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Opinión

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El problema no es la economía, es el Gobierno

El problema no es la economía, es el Gobierno

En pos del relato, creyó en estadísticas que no existían y gran parte del electorado se lo hizo saber con singular rigor en casi todo el país


Por Roberto Cachanosky

 

Uno de los tantos problemas que tiene el Gobierno es que no solo inventa un relato para decir en sus discursos públicos, sino también las estadísticas que contradicen los datos oficiales, los cuales parece que termina comprando, al punto que cree que son verdaderos.

Por ejemplo, a escasos cinco días de las elecciones, la candidata a diputada nacional por la provincia de Buenos Aires por el Frente de Todos, Victoria Tolosa Paz, decía por televisión, sin que se le moviera un pelo, que el empleo privado se estaba recuperando, cuando en junio respecto a mayo los puestos de trabajo en el sector privado formal en relación de dependencia seguían cayendo y estaban 164.400 posiciones menos que en febrero de 2020 y 169.100 inferior a los de noviembre de 2019, que por cierto fue un año recesivo, según datos del Ministerio de Trabajo.

Obviamente, el adverso resultado electoral del kirchnerismo del último domingo no debe responder a un solo factor. La foto festejando un cumpleaños mientras todos estaban encerrados en cuarentena debe haber colmado la gota que rebalsó el vaso, pero tal vez la “cuarentena eterna” haya sido uno de los factores que más conspiraron contra el gobierno por la destrucción de puestos de trabajo.

El aislamiento irracional y prepotente golpeó muy fuerte en mucho de los propios votantes del kirchnerismo que no son solo los que reciben planes sociales. También afectó a pequeños comerciantes como el negocio de zapatos del barrio, el de ropa, el kiosco, el remisero, el taxista, al mozo del bar y del restaurante que vive de sus propinas y el listado sigue con el amplio segmento de la industria del turismo y los trabajadores informales.

De ahí que en dos meses debería ocurrir un milagro para que la economía se recupere y la población en general perciba un fuerte alivio en sus presupuestos y expectativas, tanto en materia de desaceleración de la inflación como en la posibilidad de recuperar puestos de trabajo perdidos.

La realidad es que eso no va a ocurrir. En materia de precios el Gobierno ya está utilizando todos los artilugios posibles para disimular el impacto inflacionario de la emisión monetaria. Desde el atraso de las tarifas de los servicios públicos y del tipo de cambio, hasta prohibir la exportación de carne para tener asado artificialmente barato en las carnicerías. Sólo le quedaría establecer controles de precios más estrictos, pero al costo de generar desabastecimiento, y alejar más el apoyo de los votantes.

 

Ley de Compre Argentino

 

El Presidente lanzó una “novedosa medida” ensayada mil veces sin resultados positivos, como es enviar al Congreso un proyecto de Ley de Compre Argentino. Al margen de tener un razonamiento que atrasa 40 años, creyendo que en las economías modernas los puestos de trabajo los generan la industria en vez del sector servicios, se trata de una propuesta que va a llevar un tiempo aprobarlo, y que no asegura resultados extraordinarios. O sea, se limita a formular un vago anuncio que no cambiará la situación del bolsillo de la gente en dos meses.

Tolosa Paz dijo también que el Gobierno tiene que cambiar las herramientas que está utilizando. Difícil saber a qué se refiere, pero de todas formas, ya no tiene herramientas.

Este es un gobierno que solo sabe hacer populismo, y para hacer populismo hace falta tener recursos. Esos recursos no existen y aún haciendo populismo se hundió electoralmente.

El dilema que se le presenta al gobierno es que Alberto Fernández tiene la imagen totalmente agotada y difícilmente pueda recuperar credibilidad luego de estos casi dos desastrosos años de gestión. Para colmo, tiene una alianza política con Cristina Fernández de Kirchner y La Cámpora que le impide atraer inversiones y el entusiasmo de los agentes económicos.

Un cambio de gabinete de ministros no lograría nada porque el problema no es Martín Guzmán, que por cierto es un ministro de Economía desdibujado, el problema es la coalición que hace incompatible su proyecto de poder político autocrático con la práctica de una sana política económica.

En el eventual caso que Alberto Fernández decidiera renunciar a la presidencia, nada para asustarse porque está previsto en la Constitución Nacional, y no tiene que ser un tabú analizar esa posibilidad, el reemplazo sería una Cristina Fernández de Kirchner que no sabría gobernar con escasez de recursos o un Sergio Massa que quedó tan golpeado políticamente como el Presidente. Ningún relevo es opción para recuperar la confianza.

Por tanto, solo le queda aguantar como pueda hasta noviembre para que las variables económicas no se le desborden más. Si logra ese objetivo, al gobierno le quedarán dos años más de mandato con baja credibilidad, y mucha “basura” barrida bajo la alfombra y sin escoba (recursos) para quitarla sin generar una crisis económica y social más profunda.

Es decir, está complicado en lo económico y en lo político, con un proceso que se retroalimenta y que lleva a un creciente desequilibrio monetario del Banco Central, con el inquietante aumento del stock de Leliq y Pases.

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