No caer en las trampas de los contaminadores
Por FUNDAVIDA
La lucha de Gualeguaychú contra el modelo celulósico instalado por los intereses bálticos que está destruyendo el río Uruguay no registra antecedentes.
No vamos a descubrir la pólvora diciéndolo una vez más, pero no queremos que esto se olvide porque está en juego la naturaleza, la salud y la vida regional.
Los avatares del conflicto han sido infinitos y las trampas ideadas por los enemigos de nuestra región para desactivarlo han sido tantas como capítulos ha tenido la historia.
Que las luchas pasan por altibajos y se desgastan no significa que no podamos recuperar una y otra vez la iniciativa y el eje de nuestras acciones.
El escenario que se pretende instalar por estos días es el del cuestionamiento a las regulaciones legales vigentes para los efluentes industriales, porque BOTNIA (UPM) por la magnitud de sus vertidos de aguas contaminadas luego de su proceso industrial, que alcanza cotidianamente decenas de millones de litros, está totalmente fuera de norma.
Primero mintieron que no contaminaría; luego mintieron que sus efluentes cumplían con las normativas vigentes. Después, nuevamente descubiertos de que no respetaban las leyes y acuerdos, obligaron al gobierno uruguayo a cambiar por decreto los ítems que los condenaban como fue la autorización ilegal para elevar la temperatura del agua de volcado que otorgó el ex presidente Mujica.
Más tarde reconocieron implícitamente el daño que están ocasionando, contraatacando: “está bien, nosotros contaminamos pero ustedes con el río Gualeguaychú también” Como si los sufridos habitantes de esta ciudad fuéramos responsables de los vertidos tóxicos de la agricultura industrial y de las industrias que arrojan sus efluentes crudos a nuestro río.
Cuando en realidad los locales somos doblemente víctimas de los unos y los otros y no los responsables de la contaminación.
El contenido de fósforo del río Uruguay es alarmante, y se agrava todos los días por lo que vuelca la pastera finlandesa. Científicos uruguayos han hecho sonar la alarma por la amenaza que significaría una tercera planta de celulosa en el río Negro. El límite de fósforo que fija la normativa uruguaya para los ecosistemas acuáticos es de 25 microgramos por litro. El río Negro ya tiene una concentración de entre 80 y 90 microgramos por litro. Las cianobacterias, que envenenan animales y humanos, se forman cuando hay concentraciones de fósforo de entre 30 y 50 microgramos por litro, o sea que ya se está en la franja de peligro extremo, antes de la tercera planta.
¿Cuál es la respuesta de las autoridades del país vecino?
El Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA) analiza flexibilizar los niveles de fósforo en ríos y arroyos para que se “adapten”.
“Se está planteando una revisión de los estándares de fósforo y nitrógeno” afirmó el subsecretario del organismo, Jorge Rucks.
Y ahora también comienzan a escucharse voces en nuestra orilla que se ajustan a la lógica perversa de los destructores:… “Están trabajando en la conformación de un nuevo digesto para el río Uruguay para establecer acuerdos en los parámetros”.
Es la lógica de los saqueadores: si los vertidos superan lo autorizado por las normas vigentes, entonces hay que cambiar las normas.
No debemos caer en la trampa que nos están tendiendo: a las normas no hay que cambiarlas, en todo caso antes de hacerlo hay que cumplirlas. Y mucho menos aceptar el absurdo invento de las “zonas de mezcla”, ni embarcarnos en interminables discusiones bizantinas sobre artículos y reglamentaciones.
Las acuerdos internacionales que consagran las regulaciones ya están firmados, sólo hay que cumplir lo que dicen las normas acordadas. Sin chicanas ni zonceras de nuestra parte.
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