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Cuidado con las retenciones
¿Por qué hay que tener especial cuidado a la hora de implementar mayores retenciones al agro? Porque las subas de las retenciones a la exportación de productos agropecuarios son, en el fondo, una mayor imposición –es decir, un impuesto– que el Estado aplica sólo a un sector.
Por Aldo Michelli
Esta mayor carga impositiva implica, para la actividad específica de esa parte del campo y de la economía de las provincias que las producen, un triple deterioro.
En primer lugar, esas medidas incentivan una disminución de las exportaciones, principal generador de las divisas que el país necesita para afrontar los vencimientos de las amortizaciones y el pago de intereses de los créditos obtenidos del exterior, y también de los inversores argentinos. Además, las divisas son necesarias para importar insumos para la industria nacional.
En segundo orden, esa mayor imposición incrementa directamente la presión fiscal, aspecto este por el que nuestro país ocupa los primeros puestos a nivel internacional.
Sabemos que a mayor presión fiscal, mayor será el desincentivo a la inversión, tanto extranjera como local, y que sin un incremento de la inversión, no será posible salir del estancamiento. La inversión genera nuevos empleos y estos pueden sustituir planes sociales, con lo cual disminuirá el déficit fiscal. Por ende, habrá menor emisión monetaria, menor inflación, mayor recaudación fiscal y mejorará el nivel de vida de las clases sociales.
El último efecto negativo es la injusticia fiscal en contra de las provincias productoras de estos bienes castigados. Significa que lo que el gobierno nacional recauda por las mayores retenciones no se coparticipa proporcionalmente por lo que cada Provincia produce, perjudicándola de modo notable. Por tal motivo los gobernadores de las provincias que más producen bienes agropecuarios exportables se preocupan por defender esa actividad, pues les repercute en los ingresos que deberían percibir. La mayor parte se la queda la Nación y el resto se distribuye entre todas las provincias, no ya por lo que aportó cada una sino por la Ley de Coparticipación.
En los principales países de Sudamérica y del mundo, no se aplican estas políticas de gravar a la exportación de productos agropecuarios. Aun más, en muchos países exitosos, lejos de castigarlas, se las subsidia. De esto se podría inferir que estas medidas persiguen sobre todo objetivos recaudatorios.
Ahora bien, el otro extremo –el de no retener nada– permitiría que en circunstancias especiales se produzca una ganancia excesiva. Claro que en otras circunstancias también especiales pero adversas al campo –sequías, problemas meteorológicos o baja abrupta en los precios internacionales– no se contempla ningún apoyo. Y es justo decir también que nunca se han limitado las ganancias extraordinarias que en algún momento tuvieron actividades distintas al campo, lo que no deja de ser una discriminación.
Por lo señalado, y como ya lo mencioné en otro trabajo publicado con el título “Equilibrio necesario”, la sensatez deberá primar a la hora de tomar nuevas medidas. Porque en economía todo está relacionado con todo. Esta ciencia es como una telaraña: de cualquier sector que se tire, el impacto repercute en todo el entramado.
*Contador público y licenciado en Ciencias Económicas