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Diario El Argentinolunes 22 de abril de 2024
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Gimnasio Mi Club: cincuenta años de amor al semejante

Gimnasio Mi Club: cincuenta años de amor al semejante

Carlos Alberto Antonio Spoturno y María Rosa Ujhelly tienen muchas cosas en común. Son un matrimonio con tres hijos (Carlos Alberto, María Marcela y José María) y cinco nietos (Alejo, Victoria, José Ignacio, Benjamín y Mercedes).


Por Nahuel Maciel

EL ARGENTINO

 

Ambos son profesores de Educación Física, egresados del Instituto de Educación Física de Santa Fe, es decir, abrazan una misma vocación educativa. Y ambos fundaron –hace cincuenta años- en Gualeguaychú el Gimnasio Mi Club.

Pero lo que más comparten es el milagro de la vida como la expresión más cabal del amor, del respeto y del saber dialogar con solo cruzarse una mirada.

El profesor Spoturno nació el 9 de noviembre de 1939. “En la habitación número nueve del Hospital Centenario”, dice con orgullo. Y la profesora María Rosa el 3 de enero de 1947, en la ciudad de Corrientes.

Ambos recibieron a EL ARGENTINO en la mañana del martes pasado en su hogar de calle Chalup, donde también están las instalaciones de Mi Club. Aunque claramente son dos espacios diferenciados, todo es un hogar.

Originalmente Gimnasio Mi Club se llamaba Instituto Gimnástico Integral. El cambio de nombre vino cuando “mudaron” la sede a su actual ubicación, con las expansiones y crecimiento que la demanda del servicio obligaba a realizar.

“El nuestro fue el primer gimnasio integral porque no era solo de pesas y aeróbica y tampoco era exclusivo para mujeres o varones. Era integral y hay que valorar ese concepto porque nacimos como gimnasio en 1971”, aporta María Rosa, quien en la actualidad se ocupa que todos los horarios y disciplinas se desarrollen tal como fueron programados.

Hay que detenerse en el término “integral” como señala María Rosa para comprender mejor su concepto. Enseña el diccionario que integral “comprende todos los aspectos o todas las partes necesarias para estar completo”.

“En la actualidad nos cuesta mucho comprender lo que es integral, imaginemos lo que generó hace cincuenta años cuando lo incluimos en nuestro nombre como gimnasio. Fue una propuesta que tuvo una rápida aceptación, porque había muchas necesidades de tener un espacio como el que ofrecíamos”, resalto Spoturno, más conocido como “El Profe” o el más cálido “El Canguro”.

 

Los primeros pasos

 

En 1967 ambos estaban terminando su formación superior en el Instituto Nacional Superior de Educación Física de Santa Fe, que actualmente se lo denomina I.S.E.F N° 27 “Prof. César S. Vásquez”, en memoria del primer titular de la Dirección General de Educación Física, y por ser quien propuso una serie de orientaciones que en su momento constituyeron un hito educativo.

María Rosa recuerda que, en su época de estudiante, si una mujer quería ser docente lo habitual era un profesorado o la Escuela Normal. La Educación Física era algo más para los varones. Sin embargo, su generación rompe algunos moldes y ella destaca que cuando ingresó al Instituto en Santa Fe no estaba sola: “Éramos muchas las que habíamos decidido estudiar esa carrera y las que aprobamos un examen de ingreso por demás exigente”. Su esposo se acomoda en el sillón, apoya las dos manos sobre sus piernas, respira hondo y la mira con admiración a la vez que le sonríe moviendo levemente la comisura de los labios.

María Rosa recuerda que cuando transitaba los últimos tiempos para terminar la secundaria en su Corriente natal, ya tenía en claro que le gustaba todo lo referido al deporte y la educación física. “Todo lo que organizaba la Escuela Normal vinculado con eso, yo estaba en el medio y siempre cerca de las profesoras de Educación Física”, alega para dar cuenta de su vocación.

“Siempre estaba en el Departamento de Educación Física colaborando con las docentes. Y una vez llegó una egresada a saludar y todas las profesoras se pusieron contentas y cuando me la presentan me dicen que se había recibido en el Instituto de Santa Fe. De inmediato dije: eso quiero estudiar”, rememora María Rosa aquellos tiempos donde no abundaban las ofertas académicas.

