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Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
Opinión

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Un hombre abatido y luminoso

Un hombre abatido y luminoso

      


Por monseñor Jorge Eduardo Lozano (*)

 

Jesús nos desconcierta. Es el Hijo de Dios, pero se entrega a la Pasión y a la Muerte. Tiene el mundo en sus manos, y en la cruz las ofrece para clavarlas contra el madero.

Tres de sus discípulos más cercanos entre los 12 son Pedro, Santiago y Juan. Ellos verán al Maestro abatido y sudando gotas de sangre en el Huerto de los Olivos poco antes de ser llevado preso. Jesús llega a la Gloria de la Resurrección pasando por la Pasión y la Muerte.

No podemos separar un momento del otro.

El domingo pasado rezábamos mirando a Jesús que no elude las tentaciones, y nos sentíamos identificados con Él en las luchas cotidianas que enfrentamos. Este segundo domingo de Cuaresma lo vemos en su aspecto luminoso, y la voz del Padre que lo afirma: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo” (Mc 9, 7). En muy pocas palabras nos revela que Jesús es el Hijo de Dios, querido con ternura por el Padre.

Pero para ser su discípulo no basta con contemplar su divinidad. Es necesario “escucharlo”, dejarnos enseñar por su palabra. Esto tiene como consecuencia obedecerlo y seguir tras sus huellas.

A los Apóstoles les costó mucho entender y aceptar que a la vida nueva se llega a través de la cruz. Ellos preferían no atravesar la hora de verlo a Jesús abatido. En algunos momentos Pedro incluso intenta convencer a Jesús de no asumir ese camino.

Tengamos en cuenta que este acontecimiento de la transfiguración, que se nos narra en el Evangelio de este Domingo, no busca generar en los tres amigos el recuerdo de un episodio llamativo. Más bien quiere grabar en su memoria y corazón una experiencia que pueda ser fuente de consuelo y esperanza en el momento de la prueba. Busca que en la oscuridad de la noche (que vendrá) tengan certeza de la luz.

Como aconsejan algunos santos y autores espirituales, en la desolación es necesario hacer memoria del consuelo y de la luz, y en la alegría estar dispuestos a enfrentar el combate contra las tinieblas.

La Pascua es el lugar al cual todos queremos llegar, y la Cuaresma el camino por el cual pocos quieren transitar.

Ciertamente fuimos creados para vivir en la luz, y por eso las tinieblas nos generan temor e inseguridad. Pero mientras andamos en este mundo debemos reconocer que la oscuridad se nos puede presentar en cualquier momento. Sabemos que somos frágiles y pecadores.

Hoy hace diez días que comenzamos la Cuaresma. Ya ha transcurrido la cuarta parte de este tiempo, que pasa volando. Aprovechá para afianzar lo que te hayas propuesto. Y si aún “estás en veremos”, decídete. Es bueno ponerse en camino al encuentro con Dios Amor.

Muchas personas están en situación de tinieblas y sufrimiento. Para ellos la vida perdió sentido y están como encerrados en un callejón sin salida aparente. La droga roba la salud, los amigos, la familia, la esperanza... Sin embargo, en esas oscuridades se hace presente la Familia del Hogar de Cristo.

El martes pasado presentaron los resultados de una investigación que son muy alentadores. Estas experiencias de lucha en compañía del amor que recibe la vida como viene fueron escuchadas en la voz de los propios protagonistas y cualificadas por un equipo interdisciplinario. Son 200 espacios de luz ubicados en diversos lugares del país que palpitan el mismo espíritu y que empujan hacia adelante generando vínculos que recomponen lo roto, reactivan procesos, sanan salud física, psíquica, espiritual. Y algo que es clave para que esta luz sea plena: en los Hogares se acompaña la vida.

“¿Qué cambios positivos se registraron en las vidas de aquellos encuestados que pasaron por los centros barriales del Hogar de Cristo? En las seis dimensiones analizadas —satisfacción de necesidades básicas, salud, relaciones, situación judicial, educación y trabajo—: el 94 por ciento mejoró su alimentación, el 50 por ciento su situación habitacional, el 90 por ciento su cuidado personal, 79 por ciento redujo la frecuencia en el consumo, el 64 por ciento mejoró su autoestima y 56 por ciento su relación con el entorno, 64 por ciento aumentó el interés por estudiar, 44 por ciento mejoró su situación económica.”

Como dijo el padre Di Paola: “Esta investigación nos va a ayudar muchísimo en tratar de mejorar nuestros centros barriales. Trataremos de hacer mejor a nuestro Hogar de Cristo porque es la esperanza de tantos jóvenes y adultos de nuestros barrios”.

 

(*) Monseñor Jorge Eduardo Lozano es arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.

 

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