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Diario El Argentinoviernes 29 de marzo de 2024
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Entrevista a Carlos Augusto Goldaracena

Entrevista a Carlos Augusto Goldaracena

Carlos Augusto Goldaracena es bioquímico. Nació el 13 de septiembre de 1950, es el tercero de cinco hijos del matrimonio conformado por Juan Carlos y Elba Alejandra Strampes.


“Mi padre era perito mercantil. Era el encargado del escritorio de la parte contable de un almacén importante en su momento como fue el Almacén Vallejos. Era la época donde un perito mercantil era casi un contador, sin ofender a los contadores”, recuerda Carlos Augusto sobre sus primeras nociones de la cultura del esfuerzo y la responsabilidad.
Este bioquímico es un toxicólogo apasionado. La toxicología existe desde que existe la vida misma. Pero fue Felipe Aureolo Teofrasto Bombast de Hohemheim, conocido popularmente como Paracelso, quien a mediados del siglo XVI dijo que “todo es veneno y nada es veneno. La dosis sola hace el veneno”. Y esta sentencia hoy es más válida que nunca. Son las dosis las que a veces inclinan la biblioteca para un lado o para el otro. La ciudad lo sabe muy bien a partir de su lucha contra las pasteras.
El diálogo con EL ARGENTINO, Goldaracena sobrevoló sus inicios como bioquímico, la importancia de las casas de altos estudios que existen en la ciudad, la jerarquía de contar con una Facultad como la de Bromatología “que fue la primera en el país y hoy de sus aulas egresan profesionales que son requeridos por su nivel académico” y también los logros –graduales - que en materia ambiental profundizó Gualeguaychú en base a trabajo y cooperación y fundamentalmente por la convicción de que el SI a la vida es innegociable.

-¿Dónde cursó sus primeros estudios?
-La primaria la cursé en la Escuela Normal “Olegario Víctor Andrade”(ENOVA) y la secundaria en el Colegio Nacional “Luis Clavarino”. De la primaria tengo un recuerdo muy cálido de la señorita maestra Elena Codina, que aún hoy de vez en cuando nos seguimos viendo a través de la actividad en el Laboratorio Indabi. Fue mi maestra en cuarto grado. Ella era muy compañera de los alumnos pero siempre marcando la distancia de los roles de cada uno. Era muy simpática, dulce y con una alta capacidad de comprensión de nuestro mundo. Siempre tenía muy buen humor y su gran preocupación era que aprendiéramos. Aún hoy estamos en contacto muy fluido con ella. También tengo un gran recuerdo de otra maestra que fue importante para mí, Amalia Vallejos, que si bien es mi tía, fue una docente que me marcó mucho en la vida. Actualmente tiene casi 90 años y siempre la recuerdo como una persona íntegra. Y de la primaria tengo a mi actual socio, con quien cursamos la secundaria y estudiamos juntos la Facultad y actualmente llevamos adelante el Laboratorio Indabi.

-¿Se refiere a Roberto Piaggio?
-Así es. Con Roberto nos conocemos desde la primaria, cursamos juntos la secundaria y nos fuimos a estudiar la misma carrera a La Plata. Somos más que socios, hermanos de la vida. Nuestras familias son muy unidas. Prácticamente hicimos la vida juntos, incluso en el secundario, padecimos los dos el mismo castigo de quedar libres en quinto año por una travesura que cometimos. Tuvimos que rendir libre ese año, a pesar de que éramos buenos alumnos. Nos fuimos a estudiar en 1969 a la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata. Nos recibimos en 1975. Yo estuve cuatro años especializándome en La Plata, en el Hospital General San Martín, que es uno de los más grandes de la Provincia de Buenos Aires. Y después regresé a Gualeguaychú en 1979 y empezamos a construir lo que hoy se conoce como Indabi.

-¿Qué travesura hicieron para quedar libres en quinto año?
La travesura fue decir algo inapropiado en una serenata y pagamos las consecuencias. Claro, eran otras épocas. Y aunque hoy la contemos como una travesura, como un pecado de juventud, en ese entonces fue un problema y un disgusto familiar importante… del cual aprendimos. Pero, como teníamos buenos antecedentes, logramos encauzarnos.

-No es común la vocación por la bioquímica…
-Es cierto. Cuando estaba en quinto año estaba un poco indeciso. Realmente siento que he acertado con la profesión, aunque hoy es más fácil reconocer eso. En aquellos tiempos no accedíamos siquiera a un test vocacional. Sabía que me gustaba la Química y las Matemáticas. Me gustaba también veterinaria y finalmente me incliné por Bioquímica.

