Las criptomonedas y el bamboleo en su consideración
Cr. Luis Alberto Dalcol, 05/2023
Ha bajado la reputación de las criptomonedas. Ahora se les imputa que su uso principal no es como medio de pago (una de sus funciones), y por ello no es una moneda; sino más bien una simple inversión, ligada al albur de los juegos de la oferta y la demanda del mercado financiero. Que deberían nominarse “cripto quini” o “tómbola cripto”, porque no existen parámetros públicos para orientar su cotización y trazabilidad. Además se informa que ha incrementado su uso en negocios grises o marginales.
Las cripto sirven como medio de pago, y al no estar reguladas - de inicio - gozaron del empuje que origina la ocultación impositiva. Esa desregulación descentralizada minó su confianza y provocó una oscilación en su valoración - exageradamente pronunciada - que socavó su credibilidad. Los ecologistas también alertaron por el alto consumo de energía, casualmente por el proceso de “minación” que requiere su contabilidad.
El usuario toma, a la criptomoneda, como una alternativa de inversión líquida - en espera de que aumente su cotización - más que un elemento para cancelar sus obligaciones. Se entra a un juego de lotería, y se apuesta a la suerte de la providencia o de la fatalidad.
Las criptomonedas no desaparecerán, no obstante para su permanencia necesitarán de regulación, de control, como cualquier otra colocación de fondos financieros. Ya se ha dicho que cuando fallece el titular de la cuenta de una criptomoneda, los sucesores - justicia mediante - si no conocen los códigos de vinculación, no tienen forma de acceder a los fondos. Incluso no se tiene conocimiento si esas (u otras) reservas abandonadas tengan un último beneficiario determinado. No se sabe porque no existe control. En un sistema estatal sabemos que los extravíos (y parecidos) de moneda emitida, son beneficios puros y netos del país que los puso en circulación.
Muchos procesos basados en la tecnología informática son lanzados, mas no tienen (o sí) previsto todo el recorrido posible y transparente que permita su verificación ante conflictos que pueden suscitarse. Al menos no se conocen masivamente. Y, así se transita por caminos sinuosos, inciertos, en el que participan operadores inquietos por la novedad y ávidos por los posibles beneficios, y toman decisiones, mas no por la lógica que aporte previamente las respuestas principales a sus interrogantes, como la mencionada del beneficiario final del sistema.
Como vemos el tiempo acomoda las cosas. Ahora tenemos más conocimiento para decidir participar (o no) de un esparcimiento con connotaciones económicas, como aparentan ser en la realidad actual las criptomonedas.