Caso Insaurralde-Kiciloff: Ante la crisis, una nueva oportunidad perdida
Técnicamente, estamos hablando de un caso y un escándalo que conmocionó al ambiente político y social durante el fin de semana. Por esto, si hablamos de Caso, en particular, es por qué estamos ante un hecho que rompe la rutina de las noticias, es algo más que una mera noticia o novedad, es un hecho que afecta valores y transgrede algún acuerdo o norma social.
A estos fines, seguimos a dos importantes analistas de comunicación de crisis y riesgo como Fernández Pedemonte y Luciano Elizalde, de la Universidad Austral, quienes han desarrollado cada uno un campo de investigación y un cuerpo teórico y práctico para análisis e intervención en estos hechos.
Entonces, desatada la conmoción, nos encontramos con un escándalo de corrupción y moralidad, así lo entendió la opinión y pública y los medios de comunicación. Aquí no hablamos de lo legal, sino del campo de las opiniones, rumores y discursos.
Por esto, conmoción por escándalo supone pensar en una afectación a la reputación de una persona, en este caso Insaurralde en particular. Él, se vio afectado directamente en su reputación, en su habilitación para seguir en el cargo público que ejercía y por ahora se encuentra juzgado por al tribunal de la opinión como alguien que contravino una regla de comportamiento y además, lo hizo en un contexto en que la sociedad pide austeridad, prudencia y muestras de ejemplaridad.
De igual modo, hay quienes que encuadran esta situación en una situación que se conoce como escándalo provocado o corrimiento de agenda por agregación o superposición de conflicto al implantarse en la agenda pública un nuevo hecho escandaloso para que active un nuevo proceso de crisis pero en otro agente ante el cual si se puede demostrar poder.
La lógica en este caso sería, tapar provisoriamente el caso Chocolate que no puede tener una única decisión política que demuestre una potencial solución con un nuevo caso, el de Insaurralde, que tuvo una decisión política clara que fue su renuncia al cargo en la provincia de Buenos Aires.
Si esto fuera así, el gobernador Kicillof activó una decisión para intentar reencauzar la crisis, producto de la presión política y de la opinión pública, pero también se expuso con otro problema que como iniciativa no tuvo un efecto favorable.
En su decisión de aceptar la renuncia también tuvo una expresión poco feliz en las redes sociales respecto a que no hacía marketing de la honestidad en plena campaña electoral. Rara expresión en el contexto que no colabora en aclarar intenciones y disipar el malestar generalizado. Pero, por si fuera poco, a todo lo anterior se sumó un error institucional y por ende a posteriori comunicacional, que es el de suprimir la figura del jefe de gabinete.
En este sentido, expresó que había decidido enviar un proyecto de ley para disolver la Jefatura de Gabinete de Ministros. Y aquí el error es presentar como solución a la crisis la disolución de la institución y no el fortalecimiento y utilidad de la misma, relanzando con el nombramiento que oxigene el gabinete.
Es decir, Kiciloff activa un movimiento que en vez de fortalecer su institucionalidad la deconstruye y pierde la oportunidad de retomar la iniciativa en la agenda política y de los medios, comunicando una novedad con fines a reconstruir la imagen afectada anunciando que en ese lugar pondría a una figura respetada o de consensos políticos. A la fecha, perdió una carta a su favor que no siempre es posible tenerla a mano.
Finalmente, ante la crisis, la misma no se clausura ni se detiene si no hay dos elementos: un pedido de disculpas públicas -Insaurralde- y una iniciativa política -Kiciloff- tendiente a reparar la afectación de identidad -¿quiénes somos nosotros, qué valores nos definen?, y la reputación -¿cómo nos ven, qué imagen damos y qué dicen de nosotros?- ante el hecho conmocionante.
Este es un buen caso de estudio que a todos quienes les interesa la comunicación política y los asuntos públicos deben seguir con detenimiento para analizar cómo los actores deciden en la neblina sin saber cuál es el norte para encontrar una salida a la crisis, y por ende no es un momento más, es un momento bisagra en la carrera política o corporativa de toda persona o institución.
Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos