Mujeres que hacen cosas...
El Hogar de Cristo las encontró, y recorren unidas el camino de la vida
Ana Clara Pauletti y Paula Angelini tienen mucho en común: las dos son mamás, las dos, profesionales y las dos han hecho su opción por el trabajo en bien de los demás trabajando unidas en el Hogar de Cristo Nazareth y la Casa Corazón de María, que acaban de abrir.
Paula es psicóloga y llegó hace un tiempo a Gualeguaychú, desde Córdoba. Ana Clara es de aquí y tiene una fructífera carrera en la Justicia local.
Y cada una, desde su formación, contribuye al trabajo voluntario de la Cooperativa de Trabajo de Acompañantes de Usuarios de Sustancias Psicoactivas, nombre formal del proyecto de la Pastoral de adicciones que a comienzos de 2015 fundó el Hogar de Cristo Nazareth, en la guardería del mismo nombre, en el barrio La Cuchilla.
“La convocatoria inicial fue de monseñor Lozano. Inicialmente comenzamos con Dardo (Caraballo) y Nélida (Veronesi) que por nuestras competencias, estábamos afligidos por lo que veíamos y la escasez de respuestas, así como la necesidad de que la sociedad se involucrara en lo que el Estado no estaba haciendo. Es decir, constituir redes de personas solidarias”, contó Ana Clara.
“Por eso cuando se nos convocó no dudamos porque ya teníamos el diagnóstico. Sabíamos que solos no solucionaríamos el problema, pero era necesario empezar a trabajar. Y lo sostenemos en el tiempo, lo que no es fácil porque salir de las drogas es difícil”, afirmó.
Junto a ella, Paula refirió que como terapeuta, trabaja con el grupo de voluntarios y con quienes asisten pidiendo ayuda. Los primeros deben tener un fortalecimiento y quienes asisten, una contención indispensable por la adicción que los domina.
Y así como coordina las reuniones de equipo, se ocupa de establecer un proyecto de vida para quien ha sido devastado por la droga.
“Tomamos la modalidad de los otros Hogares de Cristo. Al cabo de un tiempo, cuando el chico empieza a tener más disciplina, más conducta, comienza a formar parte de algún proyecto laboral, tiene una tarea más fija en el Hogar, comenzamos a trabajar un proyecto de vida para él, porque de lo contario, se quedará para siempre en el Hogar”.
Además de lo que hacen dentro del Hogar, están las charlas en colegios, el acompañamiento a sus familias, y más, porque asumieron el compromiso de ocuparse y lo cumplen.
Cada una
Ana Clara llegó convocada a un trabajo previo, cuando el Hogar era una aspiración. “Queríamos un lugar donde la gente pudiera recuperarse, lográramos contenerla y hacer esta visión sistémica del problema, sabiendo que no es sólo la adicción, sino que hay más, detrás del síntoma”, explicó.
“Para eso necesitábamos equipos profesionales, un voluntariado que hoy tenemos y muy bueno, porque es emocionante ver el compromiso de la gente, personas valiosas que se constituyen en esa mano tendida, alguien que espera y tiene la fortaleza para contener en las buenas y las malas. Es emocionante constatar ese compromiso que se fue enlazando a partir del inicial, cuándo éramos pocos, en 2009”.
Paula llegó en 2013. “Venía de trabajar con trastornos alimentarios, otro tipo de adicción. Lo pensé, lo charlé con mi esposo y me sedujo la propuesta de poder ayudar. Pensé “tengo la formación, veamos qué puedo hacer yo acá”. No había trabajado en consumo de sustancias, entonces empecé a formarme. Luego me llegó la propuesta de trabajar en CESAMA (Centro gratuito de Salud Mental y Adicciones) donde coordino talleres y grupos, me dí cuenta que me gusta, que me salía bien, empezaron las reuniones y creo que fue Dios quien lo organizó, porque todo fue armándose.”
¿Qué les hace perseverar?, preguntamos y cada una dio su respuesta.
“Tenemos un compromiso que es existencial”, definió Ana Clara.
“Algo nos puso en el lugar, nos dio la sensibilidad. Lo primero que tenés que hacer para ayudar es ver el problema. Y esa sensibilidad por ver el problema no lo puedo racionalizar de otra manera que no sea diciéndote que es existencial”
Paula dijo “me genera mucha satisfacción poder ayudar, ponerme en los zapatos del otro, escucharlo y pensar qué puedo hacer. Quizá ni siquiera tiene que ver con mi disciplina, no sé si vendrá mañana o la semana que viene..., pero con escuchar, sé que le estoy dando algo y yo me voy con el corazón lleno, porque el otro se sintió querido”.
“Es un empujón que les estamos dando para que salgan adelante -completó Ana Clara- y algo que nos hace quedarnos es el querernos, valorarnos mutuamente. Valoro las actitudes de mis compañeros, la perseverancia de todos, ese amor al otro, ese estar ...
Todo esto hace que el compromiso continúe y se sostenga.”
Silvina Esnaola
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