La salud tal cual está no puede ser lo permanente
Por Nahuel Maciel EL ARGENTINO
En el juicio que se está realizando en los Tribunales locales hay un médico imputado: Carlos Guillermo Nemec. Y hay también una paciente, Andrea Schlotthauer, cuyos familiares y allegados reclaman por una mala praxis.
Es evidente que hay una persona sentada en el banquillo de los acusados y por el otro lado, derechos de una paciente que se están reclamando.
Pero lo que se evidencia en los Tribunales es mucho más que eso, más allá del calvario y la angustia que ambas partes atraviesan en cada jornada.
En rigor, este juicio podrá marcar –como una bisagra- un antes y un después en materia de salud en Gualeguaychú. Porque lo que se escucha con el relato de cada testigo, con las indicaciones que se han plasmado en la historia clínica, con las actuaciones de cada prueba, es el gran cuestionamiento a la salud de Gualeguaychú como sistema. Y la percepción es que la salud, como sistema, se encuentra en un punto casi terminal.
No es el concepto de mala praxis solamente, sino cómo se construye una cadena de intervenciones donde nadie aparece claramente como responsable de sus resultados.
En otras palabras, más allá de este juicio puntual, lo que también está trascendiendo es la endeblez o la fragilidad de un sistema de salud que deja mucho que desear y en todo caso, confirma la desconfianza creciente que ha anidado desde hace un buen tiempo (aún mucho antes de la existencia de este caso) en la comunidad.
El 5 de marzo pasado, EL ARGENTINO publicó un artículo de opinión en la que reflejaba y advertía sobre esta agonía de la salud local.
Allí se dio cuenta que al menos había dos factores crónicos que ningún sistema pudo extirpar: el cobro de plus a pesar de que el paciente tiene obra social con prestaciones vigentes; y el festival de certificados truchos por enfermedad que permiten justificar una licencia laboral. Y se apuntó un tercer factor a ese cuadro: las situaciones de sospecha de mala praxis, que lesionan la relación de confianza que debe prevalecer entre el médico y el paciente.
El cobro de plus es una práctica desleal que caracteriza a la medicina de Gualeguaychú, con una cota de nivel que no tiene parangón en otras localidades entrerrianas. No importa si se trata de una obra social de los trabajadores o de una prepaga. La situación es muy grave, porque además de meterles la mano en los bolsillos a los pacientes, se genera una evasión fiscal que también perjudica al conjunto de la comunidad, como toda evasión.
Se tuvo que hacer una ley antiplus para que los médicos comprendieran que con esa práctica se estaba frente a una ilegalidad. Y aún así, no hay certezas ni garantías que la situación cambie. La ilegalidad de la salud local ya no es un borde, sino algo central.
Los certificados truchos por enfermedad para justificar una licencia laboral tanto en el sector público como privado tienen características de industriales. Esta práctica es también un sello particular que describe el nivel de mercantilización que ha calado hondo en Gualeguaychú.
No es solo la ambición del médico que firma a sabiendas –previo cobro dinerario- un diagnóstico que no es real. Hay otros corresponsables: el trabajador que hace de un derecho un abuso y distorsiona una conquista gremial; y el Estado y los sindicatos que se mantienen ausentes como una actitud casi cómplice por omisión. Un certificado “trucho” es un ejercicio viciado pero evidente y aún así nadie atina a nada.
Y con el tema de la mala praxis –más allá del juicio que se está desarrollando en Tribunales- ha mellado la confianza que debe prevalecer en toda relación médico-paciente. Se podría decir –con el riesgo de toda síntesis- que hay dos temores que subyacen: la del paciente de ser mal atendido y la del médico de ser demandado por mala praxis. Esto deriva en que el médico ejerza una medicina defensiva en detrimento de la salud de los pacientes. Nadie puede desear eso.
Lo otro que llama la atención es que desde el Ministerio de Salud de Entre Ríos no se ha tenido capacidad de reaccionar ante este cuadro de realidad. Otra omisión que alimenta la cadena de irresponsabilidad y también de mala praxis como funcionario público.
