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Opinión

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El temor a un colapso cruza ahora al oficialismo y la oposición: una señal que desnuda la gravedad de la crisis

El temor a un colapso cruza ahora al oficialismo y la oposición: una señal que desnuda la gravedad de la crisis

Por Eduardo Aulicino


Silvina Batakis va camino a cumplir tres semanas de gestión sin un minuto de paz. El interrogante es si el final de Martín Guzmán -previsible por el largo desgaste y a la vez, intempestivo- agravó la crisis o desnudó su profundidad. El Gobierno descalifica ahora al ex ministro por los costos de su renuncia y por haber tratado de ocultar el verdadero cuadro económico, una especie de nueva y propia herencia. El dato significativo es la descripción alarmante que hace la nueva ministra ante sus colegas y más aún, el modo en que se lo deja trascender. Junto a eso, también en la oposición empieza a hablarse de la posibilidad de un colapso. Una novedad inquietante en el circuito de la política.

Nadie habla de un quiebre dramático en términos sociales. Al contrario, de manera elogiosa o crítica, es destacada la capacidad de contención de las organizaciones “piqueteras” aliadas del oficialismo -aún con señales de diferenciación crítica em algunos casos- y de las estructuras tradicionales del sindicalismo. En rigor, es más que eso: las sucesivas crisis han generado también un tejido solidario más amplio, con trabajo destacado de organizaciones barriales no partidarias y otras vinculadas a la Iglesia Católica y a las iglesias evangélicas.

 Pero el cambio en la evaluación política es notorio. Las sombras se proyectan sobre la economía y el terreno institucional. Hasta hace un mes, el análisis generalizado hablaba de un largo y desgastante proceso de crisis, una pendiente lenta pero sin freno. En los últimos días, hasta dirigentes moderados plantean en reserva sus temores sobre un colapso. En el ámbito del Gobierno circula el término “desesperante” para calificar el horizonte inmediato en materia de dólar, inflación y cuentas fiscales. Agregan que, en un par de meses, podría haber un cambio medianamente positivo. Es el costado “positivo” de la evaluación que transmiten al Presidente.

Ese panorama fue transmitido por Batakis a gobernadores peronistas y aliados en las modestas reuniones organizadas para darle sustento político a su gestión. Puede que, como sospechan algunos de sus interlocutores, sea además un modo de esterilizar reclamos de fondos o flexibilidad presupuestaria, incluso frente a señales del kirchnerismo que combinan el silencio con la decisión de tratar de avanzar en el tratamiento de proyectos que podrían complicar sus cuentas. Un ejemplo: alguna vuelta sobre el concepto de salario básico universal, parte además de la disputa doméstica con el Movimiento Evita y Somos Barrios de Pie.

La ministra tuvo algo así como dos momentos en sus primeras semanas al frente de Economía. Arrancó con una especie de declaración de lineamientos, en sintonía con el marco que sostenía Guzmán, al menos en el discurso: el “programa económico” definido por los compromisos con el FMI. Batakis “sobreactuó” ese papel, según se consideraba como expresión de cierta sorpresa interna, aún admitiendo la idea de un necesario mensaje para “tranquilizar a los mercados”. No tuvo demasiado eco y se sucedieron luego algunos anuncios y anticipos de medidas, acompañadas por el Banco Central, vinculadas al dólar y por ahora sin efecto de freno.

El concepto de sostén político terminó restringido a la interna, pero tampoco resultó sólido en ese terreno. La “tregua” planteada como base de la nueva gestión económica nació atada al silencio de Cristina Fernández de Kirchner, como un ejercicio de voluntad unilateral y no del conjunto de la coalición gobernante. La ex presidente se encargó además de aclarar que las reuniones con Alberto Fernández y también con Sergio Massa no debían ser traducidas como un aval a cada medida de la nueva ministra.

De manera llamativa, el Presidente repuso un discurso de sintonía alineada con el kirchnerismo, como gesto repetido a la interna. Salió a respaldar la última ofensiva de CFK sobre la Corte Suprema. Y volvió a dibujar un perfil de enemigo para darle énfasis a sus discursos en actos oficiales: incluyó una genérica alusión a los “especuladores” y una específica carga contra el sector ruralista. Todo atado al dólar y completado con un intento de amortiguar el impacto de la escalada de precios, con forzadas, increíbles referencias a la inflación en Estados Unidos y la Eurozona. Presentó el problema global como más grave que el local.

Es un problema de concepto y de sentido comunicacional. El Presidente se cierra en la interna con gestos y discursos que lo exponen negativamente hacia afuera y no amalgaman el frente doméstico. En ese contexto, las expectativas sólo pueden depender de las medidas concretas de Economía. Así, comienza un nuevo fin de semana con especulaciones sobre decisiones que, otra vez, deberían ser difundidas antes del lunes.

Esa reiteración agrega la carta de una reunión de Batakis con la conducción del FMI. Suspendido el viaje de Alberto Fernández para la bilateral con Joe Biden, se informó que, de todos modos, la ministra volará el fin de semana a Washington para su primer encuentro con Kristalina Georgieva.

Es una especie de vuelta al principio. El foco, entonces, queda colocado en la interna del oficialismo. Ese fue un frente abierto en continuado para Guzmán, esmerilado por el kirchnerismo y con la carga de sus desaciertos. Y es una debilidad que afecta el inicio de Batakis. Su antecesor mantuvo una buena y fluida relación con Georgieva, cerró el trato con el Fondo y antes, el acuerdo con los acreedores externos. El viaje de la nueva ministra es un gesto, incluso en la alternativa de tratar de flexibilizar los compromisos, pero no modificaría sustancialmente el cuadro local.

Las evaluaciones sobre una situación “desesperante” o el riesgo de colapso refieren a la gravedad de la crisis, pero antes que nada a los déficits políticos. Vale otro dato ilustrativo, asociado al viaje de la ministra: ni siquiera la frustrada bilateral del Presidente con Biden generaba similar expectativa entre los socios del oficialismo.

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