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Diario El Argentinojueves 18 de abril de 2024
Opinión

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Paredes Pintadas

Paredes Pintadas

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Por Waldemar Oscar von Hof (*)

 

Con los años nos hemos ido acostumbrando a las paredes pintadas con escritos, lemas y convocatorias de todo tipo. Existe hoy todo un arte en las grandes urbes que cataloga los grafitis y las pinturas callejeras como una expresión artística valida. Grupos callejeros y artistas han ido generando todo un código alrededor de las expresiones y es así como las paredes pintadas con grandes murales y o grafitis son respetadas y nadie escribe ni pinta sobre ellas.

A través del tiempo se fue generando un código y nos encontramos con dos tipos de “pintadas” las que pretenden ser arte y las que tienen incluidas un mensaje y un código críptico, como son los avisos entre tribus callejeras, que marcan su territorio mediante signos y símbolos que tan solo ellos conocen. También es conocido el hecho de que hay códigos de bandas que, con algunos signos, señales y símbolos, “marcan” casas, comercios o calles a las que se adjudican derechos.

Con sorpresa y con dolor descubrí, el sábado 18 de septiembre, que nuestro templo amaneció con una pintada en una de sus paredes. El símbolo y las letras escritas con un aerosol de color celeste no contienen inocencia ni ingenuidad.

La cruz esvástica que recuerda uno de los peores rostros de la humanidad y por eso tiene un trasfondo ideológico que una comunidad de bien y de paz, como la nuestra, nunca comulgará, ni coincidirá. La carga de violencia, la histórica discriminación y las consecuencias de racismo, dolor y sufrimiento, que ha generado esta ideología es inaceptable.

Hemos sido atacados como comunidad eclesial en Gualeguaychú, como Congregación de San Antonio que abarca a diez comunidades que están distribuidas en los departamentos de Gualeguaychú, (Urdinarrain), y Uruguay (Basavilbaso, Concepción del Uruguay) y Villaguay. Pero también fuimos agredido como iglesia que tiene una trayectoria y una presencia de más de 150 años en los tres países del Río de la Plata. Lo peor de todo es que la sociedad toda de Gualeguaychú fue agredida con esta pintada, que contiene un mensaje con el símbolo solar utilizado por Hitler como identificación, pero también una serie de letras, que en forma criptica, en un lenguaje urbano, acusan macabramente y posiblemente contiene la firma o una identificación del agresor.

En nuestros sermones, en nuestro trabajo, cuando salimos al encuentro de niños, jóvenes y ancianos y en el quehacer diacónico demostramos, a través de la historia y en el día a día, que no comulgamos con esta manera de pensar. Nuestro evangelio está fundamentado en Jesucristo y sobre todo en su predicamento sobre la paz.

Al descubrir el mensaje inmediatamente dispuse que se tape con pintura, pero no para borrar el hecho, si no para que este símbolo, tan agresivo, no siga siendo un llamado y una provocación a la violencia.

En mi sermón ante la comunidad he solicitado una denuncia pública, y le agradezco estos días que me han dado, para seguir pensando en qué y cómo decirlo. Hoy salgo vehementemente a repudiar este acto y este hecho. Anhelo -y estoy seguro de que así será- la sociedad nos acompañe en este repudio.

Pero, sobre todo anhelo que la persona o la agrupación que realizó esta pintura ofensiva realice una profunda reflexión y un arrepentimiento para poder soñar y creer en un mundo donde las violencias y los sectarismos ya no tengan lugar. El papa Juan Pablo II ha sido claro en su gesto de perdón hacia su agresor que intentó asesinarlo, pero requirió su arrepentimiento y un gesto de cambio. Quiero pensar en esta misma línea, todo agresor merece el perdón, pero debe haber un reconocimiento y también un arrepentimiento, con una consecuente expresión de cambio, que es lo que necesitamos en la sociedad. Hago un llamado a que trabajemos en conjunto y que seamos educadores, a partir de hechos de esta categoría, para que nuestra sociedad, nuestro Gualeguaychú y nuestro país entero salga fortalecido y encuentre un camino de profundización en el camino de la paz y en la construcción por una república más democrática.

 

(*) Waldemar Oscar von Hof es pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata.

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