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Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
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Informe Especial

El Centro Integrador Comunitario

 El Centro Integrador  Comunitario

Cada iniciativa es un proyecto. Cada proyecto una participación. Cada participación una esperanza. Cada esperanza una realización. Cada realización el estímulo necesario para ir en busca de una nueva iniciativa. Eso es lo que se vive diariamente en el Centro Integrador Comunitario (CIC), ubicado en Pedro Perigan al 2.900.


Con una zona que abarca a casi diez mil personas, que viven en el cuadrante que conforman las calles Roffo hasta ruta nacional 14 y Urquiza hasta Alférez Sobral. ¿Qué es el CIC? Fundamentalmente un lugar de encuentro (un centro) entre la realidad y las posibilidades; entre el desarrollo y la integración; entre el vecino y su comunidad. “Cuando uno descubre el padecimiento del otro, el sufrimiento propio se torna pequeño”, esa es la filosofía que viven los integrantes de la mesa de gestión del CIC que son coordinados por Juanita Solís, una vecina del barrio Pitter, que levantó su casa con sus propias manos en un programa de autoconstrucción. El CIC Gualeguaychú fue inaugurado el 29 de noviembre de 2007, pero sólo fue un corte de cinta para presentar el edificio en sociedad. En realidad, comenzó a funcionar el 26 de mayo de 2008 con el servicio de salud; luego se incorporarían de manera paulativa –pero constante- las demás prestaciones: desarrollo e integración social, de gestión, talleres culturales, apoyo escolar y diversas instancias de participación comunitaria. Nadie discute la importancia del CIC, máxime en estos tiempos de pobreza y de falta de articulación para el desarrollo social. Nadie discute su estratégica capacidad de contención. Sin embargo, el 16 de diciembre realizarán el acto de colación de la EGB I, II y III, entregarán recordatorios y certificados a los adultos que pasaron por sus aulas; pero aún no cuentan con Bandera de Ceremonia. ¿Cómo celebrar una inversión millonaria en infraestructura y no contar con una Bandera de Ceremonia? Difícil. Sin embargo, los vecinos que hacen al Centro Integrador Comunitario si algo los caracteriza es la esperanza, es el creer en el otro, es el saber que juntos jamás quedarán desamparados. “Cuando hablamos de integración social los símbolos son importantes”, dice mate en mano y atendiendo innumerables consultas simultáneas, su coordinadora Juanita Solís. En el Centro Integrador Comunitario (CIC) de calle Perigán nadie es más que otro; pero cada uno tiene su lugar preponderante a la hora de afianzar las políticas sociales integradoras. Madres con sus hijos, sentadas en una cómoda como luminosa sala de espera, atentas al llamado de uno de los servicios médicos que atienden en el CIC. Padres de familias tramitando algún documento para sus hijos o siendo asesorados acerca de algún programa de desarrollo social. Mujeres en una sala amplia haciendo gimnasia; algunas con sus hijos en el cochecito compartiendo esa actividad. Jóvenes y adultos en un aula capacitándose en algún oficio o recuperando una escolaridad abandonada hace años. Familias dialogando con algún profesional para atender problemas de adicciones. Salones con un docente que está desarrollando un taller cultural. Madres que llegan desesperadas porque no tienen para la subsistencia diaria; otras que llegan de a pie, bolsa en mano, con algunas provisiones para sumar a la red solidaria que caracteriza a este Centro Integrador. Otras mujeres que traen sus ollas y elementos de cocina para un taller donde aprenden y enseñan al mismo tiempo cómo optimizar el alimento que se comparte en una mesa familiar. Todo eso ocurre al mismo tiempo, de manera simultánea. Sin superponer ni dispersar esfuerzos. Mientras eso ocurre, los niños juegan en un amplio patio inundado de sol, flanqueado por una huerta comunitaria. Cientos de personas cruzan diariamente el umbral del CIC en busca de un mejor destino. Cientos de personas se van del