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Colaboraciones

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La tabla de la carne

La tabla de la carne

Amalia Doello Verme (*)


Yo creo sin temor a equivocarme que en ningún hogar falta la tabla de picar la carne o de picar la cebolla y cualquier otro producto que deba ser trozado.

En la actualidad se usan diferentes tablas para evitar contaminaciones (por ejemplo: celiaquía y otras enfermedades).

La tabla para el queso, otra para la fruta, todas de diferentes materiales y formas.

En mi casa había una sola tabla y en ella se realizaban todos los procedimientos que fueran necesarios: cortar, picar, etcétera.

Recuerdo y me parece que lo veo a mi papá cortando sobre la tabla bastones de mortadela que era su fiambre favorito. Nuestra mamá cortaba rodajas de pan francés y repartía el oloroso y exquisito fiambre.

¡Esta era una picadita a media tarde!

-¡Tráiganme la tabla grande que el papá dejó en la parrilla!

¡Mágicas palabras! significaban que mi mamá haría una comida que nos gustaba a todos.

Sobre la tabla cortaba churrasco de hígado que luego colocaba en una sartén con cebolla, perejil, ajo y hasta trocitos de panceta, para finalizar con cebolla de verdeo cortada chiquitita, tapaba la sartén y cuando todo se había cocinado era cuestión de poner la mesa y esperar el suculento plato acompañado de puré de zapallo y papa.

En esta ocasión la tabla recibía un baldazo con agua caliente y la mesa también recibía lo suyo.

Quizás de los utensilios de cocina, la tabla de la carne es la que menos prensa tiene, sin embargo, en el paisaje de la cocina ocupa un lugar importantísimo. Cada familia reserva un lugar donde dejarla descansar.

También están las tablas redondas donde se corta la pizza y se pueden presentar en la mesa para que los comensales se sirvan.

A su vez existen tablitas individuales de madera, las cuales son las más usadas al momento de los encuentros, como por ejemplo las peñas.

En los establecimientos rurales se acostumbra a tener tres o cuatro tablas porque cuando hay carneada se necesitan para separar los distintos cortes.

A su vez allí, se procedía a realizar los diferentes embutidos, para ello se colocaba en la punta del tablón una máquina que nos sorprendía por la utilidad que prestaba, con tornillos la sujetaban para que no se moviera y una vez bien firme comenzaba el laboreo para hacer los embutidos.

Esta máquina con forma de torpedo tenía un cuerpo robusto, seguramente era de hierro, y arriba tenía una “bocota” por dónde se suministraba la carne que se cortaba a cuchillo sobre una tabla y se iba colocando trozada.

Al girar una manivela salía por el frente la carne picadita, luego se procedía a condimentarla, se sacaba el frente de la máquina y se colocaba un pico al cual se adosaban metros de tripa lavada y dejada en agua varias horas. Serían las que recibirían la carne que se volvía a colocar por la boca de la máquina, los baqueanos sabían cuándo debían atar con piola bien fuerte para formar los chorizos, longanizas, demás embutidos que terminarían en la parrilla para el disfrute de los comensales.

Te invito a que observes qué tablas hay en tu casa y que a través de ella puedas rememorar alguna historia en la cual haya sido la protagonista de manera silenciosa.

 

(*) Amalia Doello Verme decidió en esta pandemia traer e la memoria “muchas de las historias vividas, y me pareció que sería bueno compartirlas con los vecinos que fueron protagonistas de estos relatos”, sostiene la autora y agrega: “Mi intención es sacarles una sonrisa y hacerlos viajar en el tiempo para revivir de alguna manera momentos dramáticos y otros humorísticos”.

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