La violencia de cada día
Con la celebración del Día internacional de la mujer son muchas las opiniones que se vierten sobre el tema, en una insistencia por erradicar, de manera especial la violencia y de forma más general, los abusos que se cometen contra las mujeres.
A pesar de los esfuerzos que hacen estamentos de gobierno, organizaciones no gubernamentales y medios de comunicación, todavía hay gente que no sabe dónde reclamar y lo que es más grave, que no entiende a la violencia como un delito que debe denunciar, porque la tiene asimilada.
La violencia existe en todos los niveles sociales, claro que quienes tienen recursos económicos lo resuelven sin concurrir a los ámbitos estatales porque también en los segmentos más preparados se la vive como un castigo y con una enorme vergüenza.
Vergüenza que no tiene razón de ser en el caso de quien recibe la descarga violenta sino que debería ser un estigma para quien la vuelca.
Y como durante mucho tiempo el modelo de mujer inculcado fue el que la presenta en estado de sumisión, llevará un tiempo revertir lo transmitido por generaciones anteriores y los mensajes aviesos que aún hoy tenemos desde la TV o el cine, donde los personajes que se enaltece son los que la prostituyen o la someten.
Por eso el 8 de marzo debe entenderse como un día destinado a la reflexión sobre este cambio de paradigma.
Y a pesar de las propuestas que tiran por tierra un trabajo que comenzó hace tiempo, debe decirse que los jóvenes tienen más claro este tema, seguramente porque transcurren un tiempo en el que disponen de más información y la tienen al alcance de la mano.
En esto, el papel de los medios de comunicación tiene mucho que ver. Desde allí se habla sobre los derechos y cada agresión, cada femicidio, tiene la divulgación que merece como delito.
Pero como todo emprendimiento destinado a romper viejas estructuras, la lucha debe sostenerse en el tiempo para que la violencia deje de ser el idioma que se habla en casa, en el trabajo, en la calle.
Es un delito que no puede ser naturalizado sino por el contrario, debidamente denunciado.
A pesar de los esfuerzos que hacen estamentos de gobierno, organizaciones no gubernamentales y medios de comunicación, todavía hay gente que no sabe dónde reclamar y lo que es más grave, que no entiende a la violencia como un delito que debe denunciar, porque la tiene asimilada.
La violencia existe en todos los niveles sociales, claro que quienes tienen recursos económicos lo resuelven sin concurrir a los ámbitos estatales porque también en los segmentos más preparados se la vive como un castigo y con una enorme vergüenza.
Vergüenza que no tiene razón de ser en el caso de quien recibe la descarga violenta sino que debería ser un estigma para quien la vuelca.
Y como durante mucho tiempo el modelo de mujer inculcado fue el que la presenta en estado de sumisión, llevará un tiempo revertir lo transmitido por generaciones anteriores y los mensajes aviesos que aún hoy tenemos desde la TV o el cine, donde los personajes que se enaltece son los que la prostituyen o la someten.
Por eso el 8 de marzo debe entenderse como un día destinado a la reflexión sobre este cambio de paradigma.
Y a pesar de las propuestas que tiran por tierra un trabajo que comenzó hace tiempo, debe decirse que los jóvenes tienen más claro este tema, seguramente porque transcurren un tiempo en el que disponen de más información y la tienen al alcance de la mano.
En esto, el papel de los medios de comunicación tiene mucho que ver. Desde allí se habla sobre los derechos y cada agresión, cada femicidio, tiene la divulgación que merece como delito.
Pero como todo emprendimiento destinado a romper viejas estructuras, la lucha debe sostenerse en el tiempo para que la violencia deje de ser el idioma que se habla en casa, en el trabajo, en la calle.
Es un delito que no puede ser naturalizado sino por el contrario, debidamente denunciado.
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