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Diario El Argentinomartes 23 de abril de 2024
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“Hoy estoy triste”: la carta de la docente que se hizo viral en las redes

“Hoy estoy triste”: la carta de la docente que se hizo viral en las redes

Tatiana De La Cruz, autora de la carta “Hoy estoy triste” (fotografía: @nomishoot)


Carolina Otero Loss

EL ARGENTINO

 

Tatiana De La Cruz, nacida en Urdinarrain  escribió una profunda carta que llegó al corazón de quienes la compartieron. La autora de la carta “Hoy estoy triste” estudió y es docente en la ciudad de Gualeguaychú. Actualmente, ejerce en cinco escuelas de la ciudad.

En su narración invita a la sociedad a reflexionar sobre la presencialidad, los protocolos y el compromiso de la comunidad, como así también la falta de empatía hacia los docentes: “Escuelas abiertas sí, pero con responsabilidad. En caso contrario, aunque me duela en el alma, prefiero seguir educando desde casa” expresó Tatiana.  

En su carta, la docente, expresa la tristeza que le produce que la gente no piense en el otro y narra una situación que le tocó vivir en primera persona. En ella narra: “La tristeza profunda vino después, al enterarme de que ese alumno fue a la escuela teniendo a ambos padres en su casa con hisopados positivos”.

EL ARGENTINO dialogó con Tatiana De La Cruz, la autora de la carta “Hoy estoy triste”  que tuvo decenas de likes y compartidos en los últimos días:

 

La entrevista

 

-En un fragmento de la carta expresas: "quizás la sociedad que exige escuelas abiertas, sigue sin comprender que el protocolo dentro de las escuelas no sirve de nada cuando afuera cada uno sigue su vida "normal" ". En este contexto ¿qué le dirías a aquellos siguen su vida sin tomar conciencia de que el Sistema Sanitario se encuentra colapsado y sobre todo a aquellos que a ojos cerrados exigen la presencialidad?

-Es algo que sufrimos muchos los docentes el año pasado y este también. Una parte de la sociedad decía que las clases virtuales no servían para nada y otra que, por ahí, nos obligaba a ir a las aulas teniendo como fundamento que nosotros estábamos de vacaciones o tranquilos en nuestras casas. Creo que la mayor parte de estos comentarios tienen que ver con el desconocimiento de la labor docente y el preconcepto que se tiene del espacio escuela, la escuela es el edificio, pero también la gente que hace la escuela. Entonces ¿Por qué no se puede aprender fuera de la escuela?

El año pasado, en mi experiencia, trabajando en cinco escuelas, creo que los chicos aprendieron. No sé si en la cantidad que se aprende en la presencialidad, pero aprendieron. Este año, las decisiones políticas fueron otras y pudimos volver a la presencialidad. Cuando se nos preguntó desde los gremios, yo elegí la presencialidad porque creo que los chicos necesitaban el contacto. Pero, sabía que la presencialidad implicaba un riesgo que yo decidí tomar, sé que no todos mis colegas pueden hacerlo (por diferentes motivos, como alguna enfermedad o por no tener la vacuna). La sociedad que nos obliga a esa presencialidad no tiene en cuenta esos factores y tampoco cuida la presencialidad que exige, como este caso que me tocó vivir. La escuela es segura, la escuela no contagia, contagia la gente que no cumple con los protocolos afuera.

 

- Por otra parte: ¿Qué te parece el retorno a la presencialidad con los protocolos de ventilación cruzada con tan bajas temperaturas? ¿Sentís que realmente se está pensando en los alumnos y los docentes?

-En invierno, se vuelve todo más complicado. Los chicos, literalmente, se mueren de frío en el aula. Me pasa más que nada en las escuelas públicas donde las condiciones de infraestructura no son tan buenas, donde obviamente no hay calefacción. Los chicos están temblando en el aula ¿se puede aprender con tanto frío? ¿Se puede aprender cuando ni siquiera sé cómo estar sentado del frío que estoy pasando? En la casa no tenían los medios para poder conectarse y comienza de nuevo la puja.