CIC sabiendo que ellos deben protagonizar los cambios. Y si alguno se queda en alguna actitud pasiva, ahí está el vecino, el coordinador, el tallerista, el profesional, la mesa de gestión, “los del CIC” instándolo a ser dueños de sus decisiones. Esa es otra constante. El corazón que hace latir el funcionamiento del CIC se llama Mesa de Gestión. Se trata de un ámbito que está integrado por vecinos y entre ellos eligen a su coordinador, que se encargará de articular los programas y gestionar ante los diversos organismos del Estado, principalmente el municipio y la provincia. En el CIC local esa responsabilidad recayó en Juanita Solís, quien resalta que “para llevar adelante las actividades se requiere de una constancia a prueba de todo”. “Sin la constancia nada podría lograr. Y en esto, sin caer en una mirada de género, tenemos que reconocer que las mujeres son mucho más sólidas que los hombres”. Y con el mismo énfasis subraya “pero los hombres que se acercan a colaborar con el CIC son de fierro”. # Los hijos del sol En el CIC se abrió un espacio de rehabilitación y contención para los que tienen alguna capacidad especial. Se trata de “Los hijos del sol”, donde no sólo encuentran tratamiento sino también sus padres aprenden cómo actuar cotidianamente para mejorar la calidad de vida. “Cada instancia que abrimos lo hacemos con el objetivo de lograr una mejor integración”, relatan en la mesa de gestión. Esa integración a veces requiere de atenciones urgentes en materia de asistencia, pero que luego derivan en prevención y promoción. “Y eso se logra con la participación comunitaria”, insisten los vecinos que integran la mesa de gestión. Pero nada es espontáneo. Ese método de trabajo se sostiene a través de una responsabilidad compartida entre el Estado y la propia comunidad; el sentido de justicia social, equidad, ética pública y saber trabajar en equipo. En ese marco, es justo reconocer que el CIC es un modelo de gestión que hace de una institución ya no una estructura rígida sino dinámica y movilizadora, que contribuye siempre a la participación de los propios vecinos. Está claro que el CIC es una institución pública, pero sin la participación de los vecinos –como protagonistas y no como actores de reparto- nada sería posible. “El desarrollo sólo lo entendemos cuando podemos decidir por nosotros mismos”, se animan desde la Mesa de Gestión. # Recuperando valores La presencia del CIC en Gualeguaychú fue clave. Hay que tener en cuenta que el antecedente inmediato no es grato en términos colectivos. En materia de comunidad se arrancó con una ruptura del tejido social casi sin precedentes en la ciudad. Y para colmo, las gestiones del Estado en términos de territorialidad eran tan fragmentadas como dispersas. Así, miles de familias se quedaban sin acceder a elementales programas sociales o sólo acudían a una instancia de asistencia cuando la situación estaba desbordada. Por eso una de las tareas más nobles que se desarrollan en el CIC es la reconstrucción del tejido social. “Claro que atendemos emergencias sociales. Por supuesto que estamos atentos a las necesidades elementales de cada vecino. Pero siempre proponemos que debemos ayudarnos entre todos: saber recibir es un aprendizaje, lo mismo que el saber dar”, relata Juanita Solís, para quien todo casi nunca alcanza. “Estoy orgullosa de la mesa de gestión. Son mujeres, madres, cada una con sus preocupaciones familiares; pero que siempre tienen tiempo para atender los problemas de los demás. Si algo hemos aprendido en el CIC es que nuestros problemas, por más graves que sean, son casi nada frente al sufrimiento del otro”, indicó. # Las áreas El CIC aborda la complejidad de la realidad desde diferentes áreas. Las más significativas son: atención en materia de salud a través de servicios clínicos, pediatría, enfermería, odontología, ginecología y obstetricia, nutrición, psicología, entre otros. También en el área social las actividades son intensas y variadas. Las más cotidianas son los certificados de supervivencia, de vecindad, ropero comunitario