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Diario El Argentinoviernes 19 de abril de 2024
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Diálogo con Fabián Magnotta, periodista y escritor: “Los archivos de los diarios siguen siendo el mejor lugar para rastrear la historia de Gualeguaychú”

Diálogo con Fabián Magnotta, periodista y escritor:   “Los archivos de los diarios siguen siendo el mejor  lugar para rastrear la historia de Gualeguaychú”

Fabián Magnotta nació el 7 de febrero de 1964 en Gualeguaychú. Es el menor de dos hermanos del matrimonio Nirma (profesora de música, de piano) y Ángel Roque Marino (de profesión sastre).


Por Nahuel Maciel

EL ARGENTINO

 

Su padre emigró de la Italia pos Guerra y en Gualeguaychú desarrolló el oficio de sastre, cuando esa profesión se ejercía con inspiración de artista. De hecho, fue uno de los últimos que ejerció el oficio en la ciudad, hasta que “lo hecho a medida y con precisión” quedó relegado por la hechura serial y casi uniforme.

Fabián es padre de tres hijos: Dante (30 años y licenciado en Comunicación Social y trabaja en las redes sociales para la Radio Máxima); Renzo (27 años, estudia Sociología y asesora en la materia en el campo político) y Lucas (20 años y estudia Periodismo Deportivo).

Director de Radio Máxima, su talento ha sido parte de distintos medios de comunicación de la ciudad como el diario El Día, LT 41, el viejo Canal 2, Radio Nacional, fue corresponsal por 20 años de la agencia DyN (Diarios y Noticias) y, claro está, EL ARGENTINO, donde por quince años fue su casa como él mismo lo sabe destacar.

Además, ha escrito “Mundo sin prensa” (1991); “El periodismo del show. La censura moderna” (1997); “Gualeguaychú: dos mil días de conflicto. El NO a las papeleras y el grito del campo” (2010) y dos años más tarde “El lugar perfecto”, una investigación periodística sobre los vuelos de la muerte en el Delta y que tuvo una gran repercusión nacional e internacional e incluso ahora la Justicia Federal lo tomó como una referencia para investigar lo sucedido en la zona en los años durante la dictadura cívico militar.

 

-Comencemos por sus primeros estudios formales.

-Estudié en la Escuela N° 64 “La Sagrada Familia” que pertenece a la Parroquia Santa Teresita. Mi casa familiar daba a calle Aguado, entre Urquiza y 25 de Mayo. La secundaria la tengo dividida en dos etapas: los primeros dos años fui al Instituto Agrotécnico, pero como las actividades del campo no me atraían, me cambiaron a la Escuela Normal. Hice la secundaria en la dictadura cívico militar, de 1976 a 1981, en una Gualeguaychú que se sentía muy cómoda con ese régimen.

 

- ¿Cómo se dio cuenta que su vocación sería el periodismo?

-A veces no hay un momento, pero sí una sucesión de hechos que van marcando el camino. Pienso que nunca tuve otra opción, que siempre quise ser periodista. Recuerdo que mi padre escuchaba mucha radio y un día, le dije a un primo que quería ser “como los de las radios”. Me miró como preguntándome ¿cómo? y sin esperar, le aclaré: “como esos que hablan”. A los 11 años escribí el guión de una obra de títere en la Escuela, más tarde una revista para la Feria de Ciencias; escribía libros narrando partidos de fútbol, especialmente los de la Selección Juvenil de 1979. Y así varias cosas que estaban vinculadas.

 

-Se puede decir entonces que lo suyo fue un camino entre el periodismo y la literatura.

-Sí, la comunicación estaba presente. Relataba partidos de fútbol y los grababa. Eran tiempos donde no era fácil irse de la ciudad, como en mi caso, para ir a estudiar periodismo en La Plata. Además, mis padres me interrogaban sobre el futuro porque me preguntaban de qué iba a trabajar. Ellos veían que en Gualeguaychú había periodistas de trayectoria y respetables, pero que nunca habían ido a estudiar. Quiero aclarar algo: esos periodistas eran maestros en el oficio. Y si bien no habían formalizado estudios, eran más leídos que los propios universitarios y con una formación de cultura general muy sólida. Estoy hablando de esa época donde se escribía muy bien, porque se leía mucho. El asunto que en 1983 me fui a La Plata y viví esa transición entre la dictadura y la democracia, pero también al encontrarme en una Facultad de Periodismo que me confirmaba mi vocación. Recuerdo que una vez por semana teníamos que hacer una entrevista y había un ritmo de estudio muy importante.

