estrategias de acompañamiento por profesionales especializados ante señales de alarma o de riesgo, como sería la desnutrición, la falta de vacunas y la depresión del cuidador. Es clave el uso de campañas de comunicación masiva para informar sobre la importancia de la primera infancia y estrategias y recursos disponibles para los hogares y jardines infantiles y prescolares, así como diseñar contenidos pedagógicos para los agentes encargados de llevar a cabo las estrategias anteriores, de tal forma que cuenten con las herramientas necesarias para apoyar a los niños y a sus familiares en un contexto como el actual. Sin olvidarse de generar las condiciones más seguras y efectivas para las reaperturas de los servicios presenciales en jardines de infantes y prescolares, como se menciona en detalle en el libro.

Las políticas públicas tienen que, en particular, proveer servicios diferenciados para aquellos niños que estarán más expuestos a las pérdidas, así como alcanzar también a los padres, madres y cuidadores que, con la pandemia, han tenido que afrontar el rol de únicos promotores del desarrollo de sus hijos. Ahora que la mirada está puesta en el tránsito hacia la nueva normalidad, los países de la región deben concentrarse en el apoyo y protección de los niños y sus cuidadores para tratar de mitigar los impactos negativos de la pandemia sobre la niñez. Como dice Gabriela Mistral, el futuro de los chicos es siempre hoy, porque mañana ya es demasiado tarde.

La autora es economista líder en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo, donde coordina la agenda de primera infancia y doctora en Economía por la Universidad de Oxford, Reino Unido. Mañana jueves, a las 18h, participará de la charla “Reducir la desigualdad: la prioridad para la pospandemia” organizada por el CEPE.

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