-¿Y la vocación docente cómo la descubrió?
-Siempre me atrajo. No puedo precisar desde cuándo. Pero tengo un recuerdo muy intenso de cuando era estudiante universitario y venía a Gualeguaychú en vacaciones y daba clases con mi hermana María Amalia (lamentablemente ya fallecida). Ella era estudiante de Bromatología y como yo estaba un poco más adelantado, siempre les explicaba alguna materia de Física o Química. Luego estuve como docente en el Hospital General San Martín y simultáneamente era Encargado de Sección y fui ayudante en la Carrera de Farmacia de la Universidad de La Plata. Ya estando en Gualeguaychú, se produce una vacante en 1983 en la entonces Escuela de Bromatología, para la Cátedra de Toxicología. La toxicología era una materia que siempre me apasionó, incluso fui mi último examen para recibirme y me saqué un diez.

-En aquellos años la toxicología se aplicaba más a la medicina. ¿Cómo fue adaptarla o aplicarla a bromatología?
-Bueno, ese fue justamente el desafío. A los bromatólogos prácticamente no le servía de casi nada la toxicología médica o clínica y hubo que adaptar bastante para que sea una herramienta de primer orden para el bromatólogo. Con Argelia Raffo (que es bromatóloga y que fue alumna mía) y Orlando Piaggio hemos tratado de darle la orientación en cuanto a la toxicología de alimentos y tóxicos en el medioambiente, justamente porque el alimento forma parte de ese medioambiente. Y siempre decimos que si hay un tóxico en el aire, en la tierra o en el agua llega al alimento y así llega al ser humano. De todos modos, siempre damos algo de toxicología general y algo de toxicología humana, pero el eje es la toxicología en el medioambiente y de allí al alimento. La importancia que ha adquirido la presencia de tóxicos en muy pequeñas cantidades como residuos en alimentos, hoy es más fácil detectarla gracias a los aparatos para medir y al avance tecnológico. Hace 25 años se sabía que esos tóxicos estaban en los alimentos, pero era muy difícil de determinarlos, porque no existía la metodología y en la actualidad se puede medir parte por trillón. Esto muy importante, porque son tóxicos que se acumulan y se biomagnifican. Y cuando uno los consume a través del tiempo pueden ocasionar daños a la salud. Es el caso de las dioxinas, metales pesados, plaguicidas, son los llamados compuestos orgánicos persistentes que son bioacumulables.

-Su vínculo con la salud fue el tránsito hacia su vínculo con el medioambiente…

-Sí, y hoy es imposible disociar uno de otro y ambos están directamente asociados. Nosotros en 1993, 94 y 95 comenzamos a dar los primeros cursos en la Facultad de Bromatología. Simultáneamente, trabajamos mucho en esos años en la Comisión Municipal contra la Prevención de las Drogas y que lamentablemente hoy no funciona, a pesar de las evidencias de este flagelo en la actualidad y especialmente en la ciudad. Ya en esos años denunciábamos la existencia de cocaína en Gualeguaychú y nos llamaron locos. Bueno, el asunto es que en esos años dábamos cursos de prevención contra las drogas y dimos el primer curso de concepto básico de contaminación ambiental. Eran cursos que durante cuatro o cinco meses. Mi presencia en el equipo técnico en la Asamblea Ciudadana Ambiental es consecuencia de esta experiencia.

-También trabajaron con iniciativas pedagógicas e innovadoras para el control de la alcoholemia, cuando los municipios ni siquiera hacían controles en esa materia.

-Ese fue un trabajo que nos dio muchas satisfacciones. Incluso la Cámara de Diputados de la Nación nos pidió el trabajo para implementarlo a nivel nacional. Eso fue en el año 2000.

-¿Dónde fue el trabajo experimental?
-Tomamos la ruta nacional 14 e implementamos el test de alcoholemia, que tenía la particularidad de que el conductor debía acceder voluntariamente a hacerlo y no tenía represalias si se negaba. Ahí detectamos mucha alcoholemia, especialmente en los camioneros de origen brasileño. Y así estimulamos a la intendencia para que se comprometiera con estos controles pero en la ciudad. Fue en la gestión de Daniel Irigoyen que se implementa por primera vez. Preparamos a los Agentes de Tránsito para hacer los controles y así nació el control de alcoholismo como una política de Estado y convirtió a Gualeguaychú en una de las primeras ciudades en implementar este sistema, algo que nos debería llenar de orgullo.