 

-Iba a aportar algo, cuando lo estaba por interrumpir.

-Sí. Recuerdo que una vez llegó un profesor a la Facultad que no conocíamos, lo teníamos por primera vez. Ingresó al aula, se presentó y nos dio un recorte de diario que tenía el titular: “Moria Casan va a hacer televisión”. Inició su clase y cuando estaba finalizando, nos preguntó si lo habíamos leído y nos advirtió: “Con esto se van a encontrar” después que se reciban de la universidad. Y nos preguntó si queríamos seguir estudiando periodismo, porque estábamos a tiempo de cambiar de profesión. Y la verdad, muchos dejaron ese primer año.

 

-Se sabe que con la escritura se puede hacer de un tratado de filosofía algo trivial y superficial; y de una receta de cocina hacer un tratamiento sociológico. Es decir, no hay temas triviales, sino tratamientos superficiales.

-Así es. Pero pienso que ese profesor nos graficó con lo que nos íbamos a encontrar en el mundo profesional. Está claro que lo superficial nunca es el tema sino su tratamiento. Y no hay tema que no se pueda abordar para conectarnos con la vida y el mundo. Incluso cada persona tiene una riqueza insospechada.

 

- ¿Cuándo regresó de La Plata?

-En 1985. Me faltaron un par de materias para recibirme, lo que las aprobé luego estando ya en Gualeguaychú. Primero entré a trabajar en el diario El Día. En esa época había nacido Canal 2, y Daniel Irigoyen con su hermano Horacio (que era sociólogo), estaban a cargo de la programación local. Una aclaración: Daniel Irigoyen ha sido uno de los mejores intendentes que tuvo la ciudad desde la recuperación de la democracia, al menos hasta hoy. Volviendo a la pregunta, además hacía una columna en Radio Nacional a la par que preparaba esas tres materias pendientes que me habían quedado para recibirme. Me costó recibirme porque no quería seguir estudiante porque entendía que no iba a aprender más. Mis viejos me insistieron porque me aconsejaron que siempre se tiene que aprender y además iba a tener el título.

 

-Tenemos una fecha: fines de 1989.

-En ese momento tuve la posibilidad de ingresar al diario EL ARGENTINO. Ya me había casado y en el trabajo podía hacer varias tareas como corrección, alguna labor administrativa y redacción; con lo cual me permitía un ingreso mejor para las obligaciones familiares que había asumido. El diario EL ARGENTINO fue mi casa por casi quince años.

 

-Lo gráfico fue algo que lo marcó laboralmente, aunque no haya monopolizado su expresión.

-En ese tiempo en la Facultad de La Plata había una fuerte formación en el periodismo gráfico, y casi inexistente la preparación para el medio televisivo e incluso radial. Recuerdo que cuando comencé, los gráficos tenían una gran incidencia o influencia al momento de ejercer el periodismo. Más tarde me di cuenta que los diarios como EL ARGENTINO y otros, en otras localidades, han realizado un gran aporte en la defensa del interés general de sus comunidades de pertenencia. Y lo noté de manera más nítida cuando me fui a vacacionar a la costa Atlántica, donde esos pueblos carecían de diarios locales fuertes y entonces los vecinos no tenían donde reclamar por un foco del alumbrado público quemado, por una calle sin mantenimiento y similares cuestiones de la vida diaria. Y en Gualeguaychú, el aporte de esos diarios fueron clave para obras como la actual llamada Autovía Gervasio Artigas (Ruta Nacional N° 14), la lucha de las papeleras de manera más reciente y de tantas acciones que permitieron acuñar el concepto que “Gualeguaychú es madre de sus propias obras”. Y si es así, en gran parte fue gracias al rol de los diarios locales, pese a las presiones de los diarios nacionales o sus multimedios. De todos modos, sigo sin entender a esos vecinos que todavía no saben el horario en que se debe sacar los residuos de un hogar, pero se jactan de cómo están informados de las cosas que pasan en otras ciudades. Por suerte, en Gualeguaychú tenemos muchas opciones -y casi todas buenas- para informarnos de las cosas que pasan en el pueblo.

