Colaboración
Malvinas
Hoy se conmemora el Día del Veterano de Guerra y de los caídos en Malvinas, celebración que fue instaurada el 22 de noviembre del año 2000 por ley 25370, y en el año 2006 se estableció el 2 de abril como feriado nacional inamovible, revestida la decisión de la importancia de la conmemoración.
Las fechas nos permiten mantener en una estructura lógica el recuerdo, tomar distancia para el análisis y organizar los hechos.
Pero la memoria es un proceso que involucra a la persona como entidad que siente, que se permite involucrarse con los hechos y conservarlos en un espacio en su interior y en el imaginario social, a través de la emoción y de las vivencias.
La memoria se construye todos los días, manteniendo vivo el recuerdo por elección, asumiendo las responsabilidades, considerando los aciertos y errores y transmitiendo los sucesos a las nuevas generaciones.
Muchos conservamos los recuerdos de aquél duro otoño del ’82, de los comunicados, de las banderitas argentinas con las islas dibujadas, de las imágenes de los casi adolescentes que con cierta inocencia e inconsciencia tal vez, hablaban de una guerra que no eligieron.
Muchos se emocionan y esbozan una sonrisa de satisfacción cuando recuerdan algún pullover tejido por la abuela, alguna joya vendida para colaborar en la gesta, alguna gorra que dejó de abrigar bajo estos cielos y remontó vuelo hacia los mares del sur, algún par de guantes que quiso dar abrigo a manos heladas. Con satisfacción por haber sido, de una forma u otra, parte del espíritu que envolvió aquellos meses y los hizo parte de la historia.
A la distancia quizá ya no importe si los objetos llegaron o no, si fueron testigos de la nieve o sólo quedaron en algún lugar estancados. A la distancia quizá sólo importe conservar el momento, el acto, la intención y el respeto. Conservar el compromiso que el pueblo puso en colaborar con una generación que tuvo que crecer de golpe.
Conservar el respeto por quienes cayeron convencidos de que estaban luchando por la soberanía del país y por quienes volvieron, casi escondidos, con la etiqueta de perdedores. Pero todos sabemos que ganaron más de lo que perdieron, ganaron el orgullo por haber apostado hasta lo último por defender a la Patria.
Ahora es nuestra responsabilidad lograr que ese orgullo crezca cada día y se conserve en la memoria, en la memoria sentida, en la memoria del corazón.
Analía Viviana Duarte
[email protected]
Pero la memoria es un proceso que involucra a la persona como entidad que siente, que se permite involucrarse con los hechos y conservarlos en un espacio en su interior y en el imaginario social, a través de la emoción y de las vivencias.
La memoria se construye todos los días, manteniendo vivo el recuerdo por elección, asumiendo las responsabilidades, considerando los aciertos y errores y transmitiendo los sucesos a las nuevas generaciones.
Muchos conservamos los recuerdos de aquél duro otoño del ’82, de los comunicados, de las banderitas argentinas con las islas dibujadas, de las imágenes de los casi adolescentes que con cierta inocencia e inconsciencia tal vez, hablaban de una guerra que no eligieron.
Muchos se emocionan y esbozan una sonrisa de satisfacción cuando recuerdan algún pullover tejido por la abuela, alguna joya vendida para colaborar en la gesta, alguna gorra que dejó de abrigar bajo estos cielos y remontó vuelo hacia los mares del sur, algún par de guantes que quiso dar abrigo a manos heladas. Con satisfacción por haber sido, de una forma u otra, parte del espíritu que envolvió aquellos meses y los hizo parte de la historia.
A la distancia quizá ya no importe si los objetos llegaron o no, si fueron testigos de la nieve o sólo quedaron en algún lugar estancados. A la distancia quizá sólo importe conservar el momento, el acto, la intención y el respeto. Conservar el compromiso que el pueblo puso en colaborar con una generación que tuvo que crecer de golpe.
Conservar el respeto por quienes cayeron convencidos de que estaban luchando por la soberanía del país y por quienes volvieron, casi escondidos, con la etiqueta de perdedores. Pero todos sabemos que ganaron más de lo que perdieron, ganaron el orgullo por haber apostado hasta lo último por defender a la Patria.
Ahora es nuestra responsabilidad lograr que ese orgullo crezca cada día y se conserve en la memoria, en la memoria sentida, en la memoria del corazón.
Analía Viviana Duarte
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