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Misa del Papa: "Hemos sido misericordiados, seamos misericordiosos"

Misa del Papa: "Hemos sido  misericordiados, seamos misericordiosos"

En el II Domingo de Pascua, Fiesta de la Divina Misericordia, el Papa Francisco presidió la Santa Misa.


“Yo, que tantas veces recibí la paz de Dios, su perdón, su misericordia, ¿soy misericordioso con los demás?", es la cuestión que planteó el Papa Francisco en la homilía de la misa celebrada con ocasión de la Fiesta de la Divina Misericordia, correspondiente al II Domingo de Pascua.

 

El Santo Padre profundizó sobre cómo los discípulos de Jesús "cambian de vida" al encontrarse con Jesús resucitado, quien "los misericordia" ofreciéndoles tres dones: la paz, su Espíritu y sus llagas.

La celebración de esta fiesta tiene su origen en las revelaciones privadas de Santa Faustina Kowalska, religiosa polaca que recibió mensajes de Jesús sobre su Divina Misericordia en el pueblo de Plock, Polonia.

Profundizando sobre el Evangelio del día que relata cómo Jesús resucitado se aparece a los discípulos varias veces y "consuela con paciencia sus corazones desanimados", el Pontífice explicó que ellos, cambian de vida "reanimados por Jesús". En este contexto- continuó Francisco- se lleva a cabo el signo de la misericordia: "Jesús los vuelve a levantar con la misericordia. Y ellos, misericordiados, se vuelven misericordiosos".

El Papa utiliza el término "misericordiado" haciendo referencia a la gracia que colma el espíritu de una persona al recibir el perdón de Dios. Por tanto, para el Santo Padre, los discípulos son misericordiados, ante todo, por medio de tres dones: "Primero Jesús les ofrece la paz, después el Espíritu, y finalmente las llagas".

“En primer lugar, les da la paz. Los discípulos estaban angustiados. Se habían encerrado en casa por temor, por miedo a ser arrestados y correr la misma suerte del Maestro. Pero no sólo estaban encerrados en casa, también estaban encerrados en sus remordimientos. Habían abandonado y negado a Jesús. Se sentían incapaces, buenos para nada, inadecuados. Jesús llega y les repite dos veces: «¡La paz esté con ustedes!». No da una paz que quita los problemas del medio, sino una paz que infunde confianza dentro. No es una paz exterior, sino la paz del corazón”.

En este punto, Francisco subrayó que para Dios "ninguno es un incompetente, ninguno es inútil, ninguno está excluido" y recordó que Jesús hoy repite una vez más: “Paz a ti, que eres valioso a mis ojos. Paz a ti, que tienes una misión. Nadie puede realizarla en tu lugar. Eres insustituible. Y Yo creo en ti”.

En segundo lugar -aseveró el Pontífice en su homilía- Jesús "misericordia" a sus amigos dándoles el Espíritu Santo que otorga para la remisión de los pecados (cf. vv. 22-23).

“Los discípulos eran culpables, habían huido abandonando al Maestro. Y el pecado atormenta, el mal tiene su precio. Siempre tenemos presente nuestro pecado, dice el Salmo (cf. 51,5). Solos no podemos borrarlo. Sólo Dios lo quita, sólo Él con su misericordia nos hace salir de nuestras miserias más profundas. Como aquellos discípulos, necesitamos dejarnos perdonar. El perdón en el Espíritu Santo es el don pascual para resurgir interiormente. Pidamos la gracia de acogerlo, de abrazar el Sacramento del perdón”.

Al respecto, Francisco hizo hincapié en la importancia de comprender que en el centro de la Confesión no estamos nosotros con nuestros pecados, sino Dios con su misericordia: "No nos confesamos para hundirnos, sino para dejarnos levantar. Es el Sacramento de la resurrección, es misericordia pura. Y el que recibe las confesiones debe hacer sentir la dulzura de la misericordia".

Después de la paz que rehabilita y el perdón que realza, el Santo Padre indicó el tercer don con el que Jesús "misericordia" a los discípulos: "ofrecerles sus llagas".

“Esas llagas nos han curado (cf. 1 P 2,24; Is 53,5). Pero, ¿cómo puede curarnos una herida? Con la misericordia. En esas llagas, como Tomás, experimentamos que Dios nos ama hasta el extremo, que ha hecho suyas nuestras heridas, que ha cargado en su cuerpo nuestras fragilidades. Las llagas son canales abiertos entre Él y nosotros, que derraman misericordia sobre nuestras miserias. Son los caminos que Dios ha abierto completamente para que entremos en su ternura y experimentemos quién es Él, y no dudemos más de su misericordia”.

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