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Diario El Argentinomiércoles 24 de abril de 2024
Opinión

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Un cierre de año cargado de incógnitas y expectativas

Un cierre de año cargado de incógnitas y expectativas

 Por  Gonzalo Arias


El inicio del último mes de un largo año marcado inicialmente por el recrudecimiento de la pandemia y el regreso de fuertes restricciones, luego por el avance de la vacunación y la mejora de la situación sanitaria, y además por los dos tiempos de la contienda electoral, parece estar signado por un clima de tensa calma y, ante todo, de expectativa ante las importantes e inminentes definiciones políticas y económicas que deben tomarse en el corto plazo.

Aunque el 2022 parece estar a la vuelta de la esquina, sabemos que un mes en Argentina, y especialmente si ese mes es diciembre, puede ser mucho tiempo.

En primer lugar, en pocos días se renovará finalmente un tercio de la Cámara de Senadores y la mitad de la Cámara de Diputados, y los legisladores electos tras la contienda electoral asumirán sus bancas. Pero antes, resta por ver si asistiremos a las maratónicas sesiones previas al cambio de composición del Congreso, que ya son clásicas en el folklore legislativo. Los ojos parecen estar puestos en el Senado, donde ante la inminente pérdida del quórum propio el oficialismo tiene intenciones de ratificar la totalidad o al menos parte de los 116 decretos de Alberto Fernández que ya tuvieron dictamen en la Comisión Bicameral de Trámite Legislativo, blindándolos así de cualquier posible rechazo a futuro. Mientras, en Diputados una última sesión con la composición actual parece ya poco probable, por lo que todos los proyectos que habían conseguido dictamen de comisión, por ejemplo la Ley de Envases y la de Humedales, nombrada como una promesa en la campaña del Sí, volverán a foja 0.

Luego de la jura de los nuevos legisladores, habrá que estar atentos también a las composiciones finales de los bloques y de los interbloques, lo que a su vez definirá las relaciones de fuerzas en la integración de las comisiones parlamentarias y sus presidencias, algo no menor para la futura dinámica legislativa. Sabremos entonces, por ejemplo, si finalmente algunos senadores peronistas concretarán su amenaza y conformarán un bloque propio en una demostración de fuerza hacia la vicepresidenta, aunque sin abandonar el interbloque del Frente de Todos. Mientras, en la Cámara baja, donde la dispersión es más notoria, conoceremos entre otras cuestiones si finalmente Monzó, Stolbizer y algunos otros diputados conformarán también un espacio propio aunque integrado a Juntos por el Cambio, y además cómo quedará la conformación del Interbloque Federal, un espacio que será clave en las futuras negociaciones ante la dificultad tanto para el oficialismo como para la oposición de alcanzar los números con los propios miembros.

Pero más allá de su integración, deberán definirse asimismo las autoridades, tanto de los bloques e interbloques políticos como de las propias Cámaras. La disputa más candente que ya estalló hace pocos días parece darse por la conducción tanto del bloque radical como del interbloque Juntos por el Cambio de la Cámara de Diputados. Hasta ahora, Mario Negri, pese a su derrota electoral, parece haber resistido a la rebelión interna encabezada por Yacobitti y Lousteau, y todo indica que continuará en la Presidencia del bloque del partido centenario. El apoyo brindado al cordobés por Carrió, además de tensionar aún más la interna partidaria, parece asegurarle también la continuidad en la conducción del interbloque. En el medio, Larreta quedó atrapado en el fuego cruzado y por un momento pareció peligrar la aprobación en la legislatura porteña de la rezonificación de Costa Salguero y otros 11 convenios urbanísticos, aunque finalmente consiguió con modificaciones menores el apoyo radical.

Mientras, con menos ruido pero los mismos niveles de intensidad, sigue abierta la disputa por la conducción del bloque radical en el Senado, aunque todo apunta a que continuaría bajo el mando del formoseño Naidenoff, aunque no así la conducción del interbloque de Juntos por el Cambio, que reclama Cornejo para mantener un atril de resonancia nacional en su desembarco en la Cámara alta. A esta contienda hay que sumar la reciente e inesperada irrupción de la flamante Senadora por Santa Fe, Carolina Losada, que podría arrebatarle la vicepresidencia de la Cámara a Lousteau. En contraste a esta ruidosa novela protagonizada por la oposición, el interbloque Frente de Todos tanto en la Cámara alta como en la Cámara baja parece apostar por la continuidad de sus autoridades, y todo indica que no habrá sorpresas de último momento.