También llama la atención la pereza que caracteriza a la Legislatura entrerriana que adeuda desde hace añares una ley de Salud en la provincia. Una mala praxis que comulga con la impericia, pero también con la negligencia y se refugia en la imprudencia.
Con respecto al mal llamado Colegio Médico (porque no existe en Entre Ríos una ley de colegiatura), también se evidencia que se trata de una entidad que es más para los “amigotes” que una institución creada para resguardar los intereses generales de la población. “Nada se puede esperar de un club de amigos, salvo que siga el jolgorio”, se definió en aquella columna de referencia de marzo pasado. Nada ha cambiado.
Es más, el silencio expresado hasta el momento sigue siendo una ofensa para una comunidad que se encuentra movilizada, perturbada, desconcertada y con una desconfianza que va creciendo a la par que crece el reclamo por una salud digna.
Ni qué hablar de los pacientes atendidos en pasillos, de la deuda hospitalaria, de los presupuestos no ejecutados, de la infraestructura demorada y un largo etcétera que no hace otra cosa que consolidar la imagen de una salud tan agónica como terminal.
Pero tampoco hay que ignorar que los problemas que genera el sistema de salud son el reflejo de carencias culturales, políticas, económicas y sociales que se han ido acumulando a lo largo de las distintas gestiones. Y forman parte de este modelo de sociedad que hace prevalecer al individuo por encima de la comunidad, e ilumina a la indiferencia opacando la solidaridad.
En estas horas –de angustias por cierto- se está debatiendo en los Tribunales algunos aspectos de esta agónica realidad, pero es como la punta de un iceberg. Es apenas un retazo.
Por eso el debate no está solo en los Tribunales y desde hace mucho tiempo se ha instalado en los hogares, en los ámbitos laborales, en casi todos lados. La única voz que por el momento no se escucha es la de quienes tienen responsabilidades inherentes a la salud. Y en este particular escenario, el silencio no es salud.
Algunos teóricos sostienen como Rene Savatier, en su obra “El Médico ante sus deberes y sus derechos” (Editorial Razón y Fe; Madrid, 1966) que: “(…) El médico únicamente debe responder ante su propia conciencia, los jueces están incapacitados para justipreciar las incertidumbres inherentes al ejercicio de una profesión que no practican ellos”. Una posición ilógica, porque está indicando que el médico no debería ser cuestionado nunca, y menos aún por los jueces. Se trata de una postura que alienta la cultura de la impunidad.
En cambio otros pensadores, como Mariano Yzquierdo Tolsada, afirma todo lo contrario: el médico debe asumir las consecuencias de su praxis (Yzquierdo Tolsada, Mariano: “La responsabilidad civil del profesional liberal”, Editorial Reus, Madrid, 1989).
Lo que está ocurriendo en la ciudad (ya no en Tribunales) debería invitar a un razonamiento sereno y reflexivo.
Por un lado, hay que evitar el asedio permanente al accionar médico, porque ello implicaría que ningún profesional asumiría la carga que implica administrar riesgos, tal como se puede definir al ejercicio de la medicina. Pero simultáneamente, las malas prácticas merecen tener su tratamiento –como corresponde- ante la justicia.
Pero, ¿dónde está el equilibrio cuando el sistema en su conjunto está desquiciado y desequilibrado?
Por eso se insiste que en este caso específico de juicio oral y público, hay más que un médico sentado en el banquillo de los acusados; y hay más que una paciente reclamando por sus derechos.
Por eso es un caso emblemático. Es evidente que se está ante un hecho desalentador más allá del veredicto final de la Justicia. Cuando este juicio finalice habrá un médico condenado o no, un reclamo satisfecho o no. Las partes involucradas evaluarán esa situación.
Lo que no debe clausurarse es el debate acerca de qué salud se tiene y cuál se quiere en la ciudad, porque hoy más que nunca se ha puesto en evidencia que el sistema de salud tal cual está no puede seguir siendo lo permanente.
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