M&M: ¿personalista sistémico vs. outsider antisistema?
Las idas y vueltas de esta semana son propias de la dinámica política local. En pocos países de Latinoamérica se dan procesos tan complejos y virulentos de articulación y desarticulación de partidos y/o frentes electorales en pleno proceso electoral. Lo cierto también es que en algunos países el dramatismo es extremo, en tanto la violencia y el delito se cruzan y determina elecciones.
Por ahora, toquemos madera, no hemos llegado a ese caso. Pero si es de alertar que procesos electorales en donde las compulsas se dirimen con personalidades fuertes, personalidades que demuestran que quieren cambiar una época, es importante analizarlas también desde una mirada psico-político. En este caso a M&M, y no es la fórmula famosa de chocolate, claramente.
Así, por un lado, el peronismo se define por su personalismo y el movimiento. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol y no habría mucho por decir en tanto la historia y el voto validó sus matices y liderazgos. Lo que es interesante ver, es que los personalismos no sobrepasen los límites institucionales o reglas de juego conforme el régimen de valores de la constitución nacional.
Y aquí, hay que hacer la clara distinción del caso. Una cosa es el personalismo como construcción comunicacional, de performance para ser atrayente frente al electorado, para debatir con contrincantes, y otro personalismo de características reformista o rupturista. El último caso, si es el que debemos alertar que no ocurra o ante el cual al menos deben funcionar los anticuerpos democráticos para no validar autocracias de hecho.
La primer construcción del personalismo, en clave comunicacional, electoral, elocuente, con retórica y discursos fuertes pero inclusivos para agrandar la base de sus votos -aunque se parezcan abrazos de osos- son parte de la dinámica que la propia democracia abierta, plural y diversa, y permite y solo exige tolerancia a estos mismos efectos de la contraparte. El debate abierto y fuerte, propio de una democracia vibrante.
Aclaramos, que este formato está instalado desde los 90 en Argentina, con lo cual no debería resultarnos impropio para la democracia estas actitudes, sólo queda el derecho de cada uno de aceptar un discurso u otro, como cualquier dinámica deliberativa.
Lo que no es parte de la dinámica deliberativa es la postura antisistema. Estas posturas también suelen son outsiders personalistas, pero con el agregado que su contenido propositivo en clave comunicacional, electoral, elocuente, con retórica y discursos fuertes, excede y corre los límites o busca romper o revolucionar un proceso en curso y esto pone en riesgo los anticuerpos constitucionales y a sus actores de control del poder.
Este posicionamiento es propio de una doctrina, pero en muchos casos, antes que doctrina, responde propiamente a un perfil o psicología que lleva hasta los bordes a todas las acciones que impulsa.
A la fecha, una de las posiciones formalizó en algún momento esta posibilidad. Su oferta electoral -la plataforma electoral ingresada en la Cámara Nacional Electoral- expuso esta posición y hoy negocia la plataforma para enfocarse hacia el centro del electorado y no quedar en el extremo ideológico desde el cual inició su construcción identitaria y partidaria. Lo hacen por ¿mostrarse pragmáticos, abrir su aspecto doctrinal o mera negociación contextual para llegar al poder? No lo sabemos.
La duda entonces que se plantea hoy, para todos los votantes, es: se vota por ¿personalismos que surgen del sistema o por los personalismos que emergen como antisistema? Se valida un presidencialismo fuerte por el contexto de crisis o se valida un presidencialismo que cambie el sistema. No hay vueltas o grises. Como pocas veces, el resultado de las elecciones nos plantea de cara a noviembre tan claramente una diferencia entre un candidato del sistema y un outsider antisistema.
Será parte de nuestro crecimiento, dentro de los 40 años de democracia, elegir entre estas dos opciones. Pero es claro, elegimos nosotros, la responsabilidad del voto y de la posición y perfil psico-político que validemos como nuevo presidente no es responsabilidad de paracaidistas suecos.
Javier Cubillas
Analista de Asuntos Públicos.