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Diario El Argentinoviernes 19 de abril de 2024
Opinión

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Puertas, umbrales y laberintos

Puertas, umbrales y laberintos

Por Carolina Otero Loss


La literatura es aquel mundo de palabras donde hasta lo innombrable tiene un nombre, donde las emociones cobran vida con un efecto catártico, en el que los olores pueden trasladar al lector a las calles hediondas de Francia del siglo XIX  o a los prados donde Marianela paseaba con Pablo, en el cual había tantas flores como estrellas en el cielo que perfumaban todo alrededor. Un mundo plagado de colores que se resignifican una y otra vez. Un mundo en donde todas las sensaciones se pueden unir en una inmensurable sinestesia. 

Para poder entrar, es necesario cruzar un umbral que separa la realidad de lo ficcional, el lector se verá envuelto en un pacto de  complicidad. Una vez que se encuentre del otro lado, se abrirá una puerta a la intimidad ajena y a la propia. Se sumergirá en laberintos lingüísticos oscuros que deberá esclarecer para encontrar la salida, para luego regresar o  para no volver jamás, todo dependerá de la experiencia del viajero. 

En ese viaje, el lector se puede encontrar con cíclopes y sirenas; brujas y hechiceros;    con almohadones de plumas, sillones de terciopelo verde y un gaucho con su cimarrón; puede estar en el mar, en el infierno o en Marte con Ray Bradbury. Se aventura a descubrir personajes solitarios y también aquellos que son uno solo, como Don Quijote y su compañero inseparable; puede encontrarse frente a frente  con criminales y tesis filosóficas o con detectives dotados de intuición deductiva. Puede estar en las páginas de un libro pensado para leerse de un tirón o con uno que necesita de un lector más  comprometido que quiera jugar a la rayuela o descubrir quién mató al perro en media noche. 

Para que un lector siempre quiera volver a recorrer los pasillos de ese laberinto, es necesario un guía (como Beatriz para Dante) que dote al viajero de astucia, creatividad y  estrategias. Estrategias que marquen la trayectoria de este lector hasta  convertirlo en uno que progresivamente pueda comprender, poner juicios de valor y de interpretación a los textos literarios. Este tipo de texto no proporciona soluciones más bien ofrece dificultades y desafíos. No obstante, en ellos se encontrará un lugar para las dudas y la reflexión. Esta profundidad en lectura demanda un arduo recorrido constante y extenso.

Leer literatura requiere entrenamiento, es mucho más que viajar a un mundo ficcional para evadir la realidad, es viajar para encontrarse uno mismo, para darse cuenta cuánto falta por aprender, para descubrir que en un texto hay mucho más que lo dicho.

Generalmente, el primer contacto que las personas tienen con la literatura se produce en la niñez (incluso, el primer contacto con la literatura se puede ocasionar antes del nacimiento) a través de guías como la familia o los maestros, ya que los niños no tienen las condiciones para poder elegir lo que necesitan, en una etapa donde se crean y solidifican los cimientos psíquicos y emocionales del futuro adulto. Los niños son persuadidos a elegir los libros por estrategias de mercado, por lo tanto se desconfía de la espontaneidad de estos para elegir sus lecturas; es muy importante que tengan un adulto que los acompañe y los ayude a realizar elecciones correctas.

En algunas ocasiones, las familias no tienen acceso a la cultura escrita y literaria, por lo tanto, serán los maestros los encargados de orientar a los niños por estos caminos de desafíos y complejidades. En ocasiones la escuela es la única puerta de ingreso al universo de las letras y la ficción.

La LIJ (literatura infantil y juvenil) se ha visto expuesta a múltiples categorizaciones, una de la más recurrente es la que se basa en las edades o en las necesidades cognitivas del niño. Es ahí donde hay que, como mediadores, prestar atención o ponerse alerta. Con frecuencia, los textos literarios están manipulados, cargados de juicios de valor o posicionados desde una mirada pedagógica y moralizante.

¿Qué peligros encierra esta instrumentalización y categorización?

Pensar a la literatura como medio para educar mejor, lleva al fracaso de la elección y el disfrute. La instrumentalización elimina la pluralidad de significados que todo libro posee y causa  profundas distorsiones en la lectura del corpus literario infantil. 

La categorización de “infantil” ha llevado erróneamente a pensar que carece de literaturidad, de importancia y de belleza estilística.  Lo cierto es que los niños requieren de textos literarios destinados a su recepción literaria. Las necesidades de los niños difieren de las de un adulto, no obstante, eso no significa que la literatura que es creada para los más pequeños sea paupérrima de sentido o carente de lenguaje poético.

Es necesario remarcar que las intrusiones desvían la especificidad de lo literario. Los adultos en general y la escuela en particular tienen que ser los encargados de generar encuentros de lecturas para el disfrute, la reflexión y, como eje central, la riqueza del vocabulario poético.

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