En defensa de la política y las internas pluralistas
Bernard Crick, uno de los grandes politólogos contemporáneos ya fallecidos, escribió hace unas décadas un libro que todo estudiante de primer año de cualquier carrera de ciencias sociales leyó, y si no lo leyó, se está perdiendo la mitad de la mejor literatura y perspectiva de la carrera que eligió. Si no sabe cuál es, investigue, búsquelo, es una obra maestra.
En este sentido, Crick, les hace un clic a muchos que se han dormido respecto de la necesidad, actividad y análisis político en un sentido realista y contextual. Muchos prefirieron recostarse en una visión económica de la política, otros sólo en una visión moralista antipolítica, otros en una visión técnica y científica cerrada en la academia, otros, incluso, volvieron a la visión anticuada y en desuso de sustancia doctrinaria, pero pocos recuerdan y refuerzan la visión real y cotidiana del ejercicio de la política bajo perspectiva pública.
Crick, reconoce entonces, que la política no es un jardín de rosas pero su función es sustancial a las libertades, instituciones, derechos y garantías que gozamos a diario. Y esto, aunque muchos lo olviden, no existe en todo contexto ni en todo momento en muchos países.
La política es, sin lugar a dudas para esta perspectiva democrática, el ejercicio de libertad, disputada, institucionalizada, con reglas de juego constitucionales, pero que por sobre todas las cosas reconoce las diferencias, los disensos y busca entonces, de modo realista, al menos los consensos mínimos para continuar viviendo cívicamente y ante la vigilancia de la ciudadanía.
Por ende, todo el régimen constitucional está pensado para llegar a instancias de acuerdo, no necesariamente unanimidad, o de toma de decisiones globales para todo el cuerpo político en tanto no podemos vivir con intereses divergentes si no resolvemos y le ponemos un punto final a un intento de vida asamblearia. De ahí, las jerarquías, competencias, fechas y actores legitimados para tomar decisiones en un momento determinado y dar por concluido un debate público.
Bernard Crick, afianza entonces la idea de que la política es negociación, pacto, rosca, acuerdo, y todo aquello permitido dentro de las reglas de juego que la política permita, en tanto su función social es asegurar un orden, administrar el nivel tolerable de debate y conflicto y dar por terminada los debates para dar lugar a la producción de bienes estatales y/o públicos.
Dentro de este marco, lo agonal o conflictivo, también se profundiza y es nada más ni nada menos que la disputa interna de los partidos políticos y sus corrientes y liderazgos. Otro gran politólogo como José María Maravall, aquí parafraseado, reflexiona que acorde al planteo anterior, los votantes quieren apertura en los partidos, transparencia e internas pero lo que aún les sigue resultado incómodo es la conflictividad.
Prefieren siempre la unidad, castigan los actos de desunión y traición conforme nuestra tradición latina. En simples palabras, los trapitos al sol no siempre tienen buena prensa para los simpatizantes de un partido. El denunciarse políticamente entre dirigentes del mismo partido cuando se reconoce que se hace para exponer y dejar en evidencia cambios de criterios o visiones se tiende a castigar. El juego sucio, o campaña negativa, es lo que se teme. Se prefiere la unidad y presunta pureza antes que la veracidad.
Pero lo cierto también es que, estas internas, encarnizadas por momentos, inexplicables para muchos ciudadanos e impostergables en aspiraciones para los dirigentes, nos permiten ver qué grupos de influencia actúan, qué grupos de interés determinan el diseño de discursos y programas de gobierno, y todo esto, funciona como un verdadero alerta para la sociedad y el régimen democrático al dar a publicidad con anticipación la cocina de la política, o una parte al menos.
El punto clave, en el análisis contextual de todo lo anterior, se evidencia cuando se da a publicidad a diario los temas de disensos y consensos de los dirigentes. Si la gente cree que los debates y discusiones son por sus necesidades y por su identidad los sostiene a los dirigentes. Caso contrario, la crítica hoy puede ser más directa e instantánea que en otras épocas, gracias a las redes sociales y diarios en internet. Aquí no hay intermediación alguna, el enojo se demuestra e impacta sin freno sobre los dirigentes.
Lo importante entonces son estos hechos que como resultados muestran más actos que la sociedad valora negativamente y castiga porque acrecientan la crisis de representatividad y/o más actos que la sociedad valora positivamente dado que generan un aumento de la legitimidad partidaria.
Esto es un punto de quiebre o sostén entre la sociedad y la política no tiene un manual ni protocolo de actuaciones, depende del contexto, los ánimos, la oferta y calidad dirigencial y el estado de la economía.
Entonces, conforme el tiempo transcurrido y dado que hoy el ejercicio agonal de la política se vuelca, en esta etapa del año 2023, en la conformación de las alianzas y las internas, es bueno ver cómo estos actos internos partidarios nos sirven de alarma, de alerta, de aviso, para que podamos ir analizando con más información cuáles pueden ser los mejores candidatos y así mejorar la calidad de la vida democrática en la que vivimos.
Veremos de este modo que precandidatos aspiran, cuáles suspiran, quienes sufren, quienes fueron testimoniales, cuantos seguirán soñando, y finalmente, quienes asumen los roles para disputar los cargos.
Más que quedarnos en el análisis del conflicto interno per se, propio de la vida política, aprovechemos a evaluar los hechos, actos y perfiles que resultan publicitados de estos procesos electivos internos que nos aportan mucha información que de otro modo no la tendríamos.
Propiciemos así la competencia y pluralidad que se resuelve de modo deliberativo y competitivo antes que el silencio y la unidad que resuelve en el fondo aun de forma cesarista.
Javier Adrián Cubillas
Analista de Asuntos Públicos