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Diario El Argentinoviernes 19 de abril de 2024
Opinión

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Agrotóxicos

Agrotóxicos

Por Ivana Orsingher (*)


Escribo desde una pequeña ciudad llamada Basavilbaso, una ciudad rodeada de campos, los cuales no precisamente son verdes, ni se esconden entre ellos la flora y fauna nativa, tampoco son éstos un lugar para escapar del ruido de la ciudad.

El reciente 30 de noviembre quedará en la memoria del pueblo basavilbasense como un día marcado por el dolor y la impotencia: Sofía, la niña de cuatro años, que todo el pueblo acompañó en el transcurso de su enfermedad, falleció.

A menudo solemos escuchar que el cáncer es una enfermedad silenciosa y cruel, difícilmente esta caracterización aplique esta vez, porque el cáncer con el cual “Sofi” fue diagnosticada “Neuroblastoma en estadío cuatro”, es un grito vivo lanzado directo a la cara de quienes sostienen el modelo agroindustrial que cultiva transgénicos, utilizando para ello, agrotóxicos.

Eliana Tacchi, mamá de Sofía, denunció desde el Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez que, “en la sala de oncología resulta común encontrarse con familias de Entre Ríos”, se pregunta ¿por qué tanto niños/as con cáncer en nuestra provincia?

Pensar los procesos de salud-enfermedad, implica profundizar en los determinantes que hacen a los modos de enfermar. Es indudable que, siendo Argentina el país con la mayor aplicación de Glifosato por persona: 12 litros al año por cada uno de nosotros, siendo Entre Ríos -contaminados- una de las provincias más fumigadas del mundo, y teniendo los mayores índices del país con cáncer infantil, uno de los determinantes que no pueden dejarse de lado a la hora de pensar de qué nos enfermamos, son los Agrotóxicos.

En el año 2002 todos los vecinos/as del B° San José, el cual se ubica en uno de los extremos de la ciudad y limita con campos que se extienden hasta localidades vecinas, sufrieron las consecuencias del uso y la ejecución de herbicidas tóxicos por parte de propietarios agrarios.

 

Algunas vecinas rememoran sobre aquella vez:

“Mi mamá era una de las tantas que sufría las malditas fumigaciones, mi viejo cada vez que fumigaban, en frente de mi casa, salía corriendo con mi vieja al hospital, porque era asmática, y no podía soportar el olor al veneno, la llevaba al borde de la muerte. Pasaban fumigándonos las narices”.

 

“Mi tío vive en el barrio San José, tengo el recuerdo patente de ver como las avionetas fumigaban habiendo chicos afuera jugando. Recuerdo, un día estaba jugando con mi prima en el patio delantero, y mi tía nos entró a la casa porque estaba la avioneta fumigando, el olor era re fuerte, sentía que me ardía la nariz”.

 

“En ese tiempo se fumigaba ahí en el campito, a media cuadra de mi casa... después al tiempo empezaron a dejar unos metros de campo libre y fumigaban más alejado, pero de todas maneras el veneno llegaba igual, el olor es incomparable y si lo sentís, no hace falta que nadie te diga de qué se trata. (...) el olor, el olor queda presente. Me pasó de ir en la ruta en el auto y que ese olor me invada, el parabrisas quedó blanco, todo salpicado”.

 

Quizás estas vivencias desesperantes, nos sirvan para comprender y dimensionar que realmente respiramos agrotóxicos, tenemos herbicidas en nuestros cuerpos, en nuestra sangre, en la leche materna, y por supuesto, también en nuestros alimentos, suelos y ríos.

Desde el colectivo ambiental Basta es Basta, desde hace tres años se vienen desarrollando diferentes actividades para visibilizar y aportar soluciones a la problemática. Entre ellas, la exigencia al municipio de la urgente modificación de la ordenanza 33/2003, la cual indica una zona de resguardo a 200 metros, en consonancia con esto lanzaron una campaña para ampliar la zona de resguardo a 1.500 metros. El 12 de noviembre del 2020 presentaron al bloque opositor un proyecto de ordenanza para fomentar la agroecología, el cual fue rechazado por el HCD el 23 de diciembre del 2020. El pasado 25 de octubre el colectivo recibió denuncias de vecinos y vecinas por las derivas de la aplicación de agrotóxicos en diferentes puntos de la ciudad.

El colectivo remarca las distintas instancias de charlas informativas brindadas a las/os para concejales, innumerables reclamos y pedidos, cada uno de los cuales no ha tenido viabilidad política desde los organismos públicos y sus representantes.

Escribo desde Basavilbaso, una ciudad pequeña en la cual, la diversión de los niños/as en los barrios se mezcla entre avionetas que fumigan y los envenenan. Una ciudad de la cual, nadie podría hoy presumir que está libre de agrotóxicos.

La ciudad en la cual nació y murió Fabián Tomasi, incansable defensor de la verdad, por eso no imagino otra pedagogía mejor que la suya para continuar, o quizás para muchos/as comenzar, la lucha que nos permita otra forma de producción agraria, un consenso mínimo sobre la defensa de la vida, antes que los intereses del mercado y el poder.

 

Carta de Fabián dirigida a los niños de una escuela primaria de Basavilbaso:

Tengo que explicarles algo difícil porque ustedes son chicos y lo que tengo que contar no es muy lindo. Vieron que estoy enfermo. Y creo que saben por qué estoy enfermo. Algo saben. Yo trabajaba en las plantaciones de soja, mejor dicho, trabajaba con los aviones que fumigan la soja. Y pregunto: ¿saben por qué las fumigan? Fumigar es echar veneno sobre las plantas, pero veneno que no mata a la planta que quieren defender (la soja), sino a todo lo demás.

(...) El campo está lleno de hierbas que nacen y viven naturalmente, sin pedir permiso a nadie, pero como a los hombres que cultivan solo les interesa que crezca la soja, entonces esas hierbas… a las que llaman malezas, les molestan y por eso les echan veneno. Para matarlas. Cuando entré a trabajar yo no sabía lo que hacía. Y me gustaba el trabajo. Después me di cuenta.

“(...) Matar a todas las formas de vida que no nos gusta, está mal. Está mal matar a las perdices, a los cuises, a las margaritas, a los pájaros, y todo para que crezca un solo tipo de planta que les da dinero. Está mal, porque la tierra queda lastimada, porque la tierra necesita de todas las plantas y los pájaros y los bichos. Está mal.

 

(*) Este artículo de Opinión de Ivana Orsingher fue publicado originalmente en el portal de Análisis Digital.

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