OPINIÓN
La campaña en el purgatorio
Por Gonzalo Arias
Apenas una semana nos separa de una elección presidencial inédita, tanto por la complejidad del contexto y los inesperados contendientes, como por los altísimos niveles de incertidumbre reinantes. Tras un extenuante calendario electoral que comenzó en un ya lejano mes de febrero en La Pampa, y en el marco de una crisis económica, política y social que no da tregua, llegó finalmente el momento tan esperado: en solo 7 días los argentinos concurriremos una vez más a las urnas en una jornada histórica que podría definir al próximo presidente o a las dos opciones que se enfrentarían en un hipotético balotaje el próximo 19 de noviembre.
Por estas horas, en las terminales políticas de los tres principales espacios en disputa, aunque con los lógicos matices, todo ello se refleja en una suerte de “montaña rusa” de emociones: conforme se vienen sucediendo -a una inusitada velocidad- los diversos acontecimientos que han jalonado la campaña en las últimas semanas (inflación, dólar, debates, escándalos de corrupción, etc.), en los diversos búnkeres se oscila entre el optimismo y el pesimismo, la ansiedad y la tensa calma, la preocupación y la confianza, las dudas y las certezas.
Sin embargo, más allá de los posicionamientos públicos, y de las acciones de los candidatos ajustadas a los roles y expectativas definidas estratégicamente, lo cierto es que hay una emoción que impacta transversalmente en todos los equipos de campaña: la profunda incertidumbre.
Si bien la mayoría de las mediciones que han trascendido en los últimos días parecen indicar la consolidación de un escenario de balotaje entre Javier Milei y Sergio Massa, casi nadie se aventura en pronósticos contundentes. La incertidumbre, el clima de expectativas y el humor social recomiendan cautela y moderación en cualquier análisis: las PASO ya demostraron que en el escenario actual hay diversos fenómenos y expresiones subyacentes que las encuestas no han podido develar en toda su magnitud y profundidad.
Con la única certeza del “favoritismo” de Javier Milei, nadie descarta, entonces, la posibilidad de un “cisne negro”. En otras palabras, ni que Milei gane en primera vuelta o que saque una diferencia contundente que lo deje virtualmente a las puertas de la Casa Rosada; ni que Massa tenga una mejor performance que la esperada; e incluso que ni que sea finalmente Bullrich quien ingrese al balotaje contra el candidato libertario. Según el interlocutor o las variables que se prioricen en el análisis crecerán las probabilidades de uno u otro escenario.
Así las cosas, los candidatos encaran estos últimos días con suma cautela, más preocupados por no cometer más “errores no forzados” o dar pasos en falso, y por consolidar sus posicionamientos, que por arriesgar en nuevas estrategias de persuasión. Ello explica, en parte, el por qué pese a las diversas “oportunidades” que la coyuntura ofrece a los diversos candidatos para atacar más duramente a sus rivales, las campañas (incluso la más disruptiva como la de Milei, o la más ávida de protagonismo como la de Bullrich) parecen haber optado por no sumar “más leña al fuego”.
Milei continúa con sus recorridas de campaña, mostrándose como virtual “ganador” y esforzándose por proyectar una imagen “presidencial”. Tras las polémicas declaraciones con respecto a los depósitos en pesos y la denuncia penal presentada por Alberto Fernández responsabilizándolo de la “corrida cambiaria”, el libertario buscó contener posibles daños, eludiendo cualquier debate en torno a la funcionalidad de la profundización de la crisis para su candidatura, y señalando que las acusaciones son parte de la campaña.
Por su parte, Massa continúa luchando en dos frentes, producto de su peculiar condición de “ministro-candidato”. Cuando el oficialismo recién parecía reponerse de los coletazos del escándalo de Insaurralde, la corrida cambiaria llevó a que la cotización del dólar informal quebrara el techo de los $1.000, en la misma semana en que se conoció el dato de inflación mensual más alto de la actual gestión (12,7% para septiembre). Pese a ello, demostrando la naturaleza paradojal del esta Argentina de “fin de ciclo”, mantiene intactas sus chances de alcanzar el balotaje, maniobrando para instalar su “marca personal” y moviéndose con amplios márgenes de autonomía, en un difícil ejercicio de mostrar su “independencia” tanto de la gestión de la cual es su principal funcionario como del kirchnerismo.
Por último Bullrich, continuará dirigiendo sus dardos tanto a Massa como a Milei, a quienes ve “conspirar” para dejar a JxC fuera del balotaje, a la vez que busca fidelizar votos propios y evitar posibles fugas con el sorpresivo anuncio de que Larreta sería el jefe de Gabinete de su hipotético gobierno.
A cuatro días de la finalización de la campaña y menos de una semana para la elección, todo puede pasar.