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Colaboraciones

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Poco a poco se fue armando el barrio

Poco a poco se fue armando el barrio

Amalia Doello Verme (*)


Amigos lectores, qué alegría volver a esta columna que me permite estar con ustedes y continuar compartiendo mis vivencias en este barrio donde el respeto y la buena vecindad hicieron de este lugar, mi lugar en el mundo.

Pertenezco a una generación donde la palabra de los padres era un testamento y la palabra de un vecino o la de un docente era como la voz de un juez.

En esta suerte de recuerdos que me hacen tanto bien asumo el compromiso como docente que fui durante mucho tiempo, de contar cómo era el barrio, para que la nueva vecindad sepa en forma muy simple, muy sencilla cómo se fue armando este barrio que es orgullo de nuestra ciudad. Muchos vecinos trabajaban en el frigorífico, otros eran ferroviarios, algún panadero, soldadores como en el caso de Don Soldati que fue pionero en este rubro, además de pertenecer al rubro de los ferrocarriles.

Los medios de transporte eran el carro, el sulqui como el de doña María Cáceres que todas las madrugadas llevaba a su hija Maruca hasta el frigorífico y que luego pasaría a buscarla a eso de las 13 horas.

Por años doña María acompañó a su hija para que llegara a horario a su trabajo, se ganó el respeto y la admiración por su por su vínculo de tanto amor para con su hija.

Otro medio era la bicicleta, que sufría de pinchaduras en sus ruedas y que debían ser reparadas rápidamente, para ello contábamos con la asistencia de Don Tono,no sé si ustedes recordarán el lugar dónde él desarrollaba su trabajo de emparchar las gomas y lo hacía a una velocidad poco común; su taller era algo impresionante por la cantidad de herramientas y cosas insólitas que nosotros como niños mucho no comprendíamos.

Cuando íbamos a llevar la rueda de la bici de mi papá, admirábamos su capacidad para hablarnos y contarnos cosas, como tener botellas con cenizas un volcán que eructò en la zona de San Juan,  y cuyas cenizas llegaron hasta nuestra ciudad, y él había recogido estas botellas por considerar que era algo inédito e histórico.

El orden que había en el lugar situado en calle Edison casi llegando a Lavalle era digno de admirarse, todo estaba en su lugar y èl envuelto en un delantal, que era de cuero, muy sucio de tanto trabajar.

Para esperar que arreglará la rueda, nos sentábamos en un tronco de árbol, que estaba ubicado estratégicamente en la puerta del taller, y desde allí manteníamos el diálogo con Don Tono, hombre de respeto y cuya pasión era la astronomía, por eso nos relataba què era la luna, el sol, las estrellas y hasta escuchábamos palabras dificilisimas, como por ejemplo: que las nubes eran cumulus limbus, que luego comentábamos en mi casa y arrancaba las risas de mi familia.

Esta recorrida, por el corazón de mi barrio, tiene por objeto desempolvar la memoria de los que ya estamos mayores para que los jóvenes que hoy transitan las calles del barrio San José obrero conozcan apenas un poquito de aquel tiempo que para nosotros y como se dice hoy fue la edad del sol.

Seguramente vendrán otros recuerdos que iremos plasmando en esta columna para regocijo de los memoriosos.

 

(*) Amalia Doello Verme decidió en esta pandemia traer e la memoria “muchas de las historias vividas, y me pareció que sería bueno compartirlas con los vecinos que fueron protagonistas de estos relatos”, sostiene la autora y agrega: “Mi intención es sacarles una sonrisa y hacerlos viajar en el tiempo para revivir de alguna manera momentos dramáticos y otros humorísticos”.

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