¿Existe una balanza turística?
Por Guillermo Lousteau Heguy (*) Bajo el título “Balance turístico”, una noticia reciente da cuenta de que los viajes al exterior siguen creciendo.
Mientras que las llegadas de turistas del exterior aumentó un 9%, las salidas de argentinos aumentaron en el mismo lapso, un 18.1%.
Si bien el artículo habla de un “balance” turístico, provoca en el lector la inquietud sobre la existencia de una “balanza turística”, concepto que abarcaría una comparación entre el turismo que ingresa y el del turismo que “egresa”- el de los argentinos que viajan al exterior.
La existencia de una balanza turística es generalmente aceptada por la gente del sector turístico.
Este concepto no sólo es erróneo, sino que –lo cual es peor- puede generar (y de hecho ha generado) políticas equivocadas y perniciosas sobre el fenómeno turístico.
La sola mención de una balanza sugiere la idea de que es bueno que el saldo sea positivo.
En los años 70, se articularon acciones para lograrlo y, como es usual, la búsqueda del saldo positivo se dio más en generar restricciones a los argentinos para salir al exterior (dificultad para renovar pasaportes, exigencias administrativas, restricciones al acceso de divisas), que a las acciones de fomento para atraer turistas extranjeros, lo que requiere iniciativas más eficaces y de largo alcance.
Efectivamente, con esas medidas se logró que esa llamada “balanza turística” fuera levemente positiva
. Pero la industria hotelera local, los servicios turísticos internos, el nivel de compras locales, sufrieron, sin embargo, uno de los períodos más complicados de la industria turística, por la caída del turismo extranjero: si entran 10 turistas, pero no sale ninguno, el saldo será positivo, pero los servicios turísticos locales no tienen una demanda suficiente que cubra sus costos e inversiones.
Una vez más, quedó claro que el signo del saldo de una balanza es irrelevante y que lo importante es el nivel de intercambio. Es preferible un saldo negativo de 100, con un nivel de intercambio de 1000, que un saldo positivo de 10, en un intercambio de 15.
Para una correcta política turística es necesario aceptar que esa balanza turística no es tal, como tampoco tendría sentido pensar en una balanza alimenticia, cotejando los alimentos que vendemos contra los que compramos.
La balanza es una sola y comprende a todos los rubros que compramos contra los que vendemos.
Si lo que se pretende es analizar el resultado del intercambio turístico y cómo ponderar lo que nos ingresa en divisas por turismo extranjero, lo que habría que medir es el costo que pagamos por conseguir ese turismo.
En ese caso, habría que considerar como contrapartida los costos de promoción del país en el exterior, como por ejemplo los costos de promoción y especialmente los de funcionamiento de oficinas argentinas en el extranjero, o el costo de aquellos insumos importados necesarios para satisfacer las demandas de consumo del turista extranjero, rubro que para la Argentina no es significativo como sí lo es en el caso de España.
Una de las consecuencias de creer en una “balanza turística” es poner un excesivo acento en el turismo extranjero y no hacerlo con el turismo interno.
El turismo interno, si bien no aporta divisas al país, implica una redistribución territorial del ingreso y una política de integración regional, a través del sector terciario, el de los servicios, que genera empleo.
(*) Guillermo Lousteau Heguy es ex subsecretario de Turismo y ex presidente de la Cámara Argentina de Turismo.
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