-Ese trabajo tuvo el acierto de demostrar con estadísticas que era importante que la autoridad tomara conciencia, justamente para que el ciudadano también la tuviera.
-Exactamente. Sin la autoridad es imposible tomar conciencia en estos temas y hoy la gente es cada vez más conciente de que no debe conducir si tomó alcohol, aunque hay excepciones y la vemos todos los días. Cuando se actúa en prevención, generalmente las autoridades toman medidas cuando se produce un hecho lamentable y es clave que actúen antes, justamente para que sea preventivo. Este trabajo que hicimos en la ruta nacional 14 lo hicimos con alumnos que estaban becados específicamente por Caminos del Río Uruguay y contábamos con autorización del juez Federal de Concepción del Uruguay para detener a la marcha de los vehículos. Nosotros estábamos de guardapolvos y la Policía no actuaba para nada, salvo para darnos seguridad. Fue un trabajo gratificante. De mil conductores, uno solo se negó a hacerse el control. Quisimos darle continuidad y no recuerdo qué autoridad nos indicó que lo tenía que hacer una fuerza nacional. No pusimos objeción, porque nuestra idea era que se hiciera… pero no se hizo. Sí se comenzó a implementar a nivel nacional y con mayor rigor cuando en Santa Fe fallecieron en la ruta 11 muchos jóvenes estudiantes que fueron chocados por el conductor de un camión que, luego se probó, tenía alcohol en la sangre.

-Otro trabajo importante que hicieron ligando lo ambiental con la salud fue el tema del tabaquismo, especialmente en las charlas en las escuelas primarias…
-Ese trabajo también fue y es muy gratificante. Fue el segundo trabajo que se hizo en la Argentina con chicos y en el caso nuestro, tuvo la particularidad que registramos un mayor número de participantes. Hace dos años lo presentamos en un Congreso en Rosario y tuvimos un premio, porque pudimos demostrar que el cincuenta por ciento de los niños que conviven con fumadores, son fumadores pasivos. Y el veinte por ciento de ese cincuenta, son directamente equiparables a un fumador activo por su valor de cotinina. Fue un trabajo anónimo, voluntario y gratuito. Tuvimos el apoyo de las autoridades educativas, del Indabi que nos prestó todo el instrumental y los reactivos que eran realmente muy costosos y especialmente a una gran impulsora de esto que fue Ester Pass y que hoy ella está llevando adelante el Foro Ecológico. Pero lo interesante de esta situación, fue que muchos padres se nos acercaron no para prometernos que iban a dejar de fumar, sino que lo harían fuera de sus casas. Es un paso significativo y nosotros lo hemos valorado. Además, unimos a la universidad, al sector privado, al Estado y a las organizaciones intermedias para beneficio de la comunidad. Y todo de manera gratuita, voluntaria y muy profesional.

-Profundizaron ese trabajo.
-Lo estamos haciendo, porque estamos desarrollando el mismo tópico pero estrictamente en embarazadas, con la incorporación también de la Cátedra de Toxicología, Química Biológica, la Facultad de Bromatología y Lucha por la Vida. Lo desarrollamos en el ámbito privado y en todos los Centros de Salud de la Municipalidad.

-¿Se puede adelantar algunas conclusiones?
-Estamos en la mitad del trabajo y es apresurado expresar conclusiones. Lo que sí puedo adelantar es que ya estamos frente a unos datos que son muy preocupantes, especialmente como fumadores pasivos. En el ambiente privado tenemos un porcentaje del ocho-diez por ciento de embarazadas que son fumadoras activas y casi un ochenta por ciento de embarazadas que son fumadoras pasivas o están expuestas y que es prácticamente lo mismo. Este trabajo fue declarado de Interés Provincial por la Secretaría de Salud de la provincia. Y a través de la red de Asociación de Laboratorios de Alta Complejidad del que Indabi es miembro, se desarrolla en todo el país. Tenemos registros de casi tres mil embarazadas, que nos permite acceder a datos sin antecedentes en el país y por eso lo presentamos ahora en un Congreso de Salud o Tabaco en Córdoba. Muchas de estas embarazadas no sabían de las consecuencias de ser fumadora pasiva y ahora están tomando conciencia del daño a su salud y al del bebé en gestación.

-Las derivaciones también se ven en políticas de Estado…
-Sí. Por ejemplo, en Gualeguaychú ahora la Municipalidad está trabajando intensamente para certificar espacios libres de humo de tabaco y los registros son muy alentadores por la cantidad de adhesiones que se está teniendo del sector público como privado. Y en la actualidad hay cerca de 200 establecimientos certificados y el avance no se detiene. Hace poco se hizo en la ciudad un Congreso de Neumonólogos que vinieron profesionales de todo el país y se sorprendieron por los avances en Gualeguaychú no sólo en liberar ambientales libres de humo de tabaco sino de estos trabajos de investigación.

-Y todo esto está vinculado al cuidado de la salud pero también del medioambiente…
-Otra vez insistimos que no podemos disociar estos conceptos. Y debemos tener en cuenta que el tabaco es el contaminante ambiental más importante y con mayor frecuencia intro hogareño. Y los neumonólogos que vinieron se sorprendieron por la organización de nuestra comunidad en la lucha contra las papeleras, sino también destacaron este compromiso en la lucha contra el humo de tabaco.

