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Crátercracia
Sí, Mendoza está siendo transformada, en cuestión de horas, en una Cráter-cracia. Gobierno de las mineras, para comprender la razón de ésta dolorosa denominación.
Por Jorge Daneri (*)
Alberto Fernández se está equivocando, demasiado. La Provincia que viene cultivando una de las síntesis más admirables de confluencia de culturas, inmigrantes abrazados a la sabiduría Mapuche, Huarpe, Inca, valles alimentarios a escala humana, de la escasez de todo y del agua en la casi mayor provincia desértica del país, cultura maravillosa que se pueda conocer en la Nación Argentina como Estado, en estos no más de 200 años.
Del fracaso total de las deliberaciones climáticas en Madrid a Mendoza, del delirio negacionista de Trump al Gobernador Suárez, de Alberto Fernández a Alfredo Cornejo, ex gobernador y presidente de la UCR Nacional, todos, absolutamente todos los que hasta hoy son la expresión de las mayorías nacionales, o la causa de los desposeídos, o la lucha contra el Régimen, acordaron transformar y degradar, en primera instancia, precisamente al ejemplo más precisado de protección ética e institucional del agua, su gestión democrática ejemplar, sus normas jurídicas históricas, en una crátercracia, es decir, el gobierno de los jefes de las Corporaciones Mineras multinacionales.
Mendoza, si esta decisión destructora de la cultura institucional y democrática de la gestión del agua pública se consolida, puede llegar a ser la síntesis renovada –siendo hoy el mayor ejemplo viviente de que otros mundos son posibles a escala humana- de la Sudamérica saqueada en estos 500 años por un modelo de voracidad desenfrenado que se estaría llevando hasta las esencias elementales de nuestra democracia. Golpear de la manera alevosa como han gestionado la primera Ley que el nuevo gobierno ha sancionado, a la velocidad de la luz, sobre el bien natural más precisado por la humanidad y más que escaso en Mendoza, es de una brutalidad, peligrosidad y gravedad democrática e institucional, sin precedentes en la historia democrática Argentina.
En Entre Ríos, un vivo delirante, quiso conformar una sociedad anónima para privatizar las tierras públicas del Delta Argentino y dejarlas en manos de las corporaciones del agronegocio con sus puertos incluidos, etcétera. Esa ley fue sancionada de un modo muy parecido al caso que ahora nos indigna, mes de diciembre y a la velocidad de la luz y la oscuridad. Desde esa indignación social, hay que expresar ahora, que la ley de privatización del Delta no duró dos meses. La misma Legislatura Provincial, en razón de la enorme movilización popular, debió derogarla. Fue un escándalo.
Mendoza, su pueblo, también lo puede hacer. Los sucesos de estos días, de estas horas incluso así lo ratifican y lo demuestran.
Son los indignados, son los chilenos y mendocinos, los argentinos de abajo, los que preservan los valores más democráticos e inclusivos, los nadie, los anónimos, los que no perciben privilegios ni saben de tráfico de influencias, menos de actitudes cargadas de corrupción. El pueblo comprometido, el que se conecta con la madre tierra, escucha sus gritos, se empapa de su textura, se enamora de sus caricias, se sienten agua y saben, sí saben, que son agua.
Son las democracias y sus pueblos, no solo sus representantes. Cuando los mandatarios violan el sentido y las propuestas votadas por el pueblo, es el pueblo el que debe sostener una transición democrática hacia la sustentabilidad en todas sus dimensiones. Son las democracias las únicas que lo pueden garantizar en paz. Lo contrario, como nos enseña Ecio Manzini en "Democracia Ambiental" es el surgimiento de nuevos totalitarismos. La naciente cratercracia en Mendoza debemos paralizarla, en profunda paz activa, desde las enseñanzas de Gandhi, desde la no violencia. De lo contrario la crátercracia se extenderá por todo el territorio nacional y la crisis de civilización, como la crisis ético política que la sustenta, contaminará radicalmente la democracia argentina y transformará los territorios andinos, los glaciares, sus valles y cuencas, sus diversidades productivas a escala humana, en un cráter mental y mineral dinamitado y vaciado de sus historias de luchas amorosas y sus reinos de vida entregados a estos malditos dueños de una civilización que se cae a pedazos.
Alberto Fernández es tu presidente, es el mío. Él nos dijo en su emocionante mensaje de asunción que su política se basará en la Encíclica de Francisco, "Laudato SI". Ayudemos a Mendoza a que así sea, al paisaje nacional todo.
Nuestro presidente debería, no en última instancia, sino ahora, conversar con Francisco, para así comprender que estamos en un cambio de época, en una crisis de civilización tal, donde él es uno de los principales responsables de los mundos a los que Laudato Sí nos desafía reconstruir soñando, o Laudato, de lo contrario, será Laudato NO para el presidente. Pero para los pueblos, será Sí o Sí.
Ahora, son Alberto Fernández y Alfredo Cornejo los que deben ordenar el veto o la derogación de esta ley negra y su historia vergonzosa, vallada con uniformes verdes, escondidos en los recintos públicos privatizados de la ignominia, imposibilitando las posiciones políticas plurales en el debate de las ideas más esperanzadoras, con los tiempos necesarios de la naturaleza y el ejercicio de la democracia participativa.
En la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba, el maestro Ricardo Luti (Botánico, Ecólogo) nos enseñaba que la legislación ambiental y del agua de Mendoza es un ejemplo para el mundo. En realidad, nos interpelaba a comprender y sentir que somos agua. De lo contrario no somos nada y no servimos para nada, menos aún servidores del pueblo.
Hacia democracias de valles florecientes y no crátercracias desoladas.
(*) Jorge Daneri es abogado y especialista en medio ambiente. Esta columna de Opinión se publicó originalmente en Análisis Digital.