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La marroquinería, una industria acostumbrada a caer y levantarse

La marroquinería, una industria acostumbrada a caer y levantarse

     


"Estamos constantemente empeñados en superar la calidad y aumentar la producción, como medio para poner nuestros productos al alcance de un público cada vez mayor y, asimismo, responder a las exigencias de los viajeros, cuyo número crece año a año".

Con esa desafiante confianza se expresaba a la revista Primera Plana en un lejano 1964 el director gerente de Primicia, Samuel Palonsky, sin sospechar que doce años más tarde comenzaría un proceso de desindustrialización que llevaría a su compañía y a todo el sector marroquinero a uno de los peores momentos de su historia.

La recuperación que se intentó llevar adelante con el restablecimiento de la democracia tuvo algunos logros, pero la industria marroquinera nunca pudo recuperar el esplendor y la presencia internacional de aquellos años.

Por lo pronto, hoy en la Argentina ya no se elaboran paraguas y hace tiempo que dejaron de fabricarse valijas, concentrándose el sector en manufacturas pequeñas y medianas de cuero y en algunas líneas de mochilas de material sintético.

En la actualidad, la Cámara Industrial de la Manufactura del Cuero y Afines de la República Argentina (CIMA) "representa a un universo de 150 a 200 empresas", informó a Télam su presidente, Rubén Pallone, a su vez titular de Denisse, una fábrica de carteras, bolsas, bandoleras, riñoneras y mochilas de la localidad bonaerense de Martín Coronado.

"Antes eran muchas más, en su gran mayoría en AMBA (en especial cerca del sur del conurbano, donde fue y en parte sigue siendo característica la presencia de curtiembres), una gran cantidad en la Ciudad de Buenos Aires y en el interior tenemos empresas en Córdoba, Santa Fe, Salta y no mucho más", reseñó.

La apertura económica establecida en tiempos de José Alfredo Martínez de Hoz en el Ministerio de Economía, agravada con una paridad cambiara que alentaba la importación y dificultaba las exportaciones, impactó al sector, que a su vez sufrió el perjuicio de la habilitación de exportaciones de cuero crudo, lo que lo dejó prácticamente desabastecido de su principal materia prima.

Eso derivó en el cierre de fábricas, la adaptación de algunos establecimientos a una nueva realidad en la que pasaron a combinar la producción y la importación, así como el traslado de algunas plantas a otros países.

Este último caso fue, precisamente, el de Primicia, con una fábrica de equipajes en Brasil, en el municipio paulista de Caieras, localizada sobre una avenida que recuerda a uno de los hermanos que fundó la compañía hace casi un siglo en Avellaneda: David Kasiztky.

La industria marroquinera tuvo un segundo impacto en la década de los '90, en la que "empezó a decaer, por importaciones y el plan de convertibilidad que hizo inviable las exportaciones", señaló Pallone, quien recuerda que "muchas empresas cerraron y nunca se volvió a recuperar ese nivel".

Pero en esa oportunidad, hubo un nuevo protagonista que aún no mostraba su poderío en los '70: China, que "hace todo a escala planetaria", plantea Pallone, así como la globalización de los mercados que torna difícil identificar la procedencia de determinados productos.

"En Europa, en particular Italia, han tenido que especializarse en productos de alta gama", indicó, aunque en muchos casos el "made in Italy" esconde la elaboración de un artículo con telas de un país, forro de otro, avíos de un tercero y confección de un cuarto.

La especialización fue el recurso adoptado por la mayoría de los países ante el avance chino en lo que respecta al material sintético, en un proceso de reconversión que dejó en todo el mundo un tendal de fábricas cerradas y personal especializado que debió recurrir a otras tareas.

La realidad por la que atraviesa la industria marroquinera argentina en la actual muestra un panorama con "una o dos empresas grandes, el resto con menos de cien empleados y un gran universo de micropymes, con un promedio de veinte trabajadores".

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