y diversos talleres que van desde cocina hasta el arte en sus múltiples expresiones, pasando por encuentros que tienen siempre como objetivo mejorar la calidad de vida. Así se inscriben los talleres de cocina y porcelana en frío; de arte libre; de lectura y escritura; de teatro; de gimnasia; de danza y baile (salsa y reggaetón) y de reciclado de botellas plásticas con salida laboral. En ese marco también hay que destacar el funcionamiento del Banquito de la Buena Fe y las instancias de capacitación laboral y de proyectos comunitarios que se realizan de manera constante durante el año. “Llevar adelante todas estas actividades requiere de una constancia permanente. Las reuniones de la mesa de gestión se realizan los martes a las 19 en el CIC y siempre tenemos las puertas abiertas para que nuevos vecinos se acerquen a compartir su realidad, a poner a disposición de los demás sus talentos, a colaborar para mejorar el barrio o simplemente a integrarse a una de las muchas propuestas que se organizan”, expresó Juanita. # A todo corazón En el CIC se valora mucho el esfuerzo de los profesionales médicos, no sólo porque son puntales clave en materia de prevención y promoción de hábitos saludables, sino porque han demostrado con creces un compromiso para revertir la realidad del barrio. Hay que tener en cuenta que dependen de un programa de la Nación y que se les adeuda varios meses de sueldo. No obstante, los horarios se cubren al pie de la letra y reciben a los pacientes con la mejor dedicación. ¿Por qué la Nación se atrasa por varios meses el pago de sueldos de profesionales clave en materia de integración y promoción? Nadie lo puede explicar sin ponerse colorado de la vergüenza. El CIC cuenta con un vehículo utilitario que es considerado indispensable para el desarrollo territorial y el seguimiento de los trámites y programas. En estos momentos está al servicio del área de Salud y Medio Ambiente de la Municipalidad a raíz de las inundaciones; pero más allá de estas contingencia es considerado esencial su prestación. “Sin la camioneta no podemos funcionar como corresponde, porque la zona que abarca el CIC es realmente grande, viven casi diez mil personas y constantemente tenemos que articular con otras áreas municipales”, resaltaron desde la mesa de gestión. El 22 de diciembre en el CIC se compartirá un pesebre viviente, que será aportado por los jóvenes del Barrio Obrero. “Nuestras necesidades son permanentes y múltiples, pero nunca descuidamos los aspectos que hacen a lo trascendente del valor de la familia”, indicó Juanita Solís. En ese contexto resaltó la importancia de la educación, de la participación en el desarrollo del barrio, en la participación de actividades culturales y no ser ajeno a las festividades colectivas como el Día del Niño, de la Familia, Navidad “y todas aquellas instancias que implica siempre una reflexión individual y colectiva”. “Ahora nos aprobaron un proyecto para ofrecer el servicio de estimulación temprana, que enriquecerá la propuesta de Hijos del Sol. Esto es importante porque las necesidades en ese aspecto son visibles en muchas familias del barrio”, resaltó la coordinadora del CIC. “Si algo nos caracteriza es que las capacitaciones o los subsidios o las ayudas que brindamos nunca se hacen tomando a la persona como actores pasivos. Para nuestra concepción, las políticas sociales se sustentan reconociendo el rol activo que tiene la familia: el abuelo, el padre, el hijo. Sólo así podemos superar las dificultades que muchas veces se presentan para acceder a un servicio o a un bien social o cultural”, recalcaron desde la mesa de gestión. Quizá la mayor proeza del CIC es la construcción cotidiana de un desarrollo territorial a partir de la actividad de los propios vecinos en la conquista de sus derechos y sus obligaciones. “Lo que estamos experimentando es que si fortalecemos el hoy y aquí, estaremos dando mayores herramientas para las generaciones futuras”, valoró Juanita Solís. Por Nahuel Maciel EL ARGENTINO ©

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