 

-El periodismo local es destacado por su compromiso en registrar la memoria de la comunidad. Y le traigo esta consideración porque fecunda fue también la experiencia con Cuadernos, esa publicación de EL ARGENTINO que proponía un diálogo con el pasado y que también ha sido clave para comprender el periodismo local.

-En 1991 tenía 27 años y ya me cuestionaba en mi función como periodista, en el sentido que no quería pasarme la vida publicando títulos sobre la vida de los ministros. Me parecía a todas luces, muy poco. Entonces hice un libro que se llamó “Mundo sin prensa”, donde la mayoría de los artículos nunca habían sido publicados en un diario. El mundo de los artistas de circo, de los gitanos, de los curanderos, en fin… y entonces coincidió la invitación de Cuadernos, que me permitió conocer historias de la ciudad que ignoraba desde siempre. Fue maravillosa la experiencia de poder hacer parte de ese registro. En ese sentido, los archivos de los diarios siguen siendo el mejor lugar para rastrear la historia de Gualeguaychú. También en la década del ´90 hice una serie de Suplementos (creo que fueron cinco) vinculados a la vida de don Manuel Almeida, donde EL ARGENTINO, con un gran esfuerzo económico, permitió ese registro. Traigo a colación esos aportes porque en parte son el registro de la memoria de la comunidad.

 

-Además de la gráfica, también incursionó en la radio.

-Una vez me convocó el empresario Orlando Vignatti para LT 41 e integrarme a la mañana periodística. Hablé con uno de los hermanos Scabuzzo., que eran de Rosario, y los consulté porque me daba cuenta que me faltaba voz y experiencia. Y me dijo una frase que nunca olvidé: “En la radio sobran voces y faltan conceptos”. Entonces eso me animó, porque comprendí que lo importante era tener algo que decir y no solamente tener voz de locutor. Obviamente, como en todo proceso o experiencia nueva, estuve atento a incorporar nuevos aprendizajes. Y me dijeron otra cosa: la audiencia se acostumbra a una voz y no está evaluando una dicción. Al periodista lo quiere tal cual es. En LT 41 lo conocí a Valentín Ibarra. Y hablando con él y otros más, siempre surgía el tema de hacer una radio propia. La idea fue creciendo, con el anhelo de hacer una FM periodística entera y que era la idea de “máxima”. En 2003 la plasmamos en la realidad y así nació Radio Máxima, coincidente o contemporánea con la lucha contra las papeleras, y pusimos la radio a disposición de esa lucha más allá de si estábamos o no de acuerdo con determinadas decisiones o estrategias. La idea fue: podemos disentir, pero apoyamos todas las decisiones.

 

-Con Radio Máxima también nace otra experiencia más allá del ejercicio del periodismo: la del empresario, el responsable por las fuentes laborales.

-Es evidente que se ejerce otra responsabilidad. Lo nuestro es una Pymes. De todos modos, más que empresario, me defino como un periodista con radio.

 

-Hay que convenir que son pocos los periodistas que son dueños de medios.

-Es verdad. Hay muchos empresarios que arman medios y pocos periodistas que se animan a hacer su propia empresa. Por otro lado, los medios siempre han sido un factor de poder, especialmente poder político y económico. Que nadie se asuste: los radicales tenían El Diario de Paraná.

 

-Y en medio de la experiencia de pasar de lo gráfico a la radio, apareció internet.

-Así es. Y esa tecnología nos interpeló sino teníamos que aprender todo de nuevo. Es evidente que estamos en una revolución comunicacional insospechada porque todavía no terminó de bajar la ola. Y con esa aparición me pregunté si teníamos que aprender a hacer periodismo de nuevo. Luego me di cuenta que no era así, que en todo caso había que aprender a utilizar las nuevas herramientas porque el periodismo, en su esencia, seguía siendo lo mismo más allá de sus adaptaciones.

 

-Son formas, no fondos.