A veces, sinceramente creo que no se piensa en los alumnos y los docentes. Se piensa más en la presión social, en evitar este conflicto y que las familias salgan a exigir la presencialidad, pero no se piensa en la continuidad pedagógica. Es muy difícil mantenerla cuando los ves cada quince días a los chicos y hay que retomar el tema que vieron hace dos semanas. Entonces, creo que ese endiosamiento que hay hacia la presencialidad es porque es a lo que estamos acostumbrados. La realidad es que la función de la escuela y la forma de llegar a los chicos están cambiando enormemente y los chicos que tienen la posibilidad de acceso a la virtualidad, si pueden aprender. Diferente es el caso de aquellos que necesitan de ese contacto y esa presencialidad. Obviamente que el vínculo y el afecto no es lo mismo en la virtualidad, pero en este contexto de pandemia donde por ahí los números del Sistema Sanitario no son los mejores son cuestiones a considerar y seguir pensando.

-Para finalizar: ¿Qué palabras le dedicarías a aquellos que han divulgado por todos los medios que los docentes no están trabajando desde el año pasado?

-“Los profesores no han enseñado”, “se las pasaron de vacaciones”, “están pasándola bomba”, estas frases se fundan en el desconocimiento y también en el desprestigio que tiene la profesión docente desde hace largo tiempo.  “Los docentes que no quieren ir a la presencialidad no tienen vocación” ahí tenemos que pensar la vocación, yo amo ser docente, pero tampoco voy a permitir que se violen algunos derechos. Hay que entender desde lo social y la familia el tiempo extra que conlleva la virtualidad o la bimodalidad. Una cosa es la virtualidad del año pasado donde uno podía seguir un ritmo, si los recursos virtuales lo permitían con el grupo completo. Otra cosa muy diferente es la bimodalidad, donde tenés que trabajar virtualmente con una burbuja y en la presencialidad con la otra. 

Hoy, la enseñanza se puede dar fuera de la escuela. Los chicos aprenden con videos, con Google, con tutoriales y eso es a lo que apunta este nuevo camino de la educación, que por suerte vino para quedarse. La pandemia además de todo lo negativo que trajo, proporcionó algo positivo que es poner en tela de juicio todo lo que veníamos haciendo los docentes, los alumnos e invitarnos a reflexionar sobre los roles, sobre el docente como constructor de contenido y el alumno que también lo es. Pensar en que cuando acabe la pandemia vamos a volver a dar clases como antes, sería caer en un error y no haber entendido que en realidad esto que estamos viviendo es la transformación que necesitaba la escuela de hoy, la escuela del siglo XXI.

 

LA CARTA

Hoy estoy triste.

Esta semana pudimos, después de un largo tiempo de virtualidad, volver a las aulas. El lugar donde me siento plena y feliz. Sabía que esa vuelta implicaba un riesgo, decidí tomarlo asumiendo que los protocolos eran seguros, asumiendo que del lado de las familias se exigía la presencialidad, por lo tanto, la estarían cuidando tanto como yo.

El viernes a la noche me avisaron que debía aislarme por posible sospechoso de un alumno. Sinceramente lo tomé con tranquilidad, sabía que era uno de los posibles riesgos que debo asumir al estar en contacto constante con 18 burbujas en diferentes escuelas (además ya me había aislado dos veces por la misma situación). La tristeza profunda vino después, al enterarme de que ese alumno fue a la escuela teniendo a ambos padres en su casa con hisopados positivos. No lo podía creer. Y ahí aparecieron los "quizá". Quizá fui demasiado ilusa, quizá no pensé en que todavía hay inconsciencia y falta de empatía social. Quizá confié demasiado en la responsabilidad individual... Quizá la sociedad que exige las escuelas abiertas, sigue sin comprender que el protocolo dentro de las escuelas no sirve de nada cuando afuera cada uno sigue con su vida "normal". Quizá los números de la UTI no alarmen a nadie.

Quizá...

Este posteo no es para "victimizarme", ni mucho menos, sino para que de verdad seamos responsables de nuestros actos, que cuidemos y valoremos realmente la presencialidad que tanto extrañamos el año pasado. Nuestros actos no son individuales, repercuten en todos los que tratamos a duras penas de continuar con la escolaridad.

Escuelas abiertas sí, pero con responsabilidad. En caso contrario, aunque me duela en el alma, prefiero seguir educando desde casa.

 

 

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