Pero si estas disputas palaciegas no le quitan el sueño casi a ningún ciudadano argentino, lo cierto es que hay temas sustanciales muy relevantes a la espera de ser debatidos luego del recambio parlamentario. Especialmente la Ley de Presupuesto para el año 2022, que ingresó a mediados de septiembre pero no tuvo aún ni la tradicional presentación en comisiones por parte del ministro de Economía, y seguramente sufrirá modificaciones relevantes. También está en agenda el anunciado Plan Plurianual que el Presidente va a enviar al Congreso en estos días, cuyo contenido hasta ahora es una gran incógnita. El tratamiento de ambos proyectos antes de fin de año será clave no solo como prueba de fuego de la nueva dinámica política del futuro Congreso, sino también a la hora de enviar señales a los diversos actores económicos y modelar expectativas, a la par que pueden devolver la iniciativa a un oficialismo que es acusado reiteradamente desde diversos sectores de no tener un plan y un rumbo económico claros.

Más allá de estas dos iniciativas clave, otros proyectos económicos presentados en su momento con grandes anuncios al calor de la campaña electoral parecen haber quedado definitiva o momentáneamente en el tintero, como por ejemplo la Ley de Hidrocarburos, el régimen de fomento al desarrollo agroindustrial federal y la ley de promoción de inversiones en la industria automotriz. Lo cierto es que más allá de la prórroga de las sesiones ordinarias hasta el 31 de diciembre, considerando la necesidad de dar el debate en ambas Cámaras, tanto en comisiones como en la sesión, el tiempo ya es muy escaso.

Y a la hora de dar parámetros económicos que brinden algo de certidumbre y definiciones claves sobre temas como el déficit fiscal y el tipo de cambio, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional es la gran cuenta pendiente que, como una novela interminable, nunca parece tener un final cercano. En los últimos días se sumaron nuevos capítulos, en primer lugar con las declaraciones de la Vicepresidenta, que con su ya tradicional estilo epistolar rompió un largo silencio y se encargó de dejar en claro que la definición del acuerdo la tiene el Presidente, en un gesto que mientras algunos consideraron de respaldo, otros ven como un deslinde de responsabilidades.

Desde el arco opositor, Juntos por el Cambio se mantiene a la expectativa de definiciones más claras para fijar posiciones concretas, pero dada su responsabilidad como la fuerza política que tomó el préstamo más importante de la historia del organismo con un calendario de vencimientos que puede ahogar completamente las reservas, y las consecuencias negativas que conllevarían no acordar, el acompañamiento parece ser muy probable.

Mientras tanto, el clima económico y social continúa marcado por una permanente sensación de incertidumbre, que como un velo opaco cubre los intentos oficialistas de transmitir algunos números e indicadores positivos que reflejan una recuperación del nivel del empleo, del salario y de la actividad. Algunas medidas del propio gobierno contribuyen a profundizar la preocupación, por ejemplo la prohibición de la compra en cuotas de pasajes y servicios turísticos en el exterior, una medida que tanto para quienes la acompañaron como para quienes la demonizaron refleja un serio problema: quedan pocos dólares. Otra decisión relacionada con la obligación de los bancos de reducir su posición en moneda extranjera generó incluso falsas noticias de un corralito, que perjudicaron las reservas del central. Con este clima enrarecido, la propia portavoz del gobierno debió salir a aclarar que no existen motivos para una devaluación. A todo esto se suma la continuidad de los ya clásicos cruces y cortocircuitos al interior de la coalición oficialista, reflejados esta vez en la salida de Débora Giorgi, que tampoco contribuyen a generar certezas sobre un plan económico.

En este escenario, las decisiones económicas postergadas hasta después de los reordenamientos políticos post electorales son más necesarias que nunca. En los próximos días, con el recambio en el congreso finalmente concretado, el Gobierno tiene la oportunidad de salir del laberinto de la incertidumbre, aplacar los cruces internos y terminar el año con algunas señales y definiciones claras que le permitan tomar aire e inaugurar una nueva etapa de cara a la segunda mitad del mandato. Con dos años por delante, todavía queda tiempo, aunque no demasiado.

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