A no equivocarse
Cuando decimos que queremos a Gualeguaychú como ciudad turística no va implícito que debamos soportar todos los desmanes que se han dado este fin de semana largo.
Está claro que el turismo deja dinero y de manera democrática, como suele afirmarse, ya que mucha gente logra un ingreso extra prestando algún servicio a los visitantes.
Pero volvamos al principio: cuando decimos ciudad turística no estamos afirmando que queramos ver en la calle gente de toda edad paseando como si estuviera en una playa, porque aquí hay una zona delimitada como balnearia y debe respetarse.
Tampoco cientos de muchachones borrachos o “pasados de rosca” (como definen ellos), circulando por las calles gritando desaforados lo que se les da la gana a -por lo general- chicas que pasean, o como ha sucedido, que las han acosado en forma directa.
No queremos que nos aturdan con su música, ni que vayan en el baúl abierto, con las piernas colgando, todo un riesgo para ellos y para quienes puedan verse implicados en un siniestro perfectamente evitable, lo que queda claro al verlos exhibir como trofeo botellas de bebidas alcohólicas.
De un tiempo a esta parte esto se ha convertido en moneda corriente y de manera más notoria el fin de semana largo de carnaval.
No es posible que esta franja de turistas imponga lo que se le antoje a quienes vivimos aquí.
Menos aún, que vayan registrando esto como antecedente y característica de Gualeguaychú, a la que comienza a verse como ciudad de la joda.
Es bueno recordar que el esfuerzo hecho por captar el turismo nacional e internacional no merece una desvalorización semejante, y que por eso es necesario actuar con firmeza y hacerlo mientras se está a tiempo.
“Allí donde fueres haz lo que vieres”, dice el viejo refrán.
Cabe preguntar entonces ¿qué se está viendo en Gualeguaychú?
Está claro que el turismo deja dinero y de manera democrática, como suele afirmarse, ya que mucha gente logra un ingreso extra prestando algún servicio a los visitantes.
Pero volvamos al principio: cuando decimos ciudad turística no estamos afirmando que queramos ver en la calle gente de toda edad paseando como si estuviera en una playa, porque aquí hay una zona delimitada como balnearia y debe respetarse.
Tampoco cientos de muchachones borrachos o “pasados de rosca” (como definen ellos), circulando por las calles gritando desaforados lo que se les da la gana a -por lo general- chicas que pasean, o como ha sucedido, que las han acosado en forma directa.
No queremos que nos aturdan con su música, ni que vayan en el baúl abierto, con las piernas colgando, todo un riesgo para ellos y para quienes puedan verse implicados en un siniestro perfectamente evitable, lo que queda claro al verlos exhibir como trofeo botellas de bebidas alcohólicas.
De un tiempo a esta parte esto se ha convertido en moneda corriente y de manera más notoria el fin de semana largo de carnaval.
No es posible que esta franja de turistas imponga lo que se le antoje a quienes vivimos aquí.
Menos aún, que vayan registrando esto como antecedente y característica de Gualeguaychú, a la que comienza a verse como ciudad de la joda.
Es bueno recordar que el esfuerzo hecho por captar el turismo nacional e internacional no merece una desvalorización semejante, y que por eso es necesario actuar con firmeza y hacerlo mientras se está a tiempo.
“Allí donde fueres haz lo que vieres”, dice el viejo refrán.
Cabe preguntar entonces ¿qué se está viendo en Gualeguaychú?
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