En este preciso momento del recuerdo, María Rosa se emociona como solo lo pueden hacer aquellos que honran la gratitud y la confianza. Porque fue ese encuentro, en esa sala de profesores, donde ella comprendió que su vida iba a cambiar.

Había encontrado lo que realmente estaba buscando para su formación profesional, y al abrazar ese destino, tiempo después sus pasos se cruzarán en el camino con los del hombre elegido para compartir la vida.

Ese Instituto en Santa Fe recibía la demanda de alumnos de toda la Mesopotamia (Misiones, Corrientes y Entre Ríos), pero también de Córdoba, Chaco, Santiago del Estero y todo el Norte del país. “Es decir, el ingreso era por demás exigente, porque no había lugar para todos”, aporta Spoturno valorando aquellos esfuerzos.

“No sólo era el tener un lugar como alumno, sino que de ese examen dependía en gran parte el acceso a una beca muy completa porque nos permitía cubrir los gastos de vivienda, alimentación y salud”, resalta María Rosa.

 

Los desafíos

 

Ambos coinciden en señalar que existe una diferencia sustancial en querer ser deportista y dedicarse a la enseñanza de la Educación Física; aunque las dos aspiraciones tengan mucho en común.

“El Profe” recuerda una anécdota recurrente cuando daba clases en el Profesorado de Educación Física de Gualeguay. “Estaba a cargo de la cátedra de Recreación y a mis alumnos les preguntaba por qué elegían esta vocación. Generalmente, ellos me respondían porque les gustaba el deporte. Entonces les decía que estaban confundidos y les explicaba que no iban a hacer deportes, sino que iban a aprender a enseñar cómo se practica el deporte”.

Spoturno-Ujhelly se casaron el 27 de febrero de 1969. Dos años más tarde, en 1971, a pesar de tener casi todas sus horas ocupadas brindando clases en distintos establecimientos educativos, deciden crear un espacio tan innovador como necesario para la vida de los gualeguaychuenses.

Y lo hicieron en una época donde la Educación Física no estaba jerarquizada, ni siquiera tenían espacios y elementos adecuados para su enseñanza formal. Aún hoy esa realidad casi no ha cambiado. Por eso hay que valorar esta visión de pioneros que tuvo este matrimonio, fundadores de espacios para una calidad de vida más accesible, más próxima y más al alcance del prójimo.

Proximidad y projimidad ha sido su fórmula.

“Cuando decidimos con Carlos fundar este espacio, es porque teníamos desde el inicio de nuestra formación el anhelo de tener nuestro propio gimnasio. Los dos compartíamos ese deseo. Y lo separamos del trabajo en las escuelas, porque las instituciones educativas tienen su sistema y el gimnasio se lo visualiza como algo más comercial”, reflexiona María Rosa.

“Por eso cuando iniciamos con Carlos este espacio, lo dedicamos a los adultos. Porque ese era el sector que visualizábamos que no tenía demasiadas oportunidades, en 1971, para realizar esta clase de actividad tan ligada a la vida sana”, aporta María Rosa para dar cuenta que la innovación también comprendía a vincularse con un sector que no tenía o había perdido el hábito de la gimnasia o el ejercicio físico.

“Cuando iniciamos nuestro Instituto en calle 3 de Caballería y Camila Nievas, lo hicimos en un espacio que hoy sería pequeño porque era de 10 por 5. Comenzamos a dar clases y a medida que fuimos creciendo, tuvimos la necesidad de ampliar y así nos mudamos y construimos Gimnasio Mi Club en calle Chalup”, recuerda Carlos aquellos tiempos de desafíos y crecimientos.

En la actualidad ofrecen el servicio de sala de pesas, gimnasia aeróbica, entrenamiento funcional, pilates, yoga, natación y gimnasia artística con distintos niveles de exigencia, entre otras ofertas vinculadas con la educación física y el deporte.

El lunes 1° de marzo de 1971 abrió sus puertas Instituto Gimnástico Integral en calle 3 de Caballería y Camila Nievas. Cincuenta años después, se denomina Gimnasio Mi Club y funciona en calle Chalup. Desde siempre fue parte del hogar de Carlos y María Rosa: un espacio donde se privilegia la vida y la salud como una clara expresión del amor hacia el semejante.

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