# Primero fue el verbo y después... ¡los telefonitos!
Están en todos lados. No respetan sobremesas, reuniones, conferencias, celebraciones e incluso, horas de clase.
Sólo porque una voz lo pide antes de comenzar una obra de teatro, los teléfonos personales son apagados por sus dueños.
Quizá en poco tiempo veamos hacer lo mismo a sacerdotes, profesores y conferencistas, porque estos nuevos apéndices de la mano terminan volviéndose un elemento perturbador cuando pasamos de ser sus dueños a convertirnos en sus esclavos.
Ahora bien: está claro que no cabe discutir acerca de las posibilidades que ofrece esta herramienta para comunicarnos, pero hoy en particular, además de lo dicho, vale señalar otro aspecto: la vulnerabilidad a la que se exponen chicos, jóvenes y adultos cuando al caminar por la calle, se ensimisman con el teléfono que tienen en las manos.
¿Por qué decimos vulnerabilidad? Porque al estar pendientes de lo que reciben o envían (también, claro, de la charla que puedan estar manteniendo) difícilmente puedan estar alertas a desniveles de la vereda, automóviles que se acercan y cualquier intento de robo.
Poco podrá agregarse por obvio respecto de quienes reciben mensajes o llamadas y los contestan mientras conducen un vehículo, poniéndose en riesgo y haciendo lo mismo con los demás.
Aunque parezca una cuestión menor, también afecta la convivencia el enviciamiento con los "mensajitos", porque todos sabemos cómo puede diluirse una conversación apenas suena un ring.
La conclusión es tan simple que Perogrullo podría haberlo advertido: en un tiempo en que vivimos rodeados de herramientas para comunicarnos, cada vez estamos más inmersos en un mundo virtual. Las posibilidades se vuelven excelentes para quienes están lejos, pero juegan en contra de quienes tenemos al lado y también de la privacidad que todos queremos tener.
El progreso es bienvenido, siempre y cuando no abusemos.
Además, ¿qué hay más lindo que una palabra bien dicha, mejor aún si está acompañada de una mirada, las pausas y cadencias que toda conversación requiere?
El lenguaje acotado, pre establecido y antojadizo de estos aparatos se está volviendo costumbre, entonces en lugar de hablar apretamos botones.
Raro progreso éste, que nos vuelve al tiempo de los jeroglíficos y nos convierte, si cabe la expresión, en dígito parlantes...
# No hay tiempo que perder
En más de una oportunidad nos hemos ocupado de las entradas a la ciudad, su cuidado y su presentación. Desde el sector norte y desde el este, prácticamente no existirían inconvenientes, particularmente en lo que atañe a la circulación puesto que la lra. Junta al Norte, en el comienzo de la provincial 20 y la ruta Internacional 136 se hallan en buenas condiciones y lo mismo podemos expresar de la recientemente pavimentada ruta 42.
Si cambiamos de ángulo y nos vamos al otro extremo, la situación cambia sobremanera. Recién comienzan los trabajos en el Acceso Sur y, obviamente, tendremos que esperar, pero de ninguna manera podemos desatender lo que está ocurriendo con Urquiza al Oeste, una arteria que ya no aguanta más parches y es hora que reciba un trabajo serio, duradero y con función a futuro.
La ciudad sigue extendiéndose y muchos han apostado al Oeste. La ampliación de la red de agua, la terminación de las cloacas y la instalación de la red gasífera, son primordiales y a la brevedad habrá que hacer los estudios y proyectos con la seriedad y la responsabilidad que la hora gualeguaychuense está reclamando.
Concluida la etapa de los servicios del agua, de cloacas y el anhelado complemento del gas, recién habrá que encarar el ensanchamiento y el definitivo asfaltado de la transitada arteria con las correspondientes obras complementarias como el acceso a lugares importantes de ese lugar y las paradas de colectivos perfectamente delimitadas sin riesgo para peatones, para los pasajeros y hasta para los mismos conductores que a diario circulan por esa mencionada vía.
Este contenido no está abierto a comentarios