-Es inevitable preguntar sobre la importancia que ha tenido la Facultad de Bromatología en todo esto…
-Y mucha, porque es la casa donde se accede al saber. Además, fue la primera Facultad de Bromatología que existió en el país. Es una carrera sumamente interesante y el campo laboral no tiene techo. Si bien en la ciudad puede existir cierta saturación de profesionales bromatólogos, muchos se van a Europa o a distintas provincias del país y con cargos de importancia en los distintos laboratorios. Y si bien en algún momento tuvimos el déficit de la falta de instrumentales, en la actualidad eso se está corrigiendo al montarse un laboratorio de primera. Damos una muy buena formación y nuestros egresados están a la altura de las exigencias en el mundo entero.

-¿Cómo hacen? Porque una de las quejas más cotidiana de la universidad es que los alumnos llegan con muy mala base de estudio. No saben leer en voz alta ni hacen comprensión de texto. Y en cinco años, salen excelentes profesionales. ¡Es un milagro!
-Es muy real la fotografía esa. Los alumnos llegan de la secundaria con una muy mala base, especialmente en Matemáticas y Física Química, que son las materias que me competen. En términos generales llegan sin siquiera saber estudiar. Y es cierto, en cinco años en la Facultad egresan con una alta consideración académica. No hay exageración en eso. Ignoro las causas profundas de ese fenómeno, pero entiendo que el compromiso y la responsabilidad de todos los que hacemos a la Facultad tienen mucho que ver en ese resultado. Insisto, lamentablemente, los alumnos de la secundaria llegan con una mala base. Del mismo modo, los que se van a estudiar a otros lados, luego se encuentran que le cuesta horrores materias como Matemáticas y Física Química, aunque sean excelentes alumnos en otras áreas. Y en la Facultad se logra cambiar esta realidad por la gran vocación docente que tienen los profesores. Y no sólo egresan buenos profesionales sino excelentes personas y esto es parejo para todas las universidades que funcionan en la ciudad.

-¿Qué logros y deficiencias observa en materia ambienta en la ciudad? Comencemos por los logros.

-Sin remontarme lejos en la historia, podría enumerar el traslado de las curtiembres del río, lo mismo que la prohibición de funcionamiento de las areneras. La construcción y puesta en funcionamiento de la planta de tratamiento de efluentes cloacales es muy importante y tal vez sea una de las más grandes en toda la cuenca del río Uruguay. Debería ser una vidriera para la ciudad en materia ambiental. Este año fuimos un grupo de la Asamblea a visitar la planta y aunque se observaron algunas deficiencias en los aireadores, nos fuimos muy satisfechos por el interés y el grado de compromiso que tienen los que operan la planta, y quiero destacar esa actitud. Hicimos una nota haciendo observar lo que creíamos se debería mejorar y en una segunda visita que hicimos ya estaban trabajando en la aplicación de las soluciones. Esto hay que destacarlo y valorarlo. Insisto, esa planta debe ser considerada como una vidriera para la ciudad. Otro logro es que sabemos que en el parque Industrial se está trabajando para adecuar la planta de tratamiento general para compuestos orgánicos y cada empresa tenga la suya. Lo que está haciendo la Sociedad Rural de Gualeguaychú con el tema de los bidones de los agrotóxicos también es una iniciativa ejemplar y que debe ser valorada un poco más. No es menor ese esfuerzo. Ni qué hablar de la lucha ambiental contra Botnia que llevó adelante la Asamblea Ciudadana y que ha sido ejemplo a nivel mundial. Los ejemplos pueden seguir y eso también es importante, como la iniciativa de recolección diferenciada de los residuos o el de asumir limpiar los transformadores con PCB de la Cooperativa Eléctrica en la propia ciudad. Son todas iniciativas que invitan a vivir mejor.

-¿Y en cuanto a las deficiencias?
-La principal que observo es que la ciudad no está limpia como nos merecemos todos los vecinos. No es solamente una cuestión de servicio, sino de actitud del vecino. Todavía hay que trabajar mucho para evitar los microbasurales que se forman por esta falta de respeto entre los vecinos. La responsabilidad ciudadana es la solución y en ese aspecto nos falta mucha conciencia y debemos asumirla. Cuando ando por los alrededores de la ciudad, observo autos de primer nivel económico tirando la basura, es un despropósito. Por eso insisto que se trata de un problema educativo y compete a que cada vecino asuma de manera responsable su condición de tal. Pero quiero terminar con una imagen de esperanza, porque no es menor que en Gualeguaychú hayamos logrado poner en agenda temas que en otras localidades no se pueden abordar.

Por Nahuel Maciel
Fotografías Ricardo Santellán
EL ARGENTINO ©


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