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El acuerdo de las tres vacas sagradas

El acuerdo de las tres vacas sagradas

Nuestro aprendizaje desde la recuperación democrática de 1983 nos convence de que hay que abandonar la idea de que en una democracia la oposición no gobierna. Siempre cogobierna. Como decía el político francés François Guizot:


Por Fernando J. Ruiz (*)

 

“la oposición gobierna sobre la parte del pueblo que desconfía del gobierno y aspira a cambiarlo". Quien gobierna toma decisiones pensando en los límites que le pone su oposición. Y ese poder de veto es, por supuesto, parte de su gobierno realmente existente.

A partir de esto, podemos decir que el país está cogobernado por dos coaliciones distintas: una coalición que pone su eje en la cuestión social, y otra que lo pone en la promoción de los valores republicanos y la iniciativa privada. Después podríamos discutir cuán leales son los primeros a la justicia social, y cuán leales son los segundos a los valores republicanos y a las libertades económicas. Esto es como dicen que ocurre en la India donde las vacas son sagradas, pero sin embargo hay muy pocos vegetarianos. En nuestras coaliciones algo de esto también pasa: decimos que adoramos esas vacas sagradas, pero no las respetamos mucho tampoco.

Pero la identidad asumida de cada coalición es esa. Esas son sus “vacas sagradas”.

Nuestro saldo histórico es que estas dos coaliciones se bloquean entre sí. La competencia política, que en otros países bipartidistas tiene un espacio constructivo, acá parece ser siempre destructiva. Si la situación no estalla de pobreza es solo porque está contenida por la teoría del derrame: eficaz derrame de cajas, tarjetas, planes, que, a través de granulares redes políticas, sociales y humanitarias evitan la explosión del malestar.

Los halcones de cada coalición solo profundizan el bloqueo del país con una alta capacidad de veto. Y las palomas no tienen suficiente legitimidad para consolidar políticas públicas. Siempre entonces un gobierno avanza con el freno de mano puesto y con el eje delantero roto, por lo que inevitablemente después de un tiempo de andar terminamos en la banquina.

Por supuesto, cada uno de ustedes tendrá su coalición de preferencia, pero la evidencia del bloqueo es clara. ¿Cómo retomar la ruta y mantener una dirección coherente hacia un futuro más constructivo?

El primer paso es tomar conciencia de este bloqueo.

El segundo, entender que la derrota de la coalición opuesta se ha demostrado imposible.

El tercero, avanzar en la recuperación de la amistad cívica para empezar a salir del bloqueo.

El cuarto, identificar esas tres vacas sagradas y que cada coalición se comprometa a respetar a las ajenas.

Y, el quinto, imaginar las políticas de estado que consoliden ese acuerdo alrededor de las tres vacas sagradas.

Si es necesario, existe una legitimación en nuestra Constitución de este proyecto estratégico. En su texto tenemos dos artículos con el mismo número que son el paraguas perfecto: el Artículo 14° y el 14° bis. En ellos se expresa el conjunto de derechos que componen el corazón del acuerdo: la justicia social, los derechos del trabajo, la seguridad social, las libertades económicas y gran parte de los valores republicanos, entre ellos el derecho a expresarse sin censura previa.

Algunos dirán que el Artículo 14° bis surgió de una convención constituyente donde el peronismo no participó, y tienen razón. Pero luego en la reforma de 1994 ese movimiento político sí lo ratificó. En la historia muchas cosas van surgiendo de esa forma contradictoria, pero hay que saber identificar los brotes que nos sirven para construir el mejor futuro.

En este acuerdo, la promoción de la iniciativa económica es una de las vacas sagradas. Y por eso se necesita que en la conversación pública se la defienda y promueva. Para eso, la voz del mundo empresario es fundamental. Se necesita explicar que los valores del sector privado son valores públicos, en el sentido que benefician a toda la sociedad.

Incluso contra la opinión de muchos empresarios que tienden a creer que los problemas del sector privado se solucionan en privado. Esa ha sido en el largo plazo la peor solución, incluso muchas veces para ellos. La mejor defensa posible es que la sociedad tome conciencia de la importancia de los empresarios, y los reconozca como un activo de la comunidad, y no como un pasivo. Y eso es también lo que el país necesita para dejar de ser una fábrica de pobreza.

Cuentan que el emperador azteca Moctezuma, antes de la conquista, había construido templos que sirvieran como “una casa de diversos dioses”, y les ofreció a los españoles en vez de destruir el templo, poner los suyos también dentro. Hernán Cortés no aceptó la propuesta. La guerra fue entonces inevitable.

 

(*) Fernando J. Ruiz, es Presidente de FOPEA (Foro Periodismo Argentino), y profesor de Periodismo y Democracia de la Universidad Austral. Esta columna fue publicada en Análisis Digital.

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