-Pienso que sí. Me imagino a mi viejo que llegó de Italia en la década del ’50 y que tal vez debió esperar años hasta tener en sus manos una carta de un ser querido. Y ahora, yo hablo con mi prima e incluso hacemos video conferencia y nos vemos. Es una paradoja de nuestro tiempo, porque a mayores posibilidades tecnológicas para comunicarnos, más nos aislamos. Hay que dimensionar que hoy en un celular se tiene casi todo: internet, despertador, archivos, cámara de fotos y de filmación, correos electrónicos, acceso a bibliotecas, a archivos… en fin, a casi todo. Solo es cuestión de saber buscar. Es impresionante esa situación y me cuesta dimensionar el impacto que está teniendo en nuestra cultura y la influencia que tendrá en el futuro. Lo que sí sé es que me molesta –porque no lo comprendo- que una pareja de novios o un grupo de amigos, estén sentados todos en una misma mesa y cada uno con su celular, distante unos de otros a pesar de estar juntos. No interpretan que se faltan el respeto, aceptan que la vida es así. Me parece que no debe ser así la vida.

 

-Más allá de la tecnología, cómo usted evita el ser saturado por una información cada vez más invasiva y al mismo tiempo cada vez más falsa o con una presencia que impide ejercer la reflexión. Una contaminación de la que poco se habla en términos de construir comunidad. En medio del aturdimiento es difícil detectar una voz clara.

-Hay que aprender a interpretar el mundo y para ello hay que aprender a hacerse amigo de la lectura de libros. El segundo libro que escribí en 1997 se llamó “El periodismo del show: la censura moderna”. Era pre internet y ya hablaba de la sobre información que nos impedía discernir lo que era importante. Incluso en la actualidad casi todas las operaciones de prensa ni siquiera sobreviven a la jornada, porque a la noche ya fue desmentido o contradicho por los hechos. Todo “ya fue”. Creo que así están manejando a las sociedades. Por otro lado, me preocupa la falta de horizonte que genera la sobre información (que desinforma en realidad). Todo parece tan fugaz.

 

-Va marcando si se quiere como preocupaciones.

-Sí. Son muchas, desde el avance de las drogas hasta las adicciones en sus variadas formas. Y, claro está, la contaminación. Entiendo que la contaminación es la enfermedad de grandes negocios y las personas no siempre sabemos defender nuestra salud. Hay que entender que detrás de toda lucha contra la contaminación hay una defensa de la salud. Es necesario tomar consciencia que por la contaminación se mueren personas antes de su tiempo natural.

 

-Es tremendo. Pero, especialmente los intereses agropecuarios, defendidos en la Mesa del Campo, se empecinan en hacerle creer a la sociedad que se puede generar alimentos en base a venenos. La referencia es clara a los agrotóxicos: ¿qué parte de la palabra “tóxico” no se entiende que es veneno?

-Y para males, nos quieren hacer creer que es normal que así sea. Nos quieren hacer creer que el mundo es así y que nada se puede hacer. Paradójicamente, Gualeguaychú es una comunidad muy movilizada. Daniel Irigoyen, lo vuelvo a citar por segunda vez, era el que más veía a la ciudad hacia el futuro. Recuerdo que me decía: “No sabés cómo va a quedar la Avenida Parque”, cuando ni siquiera me la podía imaginar. O cuando me decía que su sueño era que todos los vecinos tuvieran la conexión de sus viviendas a la red de agua potable y a las cloacas y hoy la ciudad es una de las que más alto porcentaje de conexión tiene a nivel país. Y del mismo modo me advertía que era una ciudad difícil, porque era muy demandante y me aclaraba: “En el fondo me encanta”. Y seguidamente me ilustraba que estaba inaugurando una obra, y los vecinos ya le preguntaban por la siguiente. Lamentablemente, la dirigencia en general, sea política, económica, industrial, comercial, no suelen darnos importancia a los comunicadores locales.

 

- ¿Puede repetir ese concepto?

-La dirigencia política, económica, industrial, comercial, no suelen darnos importancia a los comunicadores locales, no nos dan a los comunicadores la importancia de lo que le podríamos aportar para potenciar sus emprendimientos. Nos minimizan y así, lo que debería expandirse, no lo hace. En otras palabras, no se valora la comunicación como se debería. Y a todos los sectores de la sociedad le hace falta comunicación. Sin embargo, en las grandes cruzadas, en los momentos críticos de la historia, el periodismo ha sido la punta de lanza para dinamizar a la comunidad.

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