Luchas en el barro de la decadencia argentina
Por Gonzalo Arias
A apenas dos semanas de las elecciones presidenciales, en el marco de un clima social, político y económico cada vez más turbulento y enrarecido, la campaña electoral parece haber entrado en un terreno pantanoso, profundizando los ya altísimos niveles de incertidumbre reinante y consolidando la percepción cada vez más generalizada de que -cualquiera sea el resultado- estamos en la antesala de un “fin de ciclo”.
Cuando las derivaciones del caso del puntero “Chocolate” Rigau, detenido en un cajero extrayendo dinero con tarjetas de débito de supuestos trabajadores de la Legislatura bonaerense, y luego polémicamente liberado en un trámite exprés, todavía dejaba filosas esquirlas, un escándalo de grandes proporciones impactó en la “línea de flotación” de la estructura del poder del peronismo en la provincia de Buenos Aires.
El epicentro del terremoto es la siempre estratégica y codiciada provincia de Buenos Aires, en donde en apenas una semana dos hechos de alto impacto mediático sacudieron los cimientos de anquilosadas estructuras: la siempre cuestionada y opaca legislatura bonaerense, el cuarto distrito más grande de la provincia, y las vinculaciones entre la política y el negocio del juego.
Si bien lo ocurrido parece haber abierto nuevamente los interrogantes en relación a la performance electoral de un peronismo bonaerense que parecía -ante la división de la oposición- encaminarse con Kicillof a una casi segura reelección, la deflagración generó una onda expansiva que se hizo sentir en todo el sistema político nacional.
Frente al ensordecedor sonido de la explosión, hubo algunos silencios resonantes. En el caso de Milei, el silencio parece responder al mero pragmatismo: sabiendo que estos episodios profundizan los sentimientos de bronca en amplias franjas del electorado, y que ello es en gran medida funcional a su narrativa y posicionamiento, probablemente haya evaluado que no es conveniente alimentar ese fuego con nafta. Más complejo es el silencio de algunos de los principales referentes de JxC, sobre todo del candidato a gobernador bonaerense Néstor Grindetti, que sugestivamente no parece dispuesto a “capitalizar” los coletazos de estos escándalos. Una vez más, todos parecen jugar para Milei y su hasta ahora muy exitosa narrativa “anti-casta”.
A ello se suma la aceleración de la crisis económica, que tras la devaluación post-PASO, el “plan platita” y la persistente inflación, volvió a mostrar la alta volatilidad cambiaria fruto de la incertidumbre respecto al panorama electoral: el “contado con liqui” rompió con holgura la barrera de los $900, consolidando una brecha superior al 200% respecto del dólar oficial, la más grande desde que rige el denominado “cepo”.
Pese a este complejo escenario, como evidencia del carácter paradojal de la Argentina actual, en las filas massistas continúa primando el consabido optimismo que embandera al “ministro-candidato”. En el búnker del tigrense están convencidos de que habrá inexorablemente un balotaje con Milei. En primer lugar, porque entienden que el libertario no podrá alcanzar una victoria en primera vuelta: aún con una candidatura de Bullrich “desinflada” en torno a los 20 puntos porcentuales, los estrategas de UP entienden que la aritmética electoral conspira contra las posibilidades de que el candidato de LLA alcance el 45% de los votos o que, alcanzando el 40, logre una ventaja de 10 puntos frente a un Massa que ellos ven más cerca de los 35 puntos.
Y en segundo lugar, están convencidos que Bullrich ya está fuera de la pelea: si la interna con Rodríguez Larreta había desgastado el espacio y la sorpresiva performance de Milei en agosto la había desplazado como representante del “cambio”, la manifiesta inadecuación de su “nueva” narrativa antikirchnerista al contexto actual, sus erráticas últimas intervenciones públicas -incluidas las “oportunidades perdidas” durante el debate terminaron por horadar su candidatura. Y, si algo faltaba para convencer al candidato del oficialismo de que la crisis de JxC es irreversible, se conocieron las últimas declaraciones de Macri “coqueteando” con Milei y casi dando por sentado un gobierno liderado por el dirigente libertario.
Así las cosas, los contornos del escenario del ballotage parecen -para muchos- ya recortarse en el horizonte. Sin embargo, en está Argentina tan volátil e incierta, nadie debería soslayar los potenciales efectos de un clima de “fin de ciclo” que no necesariamente son visibles en las encuestas y que pueden configurar una suerte de “espiral del silencio” de consecuencias impredecibles. Hoy, nadie sabe a ciencia cierta cuál será el impacto real de la inestabilidad económica, la inflación o el caso Insaurralde. Una vez más, la sensación es que “todo puede pasar”.