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El valor de lo pequeño

El valor de lo pequeño

Por Waldemar Oscar von Hof (*) Especial para EL ARGENTINO


El hecho de encontrar una moneda por la calle siempre me produce una gran alegría. Más allá del valor de la moneda, el simple hecho de encontrarla, me genera esa movilización de emociones muy profundas. De niño buscaba monedas en los patios y en las calles para alimentar a mi pequeña colección que se fue conformando con algunos regalos de mis mayores, pero en general por el hecho de encontrarlas. Esto fue generando una amplia colección de monedas de la más variada procedencia, que no tenía un valor pecuniario, pero me generaba una enorme satisfacción.

En este domingo tenemos en nuestra agenda litúrgica la historia de la viuda que ofrenda en el templo sus dos últimas pequeñas monedas de cobre que le quedaban y que eran para su sustento (ver el Evangelio de San Marcos, Capítulo 12, versículos del 38 al 44). En la misma situación algunos ricos también ofrecían al cofre de las ofrendas sus monedas. Cuando Jesús hace la observación rescata el valor de la ofrenda de la viuda y desmerece el valor de los aportes de aquellos que tenían mucho y daban de lo que les sobraba. Es interesante que Jesús no se fija en el valor de la ofrenda si no en el acto de dar, en el valor que significa este hecho.

Los ricos daban mucho y la viuda pobre dio poco, pero en la comparación, los que daban mucho en realidad daban poco.  La viuda dio poco, pero al ser todo lo que tenía, dio mucho.

Jesús abre la pregunta: ¿Que damos cuando damos y porqué damos? Esto da lugar a una profunda reflexión sobre la ofrenda, las dadivas y las limosnas. Se puede ofrendar, es decir dar, para recibir. Es lo que desenmascara Jesús en relación a los que daban en grandes cantidades. Es la mirada de los ricos. Es lo que en el fondo estaba instalado en la edad media en relación a la venta de indulgencias por medio del dinero. Las personas obtenían perdón a partir del pago de una indulgencia ya sea para sí mismo o para alguno de sus ancestros fallecidos. Es lo que atacó duramente el monje benedictino Martin Lutero, Cuando el 31 de octubre de 1517 clava las 95 tesis en la puerta de la catedral de Wittemberg, en Alemania. Abre con ello la discusión que tuvo sus consecuencias a nivel teológico, social y político. Recientemente celebramos los 504 años de esta gesta.

En cambio, la viuda pudo dar porque sabía que ya tenía. Sabía, tenía conciencia, de que lo que poseía lo había recibido de Dios. Esto lo caracteriza muy bien el salmo que complementa la liturgia de la agenda de este evangelio. El salmo 146 afirma: “Feliz quien recibe ayuda del Dios de Jacob, quien pone su esperanza en el Señor su Dios. Él hizo cielo, tierra y mar, y todo lo que hay en ellos. Él siempre mantiene su palabra”. Dios creo y sostiene todo, de él recibimos todo lo que somos y tenemos. La viuda no da para recibir, puede dar por que ya ha recibido.

Quiero poner la mirada en este gesto de la viuda y en la observación de Jesús que resalta lo pequeño y lo engrandece.

El sentido profundo de la ofrenda, del dar limosnas, del compartir un pedazo de pan o de ser un poco solidario, es agradecer donando, por saber que todo lo hemos recibido, pero no por nuestro esfuerzo y merecimiento, sino por regalo, gracia y donación de Dios.

Seguramente, a partir de pequeños gestos, como el de la viuda, ponderado por Jesús, nuestro mundo se hará un poco más justo, más equitativo y más solidario. Es cierto también que este Reino de Dios, que es pequeño, casi invisible, se hará visible y cada día más real entre nosotros. El Dios en quien confió la viudita es el Dios generador de abundancia, que reordena una y otra vez al cosmos para que genere, produzca y se equilibre.

Confiemos un poco más en este Dios, así como la viuda pudo confiar, porque es un Dios que regala, que provee abundancia y con el no hay carencia. Confiar en este Dios es como encontrar monedas, no importa el valor, lo que importa es la alegría de haber recibido algo, que podemos guardar o por el contrario compartir, donar u ofrendar.

 

(*) Waldemar Oscar von Hof es pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata y escritor.

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