La inmigración
Guillermo Pellegrini * Opinión
La inmigración es un fenómeno protagonizado por grupos de personas que tienen la necesidad de establecerse en un lugar distinto al de su país de origen. Muchas veces su llegada ha generado –y genera- conflictos de convivencia en amplios sectores a las sociedades donde van.
La hostilidad que plantea el asentamiento en el nuevo medio ha estado vinculada, desde los tiempos más remotos, con los prejuicios, las segregaciones y las injusticias.
La complicada y antagónica convivencia de comunidades locales con otras de diferentes culturas nos lleva a preguntarnos si es posible pensar en una vida en común entre los hombres y mujeres de diversas culturas.
Los estudios sobre el tema han permitido observar que las sociedades humanas se desarrollan junto a otras, no permanecen nunca solas aunque parezca lo contrario.
Todos los hombres y mujeres, a través de los tiempos, han amado, odiado, sufrido y, a través de esas experiencias, han contribuido a la construcción del mundo en que vivimos.
“Nosotros, en nuestro ser interno extrañamos lo que éramos, nos enfrenta con historias, cruces culturales, lenguas y artes, que forman parte del mundo pasado, nos muestra lo que fuimos, nos asusta, es la diversidad”. Por lo tanto, convivir con los diferentes a nosotros, nos hace notar que ya no somos el centro del mundo.
Está claro que la población es uno de los factores básicos del desarrollo y la riqueza de las naciones junto a la educación, la tierra y el capital, por eso no nos debería preocupar que la población crezca, porque ya estamos experimentando serios problemas por el estancamiento del crecimiento poblacional.
Según la ONU no se debe hablar de “inmigrantes ilegales” sino de “inmigrantes irregulares”.
En la Argentina, a lo largo de la historia, la inmigración aportó mano de obra, ayudó al desarrollo demográfico de la población contribuyendo al proceso de rápida urbanización. Hay que poblar hoy más que nunca al igual que a fines del siglo XIX y principios del XX debemos duplicar la población en 10 años, eso traería trabajo y desarrollo.
El éxito de una política de gobernabilidad migratoria sería identificar los lugares donde faltan habitantes, qué tipos de inmigrantes se necesitan, inmigrantes con capital, voluntad y conocimientos, en qué condiciones vienen, qué les ofrece el Estado en materia de vivienda y servicios, para lograr de esta manera una buena, ordenada y regulada migración.
Los niveles de vida de muchos países del mundo son demasiado bajos para satisfacer las necesidades básicas de una vida digna, a la que los seres humanos –se nos dice constantemente- tenemos derecho; por eso muchas veces la gente simplemente no se resigna y decide emigrar.
Los resultados de una encuesta de Gallup, hecha a nivel mundial, revelan que en los próximos años se espera una migración de alrededor de 700 millones de personas mayores de 18 años. Es imposible parar el fenómeno de la migración.
En los países ricos, además, los mercados de trabajo están muy segmentados, de manera que los inmigrantes siempre encontrarán tareas que los residentes no quieren hacer, o no lo quieren hacer a los salarios que se les ofrecen. Los inmigrantes, a cambio de asegurarse la permanencia en el país adonde fueron, están dispuestos a entrar en esos mercados “residuales”, siempre y cuando esto les permita sobrevivir a niveles superiores a los que tenían en sus países de origen.
Existe un verdadero desprecio por la vida en la sociedad actual, la migración lo demuestra. Estamos frente a un desafió mundial. Por un lado se habla de poblar pero la realidad demuestra una resistencia a las migraciones. Necesitamos planeamiento estratégico con un trasfondo humano, políticas de estado, creatividad, sin egoísmos y mucho trabajo.
Ref. C. Leví Strauss
*Guillermo Pellegrini es Maestro Normal y Licenciado en Ciencia Política
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