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Diario El Argentinoviernes 19 de abril de 2024
Opinión

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Las contradicciones del Gobierno

Las contradicciones del Gobierno

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Por Carlos Leyba

 

 

Si no fuera que muchas cosas importantes dependen de ellos -más allá de la provocación perturbadora de algunos medios y muchos comunicadores- la palabras, declaraciones, gestos de quienes hacen “política”, sería para montar sketch humorísticos. Vale para la oposición y sus trifulcas; y para el oficialismo, cuyas insensateces nos cuestan más. Las otras son puro espectáculo. Por ahora.

La vocera del Gobierno, Gabriela Cerruti ha incorporado un acto vivo en continuado. Por falta de ensayo resulta continuamente desautorizada. A veces es desopilante. Ejemplos: dijo que el Gobierno no pretende aplicar una devaluación. Afirmó: “No existe la idea de ningún tipo de devaluación”. El presidente del BCRA dijo todo lo contrario. “En la medida que el proceso inflacionario lo permita, vamos a cambiar el paso devaluatorio que hemos tenido hasta ahora”. El Gobierno devalúa aunque por detrás de la inflación y espera que ésta pare para recuperar el atraso.

Decir “no existe la idea de ningún tipo de devaluación” revela desconocimiento de lo que hace su gobierno hace y de lo que quiere hacer. ¿O vocea a quienes critican al presidente del Banco Central? Gabriela Cerruti, confunde. Confirma la sabiduría del silencio cuando las palabras están de más.

Otra, Cerruti afirmó que no se pagará un bono de fin de año para jubilados. “No se está evaluando, no existe esa posibilidad en este momento”. Pero la directora de la Anses, Fernanda Raverta, dijo que el Gobierno evalúa un bono de fin de año para jubilados.

Vocera criolla, una afirmación, un error y una contestación. No habla bien de ella. Lo que no es importante. Pero habla mal del proceso de decisión del gobierno. Y eso es lo que revela.

Los errores o improvisaciones desnudan la confusión en el Gobierno. Habrá muchas causas posibles. Pero veamos una: La enorme cantidad de ministros, secretarios y subsecretarios, más asesores, más la planta supuestamente de carrera- de la Administración Central. Eso marca una falla de diseño en la organización.

Sencillo, no es posible un “acuerdo de gabinete” con dos decenas de ministros. La realidad y las decisiones de gobierno tienen multidimensionalidad. Y siempre -con la finalidad de evaluar las consecuencias y evitar que el remedio sea peor que la enfermedad- es imprescindible discutir desde las perspectivas que proveen cada ministro, cada área, las consecuencias de las normas a dictar o las de los problemas que aún no se han atendido.

Un ejemplo: ¿cómo se hubiera evaluado el cierre de las escuelas si, en lugar del protagonismo excluyente de los infectólogos y del Ministerio de Salud, hubieran participado los responsables de la educación?

Suponiendo jerarquías intelectuales parejas, consideraciones respetuosas por los saberes y responsabilidades de otros, seguramente las decisiones -que fueron inapelables habrían sido distintas.

 

Falta de debate

 

Hacer política pública siempre requiere el debate sobre las consecuencias.

Por ejemplo, no se trata sólo de la mirada financiera o macroeconómica, acerca del tipo de cambio sino también de la lectura desde el lado de la producción presente y futura.

La política pública es, además, un sistema de señales y la correcta verbalización de las mismas, exige una elaboración sistémica y nunca es buena una parcialidad dominante.

La calidad del gabinete, la agilidad de la comunicación, son parte de la garantía contra la inoperancia que hace décadas nos condena y revela la baja calidad y la gran molicie.

La mirada parcial siempre oculta parte de la realidad por aquello de que “nada es verdad, ni es mentira, sino según el color del cristal con que se mira”. Por eso para “mirar la realidad única” y las consecuencias, de la política se requiere de miradas desde distintos ángulos.

El “gabinete” y la racionalidad de la escala dependen del número de los participantes.

Seccionar la realidad en tantos pedacitos termina siendo un rompecabezas que, como todos sabemos, requiere tiempo, del que no disponemos en un país agobiado por la urgencia de soluciones antes que los problemas pasen a ser otros y lleguemos con la solución equivocada. Basta mirar la parsimonia del trato con el FMI.

 

Parte de la herencia

 

El diseño de la organización del gobierno es un error. Heredado por Alberto Fernández. Este aquelarre lo inventó una consultora contratada por Mauricio Macri. Eran tantos los ministerios que “el mejor equipo de los últimos 50 años” tenía como responsable del medio ambiente a un Rabino que se sorprendió cuando lo nombraron porque nunca se había ocupado de temas ambientales. Su honesta confesión trocó en ridículo cuando se disfrazó de planta: se hizo árbol.

A ese desorden conceptual, Alberto Fernández, le agregó el reparto por “lealtades” al interior de cada cartera.

Esta innovación le agregó el carácter contradictorio en la base y -en consecuencia- se le sumó a la inacción que esa organización fomenta, la contradicción entre las fuerzas lo que genera parálisis.

Tal vez por eso la vocera no aclara, sino que expone la contradicción: un gesto de transparencia.

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